Paolo Bortolameolli, director de orquesta: “La música clásica necesita programaciones versátiles, originales; generar cruces creativos, habitar nuevos espacios”
La batuta con más proyección internacional del país prepara dos nuevos conciertos con la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, el 15 y 18 de mayo. Al mando de ella estrenó el año pasado la Octava Sinfonía de Mahler, un megaproyecto que fue recogido en el documental Veni, Creator. Exdirector asociado de la Filarmónica de Los Ángeles, aquí habla de su trabajo junto a Gustavo Dudamel, de su proyecto de dirigir una obra de Leonard Bernstein y del exitoso ciclo Clásica No Convencional.
El escenario es un antiguo galpón en Santa Elena, a pasos del Metro Ñuble. El público se distribuye al interior, entre luces, neones y rayos láser que crean un ambiente contemporáneo. Los músicos visten jeans, poleras y zapatillas. Perfectamente podría ser una tocata de rock. Pero esta es una noche de música clásica: es el segundo concierto del ciclo Clásica No Convencional. El show comienza con la Tocata y fuga de J.S. Bach, interpretada en un órgano instalado en altura, en un segundo piso. Al finalizar la pieza, el público aplaude respetuosamente. Entonces, el director Paolo Bortolameolli toma el micrófono y rompe el hielo:
-Pueden aplaudir como si estuvieran en un concierto de rock.
Y los aplausos y silbidos estallan en el galpón.
-Ahí todos se relajaron -recuerda Bortolameolli-. Y fue muy rico, porque esta es una invitación a que la gente entienda que la comunión con el arte tiene que ver con lo que se siente, no con los formatos, no con los protocolos, y sobre todo no con los protocolos que han sido de alguna forma tergiversados a lo largo de los años. En su raíz la música siempre tuvo más que ver con el encuentro, la espontaneidad y la comunicación que con seguir normas de etiqueta.
Exdirector asociado de la Filarmónica de Los Ángeles y actual titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, Paolo Bortolameolli (Viña del Mar, 1982) es un director versátil y enérgico, el conductor chileno de mayor proyección internacional. Creador del programa Ponle Pausa junto a Gonzalo Saavedra, también es un apasionado por la innovación en la música y la creación de nuevas audiencias.
Cercanía, comunicación y creatividad son conceptos que forman parte de la vocación de Bortolameolli y que encontró también en el proyecto Clásica No Convencional un ciclo de conciertos realizado por la Orquesta Solístico, integrada por músicos de la Filarmónica de Santiago, y que busca llevar la música a espacios inusuales, con un formato novedoso. El primero se hizo en el subterráneo de un edificio en Providencia; el segundo, en el viejo galpón de Santa Elena. Ambos, con audiencias repletas.
-A mí me gusta conversar con el público y este ambiente informal favorece la interacción. El formato funciona a la perfección, porque está pensado hasta el mínimo detalle. Nuestro compromiso siempre es la calidad, porque si el resultado artístico no fuese tan bueno el producto no tendría el mismo valor.
La propuesta se mueve en la vereda opuesta al ambiente reverencial que suele dominar en el medio de la música clásica. Bortolameolli no congenia con la “actitud sacrosanta” hacia el arte en general y la música en particular.
-Más que despeinarse, es como volver a la raíz, porque la música nunca ha sido el problema. No es que la música clásica cada vez le gusta a menos gente, no. Lo que pasa es que la gente, efectivamente, siente que la música clásica pertenece a algo a lo que ellos no han sido invitados. Y yo no diría que es injusto que lo piensen. O sea, así ha sido. Y proyectos como este derriban esos muros.
Sueños
En una mañana fría y luminosa, Paolo Bortolameolli habla en su departamento en Vitacura. Tiene una hermosa vista hacia la cordillera. Dos grandes grabados de Samy Benmayor cubren una pared. Sobre la mesa del living está Rubato, el libro que escribió durante la pandemia, y ediciones de gran formato de Picasso, la galería Uffizi de Florencia y de los Beatles, su banda favorita. En febrero cumplió su sueño de fan de peregrinar a la ciudad natal del grupo, cuando fue invitado a dirigir la Filarmónica de Liverpool.
El centro de todo lo ocupa el piano, su “refugio”, dice. Y sobre este, un retrato de su hijo Andreas, “lo más importante en mi vida”, afirma.
En la mesa de comedor descansa la voluminosa partitura de la Sexta Sinfonía de Mahler. Va a dirigirla a fin de mes con la Filarmónica de Medellín. Y, de paso, cumplirá otro sueño: dirigir todas las sinfonías del compositor austríaco.
Antes de eso, tomará la batuta con la Sinfónica Nacional Juvenil (OSNJ) en dos conciertos, el 15 y 18 de mayo, en CorpArtes y la Universidad Federico Santa María, respectivamente. El programa contempla Romeo y Julieta, de Tchaikovsky, y Los Pinos de Roma, de Respighi.
Al frente de la OSNJ desde 2022, Bortolameolli anota al menos dos hitos: el estreno del Concierto para piano de Jorge Peña Hen, el músico asesinado por la Caravana de la Muerte, y la conducción y puesta en escena de la Octava Sinfonía de Mahler, una de las obras de mayor envergadura de la música clásica y que nunca antes se había presentado en Chile.
Con 600 músicos, entre orquesta, coros y solitas, la obra se presentó en enero de 2023 en el Teatro Caupolicán para celebrar los 30 años de la Orquesta Nacional Juvenil. Impulsado por Miguel Farías, entonces director ejecutivo de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles, fue un proyecto que enfrentó dificultades y que encontró apoyo decisivo, entre otros, en Isaac Frenkel, el fallecido melómano y exmiembro del directorio de la institución.
El proceso de trabajo tras la obra de Mahler fue registrado en Veni, Creator, documental dirigido por Iván Tziboulka que retrató y recogió testimonios del proceso creativo. Con edición de Gonzalo Saavedra y dedicado a la memoria de Frenkel, el documental se estrenó recientemente en la Cineteca Nacional y está disponible en YouTube.
-La Octava de Mahler fue un sueño que a Miguel Farías y a mí nos hacía mucho sentido. Porque, como digo en el documental, no hay torta más grande para celebrar los 30 años. Es un símbolo del repertorio universal, por las fuerzas que convoca, estos tres coros, dos adultos, uno de niños, ocho solistas, la megaorquesta. En Chile lo había intentado hacer la Sinfónica tres veces y la Filarmónica otra vez, pero nunca se había materializado.
Paolo Bortolameolli destaca el valor del estreno, sobre todo en perspectiva histórica: el resultado, dice, fue producto no solo de siete meses de trabajo, sino de la trayectoria de la OSNJ.
-La Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil lleva 30 años alimentando a las orquestas profesionales de todo el país. Y lo mismo los coros, con el movimiento que impulsó Víctor Alarcón. Entonces, lo que se vio en el escenario no solo fueron 600 músicos, es una historia que se empezó a construir hace 30 años. Y donde se les debe todo a los principales pioneros, a los sueños interrumpidos de Peña Hein, al legado de Fernando Rosas y de Víctor Alarcón.
Después de ese sueño realizado, Paolo Bortolameolli ya acaricia un nuevo proyecto de grandes dimensiones: la Misa de Leonard Bernstein, una obra que cruza géneros, desde la música sinfónica al rock y que conoció durante su período como director asociado de la Filarmónica de Los Ángeles, donde fue mano derecha de Gustavo Dudamel, una estrella de la música clásica mundial (hoy en la Filarmónica de Nueva York).
Tomar riesgos
Formado como pianista en la UC y como director en la U. de Chile, Bortolameolli se graduó como Master of Music en la Universidad de Yale. En 2017 fue escogido por Gustavo Dudamel como director asistente en la Filarmónica de Los Ángeles. Al año siguiente, le tocó preparar a la orquesta para interpretar la Misa de Leonard Bernstein. Una obra compuesta en 1971, para la apertura del Kennedy Center en Washington, en medio de la guerra de Vietnam y los movimientos civiles.
-Es una obra que en términos teatrales, musicales, es extraordinariamente ambiciosa. También son dos coros, hay solista, está la orquesta sinfónica, hay una rock band, una jazz band, una marching band. Es una obra gigante y que nunca se ha dado en Chile.
En esa época conoció también a los hijos de Leonard Bernstein, con los que mantiene comunicación. Y a Bradley Cooper, amigo de Dudamel y quien ya entonces preparaba el biopic Maestro. Dice que el proyecto aún está “en el imaginario, pero cuando imaginamos la Octava de Mahler ocurrió. Así que decir imaginario es que en algún momento va a ocurrir”.
Paolo Bortolameolli trasunta optimismo y entusiasmo; habla de sueños en un contexto adverso, donde la crisis amenaza los escenarios de la música clásica. Es consciente de ello y por eso cree más urgente la necesidad de tender puentes nuevos con los públicos.
-Habría que ser muy ingenuo para decir que eso no está ocurriendo a nivel mundial. Por lo tanto, es importante que cualquier decisión que se tome respecto del futuro de la música clásica, y me refiero a Chile, tenga en cuenta que el mundo de hoy demanda otro tipo de prioridades para que efectivamente lo que nosotros hacemos permanezca: la creación de nuevas audiencias, la cercanía a los procesos formativos, como lo que hace la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil; leer bien lo que el consumidor quiere hoy, no ignorar las redes sociales, el tener una plétora de maneras de comunicarte con el público a través de distintas formas de mediación. También se necesitan programaciones versátiles, originales, que no queden ancladas en una tradición que ya pasó. Generar instancias de cruces creativos, habitar nuevos espacios. Me parece que esto es de máxima prioridad a la hora de liderar instituciones musicales. De lo contrario, creo que es mucho más probable que la crisis se acreciente.
El director sabe que en el ambiente de la música clásica no es fácil introducir cambios, la toma de decisiones está en manos de “gente que rehuye el riesgo”, pero tiene una convicción: “Quedarse en cómo las cosas se hicieron hasta hace 30, 40, incluso 20 años, me parece necio y, de hecho, hasta un poco irresponsable, porque no es hacerse cargo del presente”.
A partir de la exitosa presentación de Andrea Bocelli en el Festival de Viña del Mar, Bortolameolli escribió una columna donde apuntaba que la cultura y los espectáculos de calidad no se contradicen con el rating.
-Bocelli estuvo reventando el rating en Viña, literalmente. ¿No será que hay un poco de mito de que efectivamente la cultura no atrae? Ahora, ahí entramos a otra conversación que tiene que ver con el formato. ¿Por qué caricaturizar el acceso a la cultura? Clásica No Convencional también es cultura. Ahí se da la suma de dos cosas: el producto artístico es muy bueno y el formato es elástico, se adapta. Y eso tú podrías televisarlo si eres lo suficientemente inteligente y creativo y logras leer a tu público. No es que al público no le interese el arte o la cultura, pero tienes que saber en qué formato dárselo. Lo necio es intentar dar lo que tú quieres en un formato que no funciona: lento, largo, tedioso, además con esta seudoarrogancia intelectual del que te quiere enseñar algo. No, ese no es el punto. El punto es contagiar entusiasmo y compartirlo desde una vivencia que te acerca.
A Bortolameolli no le gusta el término “música clásica”, porque siente que genera distancia. Tampoco le agrada la figura del director sobre el podio y aun menos los liderazgos verticales.
-Esa figura grandilocuente del maestro lo único que hace es alejar al público, no generas conexión. El arte nunca pidió a los guardianes del sacro templo inaccesible. Los artistas son para hacer arte, y el arte es para comunicarse con las personas. Entonces, hay que encontrar la forma de comunicarse con todo el mundo. Yo no quise ser director por el concepto jerárquico de jefatura. Yo sigo viéndolo como cuando tenía siete años, el privilegio de esa persona que está ahí haciendo música con mucha gente, y que estamos disfrutando de un proceso de comunicación, comunión y complicidad.
Bortolameolli recuerda que el director de orquesta es el único de los músicos sobre el escenario que no toca ningún instrumento, no genera ni una sola nota.
-El sonido no te pertenece. Desde ese punto de vista, para mí el director de orquesta cumple el rol de canalizar esa energía, unir, ayudar, hacer que los que sí están tocando saquen su mejor versión y que finalmente esa orquesta suene de la mejor forma posible. Pero no eres tú el que está emitiendo sonido.
Usted se formó con directores que tenían una visión mucho más jerárquica.
Sí, yo pude tener muchos maestros muy buenos y cada uno me dio herramientas distintas que yo fui complementando en mi cabeza. Pero finalmente el que aunó todo fue Gustavo Dudamel. Yo nunca tuve una clase con él, pero solo conversar y compartir experiencias, humanidad, puntos de vista, fue muy bueno. Era lo que necesitaba para cerrar mi concepto de lo que significa ser director de orquesta. La forma en que Gustavo trabaja, la forma en que comunica, en que él lidera e inspira, cómo ejerce respeto, pero jamás desde el maltrato. Él sabe perfectamente lo que quiere y cómo lo quiere conseguir, y lo consigue desde la energía propositiva, constructiva, bella.
¿Qué significó la experiencia de la Filarmónica de Los Ángeles?
Fue un regalo inmenso en mi vida, que duró seis años maravillosos, donde aprendí de todo. Estuve sumergido en la nave madre de lo que yo creo debe ser el futuro de la música sinfónica. Porque allá sí que son abiertos, imaginativos, innovadores, siempre. Me encanta. Fue la ratificación de que sí, este es el camino. Por otra parte, tuve la fortuna de crecer mucho musicalmente, porque fue mucho el repertorio que tuve que aprender semana tras semana. Trabajar con una orquesta fantástica, conocer prácticamente si no el 100%, el 90% de los big names que hay, o sea, los grandes solistas, los grandes cantantes, los grandes directores, los conocí a todos. Y por supuesto, el premio máximo, el haber sido cercano a Gustavo, que se transformó en una persona indispensable en mi vida, tanto por lo que aprendí de él, como por lo que él hizo por mí. Todo lo que apoyó mi carrera, todo lo que significó para mi crecimiento como profesional y, además, desde lo humano.
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