Rayos chilenos contra el coronavirus

Equipo de ASI

Al sur de Santiago, entre chacras y casas de veraneo, un galpón que antiguamente se usaba para guardar tractores hoy alberga maquinaria muy diferente. Bajo un techo de planchas onduladas, hay marañas de cables, innumerables cajas de cartón y plástico, y estantes llenos de aparatos desconocidos para el ojo inexperto. Sobre las mesas, se ven computadores aparentemente desmontados y algunas herramientas más básicas, como destornilladores; también hay tazas de café y botellas vacías. No hay ventanas y la luz natural apenas se filtra en el lugar, que tiene tres zonas claramente distinguibles. Según explican sus responsables, a los extremos están el área de ingeniería y el taller; en el centro, los laboratorios y los puestos de trabajo de sus cinco profesionales.

La iniciativa se llama Andes Scientific Instruments (ASI). Está conformada por un grupo de investigadores chilenos que desarrollan y venden distintos implementos tecnológicos. Su particular sede fue adaptada para el trabajo científico en 2018, cuando al galpón se le instalaron un laboratorio óptico, una sala eléctrica y una línea de ensamblado.

El equipo también es una rareza en el ambiente de la ciencia chilena. La mayoría de los académicos prefieren cargos tradicionales, sobre todo en universidades y fundaciones. En cambio, los integrantes de ASI decidieron invertir en una empresa de innovación tecnológica dedicada a diversas áreas, con un énfasis en la salud.

Laboratorio

“Nuestra mística tiene que ver con desarrollar la mejor tecnología en Chile y demostrar que no hay ninguna diferencia con algún país desarrollado”, comenta el ingeniero Dani Guzmán, fundador de la empresa. “Lo segundo es hacer una contribución a los problemas en Chile y, lo que más me motiva, asegurarnos de que el país pueda ofrecer sus recursos naturales. Tomar ventaja de los recursos naturales para desarrollar tecnología”.

Varios de los proyectos que han construido y vendido siguen esta línea, como una máquina para productores de frutas que registra la evaporación de agua y otra que mide los glóbulos en algas. Luego están los dispositivos de uso hospitalario. Lo que todas sus creaciones tienen en común es que nacen del intercambio de ideas en sus grupos interdisciplinarios.

“Queremos hacer cosas que no se están haciendo en el país. Y decir, ¿por qué acá no?”, dice Constanza Villanueva, directora ejecutiva de ASI.

La especialización de ASI en artefactos de uso sanitario ha resultado muy oportuna en tiempos de pandemia. En las últimas semanas, han trabajado intensamente en un proyecto para ayudar al combate contra el coronavirus. A pesar de las inconveniencias del teletrabajo, los científicos se coordinaron en tiempo récord, entendiendo la importancia de ofrecer nuevas herramientas para enfrentar la crisis. Lo que comúnmente demoraba un mes, acá tomó un par de semanas de coordinación por chat. Después de plantearse tres posibles proyectos, se decidieron por la opción más práctica: un esterilizador de rayos UV para implementos hospitalarios. El trabajo con luz ultravioleta ya era una de las fortalezas de la empresa. Su aplicación no era invasiva, era rápida y permitía sacar mucha información de los elementos que se analizaban. Guzmán coordinó la idea con Amokrane Berdja, astrónomo y científico jefe de ASI.

“Pensamos que era lo mejor que podíamos hacer por nuestra experticia en óptica. Por el presupuesto dijimos que debía ser algo de este tamaño. Simulamos cómo era la propagación de luz con ese tamaño, compramos lámparas UV en Amazon, pero tuvimos que cambiarlas. Luego diseñamos la estructura completa y fabricamos planos mirando todo por WhatsApp”, afirma Guzmán.

El último paso fue volver al galpón para terminar el ensamblaje de las partes. En total, el proceso demoró dos semanas. El resultado fue una máquina con las dimensiones de un refrigerador antiguo, de revestimientos metálicos y con cuatro ruedas para facilitar su traslado.

Finalmente, la máquina fue donada el martes 22 de abril al Hospital Sótero del Río para facilitarles el trabajo a los médicos y enfermeros que están enfrentando el Covid-19.

“El diseño UV no fue llegar y poner una cuestión con unos tubos arriba. Hay todo un diseño óptico, de los reflectores, se simuló todo para que funcione. No es cualquier cosa”, señala Dani Guzmán, aclarando que este proyecto, como todo el camino recorrido por ASI, no ha sido sencillo.

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“Mi historia es larga y súper enredada”, adelanta Guzmán.

Después de estudiar Ingeniería Eléctrica en la Universidad Católica y obtener un doctorado en Física del Centre for Advanced Instrumentation de la Universidad de Durham (Reino Unido), se fue a Estados Unidos para trabajar en el California Institute of Technology (Caltech). Luego volvió a Chile para integrarse al Observatorio Gemini, cerca de La Serena.

Dani guzmán
Dani Guzmán (a la izquierda) y parte del equipo de ASI

“Siempre he trabajado en áreas técnicas. Cuando salí de la universidad dije que el futuro estaba en desarrollar cosas sofisticadas. Y en esa época, en los 90, no había más opciones que trabajar en proyectos pequeños”, señala.

En 2013, Guzmán conoció a Constanza Villanueva, una de sus alumnas en un curso que dictaba en la Universidad Católica. Juntos empezaron a pensar en una empresa de investigación y de innovación científica. Era una idea que parecía fuera de lo común para la realidad nacional, pero que los obsesionaba.

“Me metí al área de robótica, porque quería hacer cosas que no hiciera otra empresa. Para crear, que es lo más interesante, para diseñar y entregar cosas nuevas, uno tiene que hacer un emprendimiento. Eso lo tuve claro desde el comienzo”, recuerda Villanueva.

El origen de ASI se remonta a 2014. Guzmán y Villanueva idearon un proyecto centrado en innovación científica aplicada a la astronomía. Se dedicaron a tiempo completo, recibiendo ayuda solamente de practicantes universitarios. Recién dos años después se conformaron oficialmente como equipo. “Al principio estábamos más enfocados en ciertos proyectos y después dijimos ‘sí, queremos hacer distintos tipos de proyectos’. Antes estábamos resolviendo problemas y pasamos a tener más iniciativas”, dice Villanueva.

Para financiarse, ambos pidieron créditos hipotecarios y postularon a fondos de Corfo. Pero la idea no era popular ni entre sus colegas ni para consultores económicos. Significaba dejar la comodidad de un empleo formal por una aventura incierta en la que debían competir con proveedores extranjeros. Además, se les recomendaba especializarse en una sola disciplina. Los fundadores de ASI, sin embargo, no querían limitar su campo de acción. Aunque empezaron trabajando exclusivamente para la astronomía, al poco tiempo se diversificaron.

“Es difícil esta apuesta”, asegura el cirujano Rolando Rebolledo, quien ha trabajado con ASI en varios proyectos, entre ellos, el esterilizador de rayos UV para eliminar el coronavirus de implementos hospitalarios. “Chile como país no está acostumbrado a esto, la apuesta institucional no está en esto. Dani Guzmán es un poco un bicho raro, que les entrega mucho valor agregado a las cosas que hace; lo suyo no es copiar, es algo tangible. Es desarrollo tecnológico puro. No es el desarrollo de una teoría; es una práctica”.

Otros científicos que conocen la labor de ASI destacan este emprendimiento por ser una excepción en Chile. La capacidad de pensar proyectos multidisciplinarios y luego fabricarlos es algo pocas veces visto, aseguran.

“Esto es raro, la mayoría de la investigación en Chile se hace en las universidades, pero de a poco está cambiando. Gente como el Dani se adelantó a lo que está pasando... Gente que no necesita la universidad para hacer investigación, sino que lo hace por su cuenta propia (...). La importancia de ASI es que saben cómo desarrollar las tecnologías para que tú puedas solucionar tus problemas”, comenta el profesor del Instituto de Ingeniería Biológica y Médica de la UC Tomás Egaña, quien colaboró con ASI en un sistema de iluminación con rayos UV para heridas que funciona con éxito en el Hospital del Salvador.

Las ventajas que ASI podía ofrecer como proveedor de tecnología se fueron dando a conocer entre potenciales clientes. A diferencia de los artefactos importados, su taller tenía la capacidad de crear prototipos más baratos, que eran construidos y entregados sin la intervención de terceros. Antes de la crisis, Guzmán decidió dejar su puesto de docente en la Universidad Católica para dedicarle todo su tiempo a la empresa; contra los pronósticos iniciales de sus colegas, el proyecto seguía -y sigue- creciendo.

Esta semana, de hecho, ASI asegura haber completado la exportación del primer espectrógrafo totalmente diseñado y fabricado en Chile con un despacho a Alemania.

“Es histórico”, sentencia Villanueva.

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A Dani Guzmán le gusta decir que el equipo que lidera tiene una mística especial. Fue gracias a la retroalimentación constante entre sus trabajadores que consiguieron armar el esterilizador de rayos UV en tan corto plazo.

“Nuestro capital más importante es lo humano. Tenemos un científico que es físico, astrónomo, experto en diseñar óptica. La Cony es experta en robótica. Tenemos un arquitecto en software que es un genio. O sea, puedes desarrollar todo esto a través de computadores, pero nosotros armamos un grupo que es muy potente y tenemos la infraestructura que nos permite trabajar muy rápido y hacer las cosas bien”, asegura Guzmán.

La máquina contra el coronavirus fue probada esta semana en el laboratorio de Microbiología del Hospital Sótero del Río: un cultivo de la bacteria Escherichia coli fue expuesto a los rayos UV durante 30 segundos. Al apagar el aparato, ya no quedaba rastro de los microorganismos.

“No es un gran invento, pero funciona súper bien. Está bien diseñado, bien construido. Tú lo miras y dices, esto parece que lo fabricaron en otro país”, dice Guzmán.

Aunque todavía restan algunas pruebas, este resultado exitoso es un avance importante para los líderes de ASI. Ahora solamente esperan replicar el proceso de producción del sanitizador para después repartirlo en otros centros asistenciales. Guzmán asegura que, al menos en contexto de pandemia, no le interesa rentabilizar la máquina. “Es que tenemos una mística distinta”, insiste.

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