Rescate en Peulla: La odisea de Nicole Ramírez
Una enfermera sale de trekking, se pierde y tiene que pasar seis días sola, herida y aislada, en medio de la vegetación del Parque Vicente Pérez Rosales. ¿Cómo se sobrevive a eso? En este caso con ingenio, pero también con mucha suerte.
A las 14.00 del martes 26 de octubre, Nicole Ramírez, una enfermera de 29 años, decidió salir a caminar por el sendero de Peulla, en la Región de Los Lagos. Los guías de la zona le advirtieron que llegara hasta el mirador solamente. El más enfático fue Marco Cheuquián (35 años), su pareja. Ramírez asintió y emprendió rumbo con su botella de agua de aluminio y nada más, ni siquiera una chaqueta. Una hora más tarde, ella le envió un mensaje a su novio desde el lugar y le dijo que caminaría un poco más por el sendero. Cheuquián le respondió que tuviera cuidado, porque hace 14 años que conoce el lugar y sabe que desde ese punto el camino es más complejo. Pero ella quiso seguir: quería llegar a la laguna Margarita.
La laguna, ubicada en el Parque Vicente Pérez Rosales, en la comuna de Puerto Varas, es una de las atracciones que tiene Peulla: una villa a la que sólo se puede acceder a través del lago Todos los Santos, desde el puerto de Petrohué, o por vía aérea. El sendero, de unos seis kilómetros, atraviesa un denso bosque andino hasta la laguna ubicada a 1.200 metros de altura, donde la nieve predomina en época de invierno hasta mediados de primavera. Eso lo hace complicado para quienes se adentran por primera vez: la nieve cubre los rastros y las huellas.
–El nivel de dificultad del sendero es “alto”, debido a que posee pendientes bastante pronunciadas, e incluso tiene tramos con características técnicas avanzadas, en que se debe subir trepando entre las raíces de los troncos y además se deben cruzar ríos sobre troncos. Un tema importante a considerar es que nunca se debe ir solo, ya que aparte de exponerse a los riesgos señalados, existen otros factores que podrían afectar al visitante, como la niebla y, algo menos habitual, pero puede existir, el ataque de animales salvajes como pumas y/o jabalíes–, dice Claudio Riveros, jefe del sector Petrohué de Conaf.
Por eso Cheuquián le dijo a su novia, quien nunca había terminado el sendero, que fueran juntos en la mañana del día siguiente.
A las 19.00 la enfermera aún no había llegado a la casa de guías donde la pareja se alojaba. Entonces, Cheuquián decidió salir a buscarla desesperado. Desde 2007 que conocía el camino y nunca se demoró tan poco en subir hasta la laguna. Una vez allá, gritó el nombre de Nicole. Pero nunca tuvo respuesta. Otros guías llegaron a apoyarlo, pero nadie dio con Ramírez. A las 4 am terminó la búsqueda el primer día. Media hora después realizaron la denuncia por presunta desgracia en la tenencia de Casa Pangue, dependiente de la Primera Comisaría de Puerto Varas.
Al día siguiente el teniente Gustavo Villanueva, del OS-9 de Carabineros, le hizo una pregunta a Cheuquián:
–¿Crees que ella fue capaz de subir hasta la laguna?
El guía respondió que sí.
En el perfil que hizo el OS-9, a través de las entrevistas con la familia, se concluyó que Nicole Ramírez era una mujer deportista, competitiva, que siempre intentaba superarse a sí misma y que hacía tiempo que tenía la intención de llegar por primera vez a la laguna.
El análisis fue correcto. Ramírez, según su familia, cumplió su objetivo. El problema fue al bajar: extravió el rumbo, se tropezó y quedó colgando de un árbol. Después vino la caída final. Una donde la enfermera descendió seis metros, rodó por la tierra y terminó golpeándose la cabeza.
Seis días a la deriva
Nicole Ramírez cayó sobre quilas y helechos, que terminaron siendo su refugio. Solo que, cuando la enfermera despertó, ya no sabía dónde estaba. Tenía esguinces en sus tobillos y no podía abrir el ojo izquierdo producto de la inflamación causada por el golpe. La herida apenas le permitía ver y no pudo levantar el párpado durante tres días. Para disminuir la hinchazón, llenaba la botella de aluminio con agua de una vertiente que hay cerca de la quebrada y la aplicaba en la herida. También se alimentaba de raíces y flores.
–Suponemos que eran flores de coicopihue–, precisa Cheuquián.
Pese al dolor y la desesperación, Ramírez buscó fórmulas para amenizar el tiempo.
–La primera noche la pasó mirando las estrellas y cantando canciones de Illapu y Los Prisioneros, música que escuchamos siempre juntos. Los días siguientes ya estaba más perdida–, cuenta su pareja.
Después de pasar la primera noche, intentó moverse del lugar para buscar un espacio donde tuviera mayor visibilidad, pensando en un posible rescate. Al tercer día, Ramírez encontró un sector, en medio de la quebrada, donde había una vertiente. De ella bebía alrededor de tres litros de agua diaria en su botella, el único implemento que tenía cuando se perdió. Además de su celular, en el cual escribió cartas de disculpas para su familia hasta que se le acabó la batería.
–Habíamos hablado pequeñas cosas, uno nunca piensa que estos accidentes pueden pasar. Pero sí habíamos hablado de beber agua, y de algunas cosas que se pueden comer en los trekking que habíamos realizado. Pero todo es mérito de ella, es una mujer fuerte–, dice Cheuquián.
Para no pasar frío, y para enfrentar la humedad de la vegetación, Ramírez dejaba sus zapatos secando al sol durante el día y los usaba en las noches. A esas horas, agrega su familia, también se abrigaba con quilas y helechos. Para no caer por la quebrada mientras dormía, dejaba sus piernas entre las ramas de los helechos. Se acostaba abrazando palos que estuvieran firmes a la tierra, para no desestabilizarse.
Según el relato de la familia, después de los primeros días, producto de la insolación, sufrió algunas alucinaciones. Escuchaba ruidos de helicópteros y algunas voces que la hacían sentirse acompañada. También escuchó música en su mente. Y una canción se repetía con frecuencia: Un nuevo baile, de Emociones Clandestinas. Pero al sexto día, ya no reconocía ni el ritmo ni el idioma de la música que escuchaba.
Todos los días, y por largos rangos de tiempo, la enfermera gritaba. Pero el domingo 31 de octubre, las energías se le estaban acabando. Según lo que le dijo a uno de los guías, ella calculaba que el día 10 la búsqueda se acabaría. Es decir, el 4 de noviembre. Las horas pasaban y nadie llegaba a su auxilio.
Hasta que escuchó algo. Era el grito del “Chinchilla”.
“Aquí estoy”
Marco Cheuquián trabaja desde 2007 como guía turístico en Peulla. Así fue como conoció a Nicole Ramírez en 2010, cuando ella estaba en su gira de estudios. Sólo hubo miradas y complicidad mientras disfrutaban de los canopy, cabalgatas y caminatas en el lugar. Pero ella era menor de edad y debía regresar a Santiago, donde vive. Ocho años más tarde se volvieron a encontrar, a través de Instagram, y organizaron un viaje al mismo lugar.
–Comenzamos a ser amigos y desde julio de 2019 empezamos a pololear a la distancia. Yo iba a Santiago en mis días libres, para ella era más difícil–, dice Cheuquián.
En octubre pasado decidieron salir de vacaciones por el sur. Subieron el Conguillío, pasaron por Pucón a ver a un amigo y descansaron en las Termas Geométricas.
El destino final fue Peulla, donde empezó la relación, y el lugar donde el 27 de octubre llegaron los padres de la enfermera a buscarla. La desesperación fue tal, que Daniela Garrido, su madre, corrió por el sendero y los guías tuvieron que salir tras ella y pedirle que se devolviera.
El segundo día de búsqueda fue caótico. Junto a la familia llegaron el Gope y el OS-9 de Carabineros, además de la Conaf, Socorro Andino y varios guías que conocen a Marco Cheuquián por todo el tiempo que lleva en la zona.
–La capacidad que tuvo él para bajar y subir el cerro toda la semana fue realmente increíble. Nos motivaba a todos a seguir buscando, a mantener la esperanza. Peulla es una familia y por eso tantos guías decidimos sumarnos–, dice David “Chinchilla” Igor, quien renunció a su trabajo para sumarse a la búsqueda.
Según los análisis del Gope, en los dos primeros días había muchas probabilidades de que Ramírez estuviera con vida. De hecho, el teniente Villanueva se atrevió a prometerle a la familia que la iban a encontrar a salvo.
–Los primeros días era como buscar a un niño en un supermercado, todos buscando por los mismos lugares, un desorden total– dice Manfred Bottger, jefe zonal del Cuerpo de Socorro Andino.
Para agotar posibilidades, el jueves 28 de octubre empezaron a sobrevolar la zona con drones, que no lograron captar imágenes precisas del lugar.
–Queríamos hacer un sobrevuelo, pero los helicópteros de Carabineros y de la Fuerza Aérea no estaban disponibles en esos días– explica el capitán del Gope, Nicolás Cortés.
El sábado el ánimo empezó a decaer. Era el quinto día y no había ninguna novedad. Para peor, el pronóstico del clima empeoraba para los días siguientes y el desgaste físico era mayor. De hecho, una amiga de Ramírez, kinesióloga de profesión, realizaba masajes a los guías que terminaban las jornadas de búsqueda exhaustos.
En esa jornada, recuerda el capitán, Cheuquián se le acercó y le preguntó cuánto tiempo les quedaba antes de que dieran a Nicole Ramírez por fallecida. Cortés le dijo que aún estaban a tiempo, pero, en el fondo, el capitán sabía que desde el sexto día, el domingo 31 de octubre, disminuían mucho las chances. Según los números del Gope, había un 50% de posibilidades de encontrarla con vida.
Ese mismo día, Daniel Almonacid, otro de los guías amigos de Marco Cheuquián, decidió ordenar el asunto. Tenía experiencia dibujando en mapas de Google Earth y decidió sectorizar el lugar en 19 cuadrantes, ampliando la zona de búsqueda. Así organizaron a los 54 voluntarios que llegaron a ayudar.
El domingo, con el temor de que el tiempo se acabara, Alberto Jerez, padre de la enfermera, envió un mensaje desesperado, a través de la Radio Bío-Bío.
“Les suplico que manden más gente. Si esto llega a oídos del Presidente, lo que más le pido es que la primera dama, el Presidente, ellos siempre han dicho que ellos pueden dejar todo botado por sus hijos, por sus nietos, que se pongan en mi lugar, que yo soy papá y mi hija está perdida hace seis días”.
Ese domingo 31 de octubre “Chinchilla” Igor y Josué Cárcamo fueron los encargados de recorrer el cuadrante 18, uno de los más difíciles de la zona de búsqueda, por tener una pendiente de 45º.
Para tener mayor alcance, “Chinchilla” decidió escalar una lenga de 20 metros y gritar desde arriba. No gritó una palabra, fue un ruido que tienen todos los guías de la zona para ubicarse entre los bosques.
–¡Aquí!–, respondió una voz femenina.
De inmediato, los voluntarios preguntaron por radio si había alguna mujer entre los rescatistas. Había una, pero no era ella quien gritaba.
Era Nicole.
Los encargados de ir al rescate fueron Paolo Costa, Matías Potthoff y Daniel Almonacid, quienes andaban con equipamiento de rescate en altura.
Llegar al lugar donde estaba la enfermera no fue fácil. Debieron hacer descensos verticales de hasta 50 metros, con sistemas de cuerdas, cortar árboles a machetazos y pasar por zonas peligrosas.
–No me preguntes cómo llegó a ese lugar, es muy difícil de acceder y apenas se podía mover, porque podría haber seguido cayendo. Era un espacio de 1,5 metros por dos metros. Todo lo que hizo para sobrevivir, su instinto y su poder mental son realmente increíbles–, dice Costa, quien le entregó su chaqueta a Ramírez (la roja con la que apareció en televisión, tras aterrizar en Puerto Montt). También le pasó una Coca Cola que le había entregado Marco Cheuquián antes de partir.
–El segundo día la madre me entregó la bebida y me dijo: guárdala para cuando encuentres a Nicole. La tuve en mi mochila todos los días hasta que la encontramos–, cuenta Cheuquián.
Ramírez, de buen ánimo y tras agradecerles a los guías, se tomó la bebida. Se le iluminaron las pupilas y empezó a contar su experiencia de supervivencia, mientras esperaban al helicóptero de la Fuerza Aérea. En ese lapso, la enfermera también pudo establecer el primer contacto con su novio y sus padres.
–Estoy bien– les dijo Ramírez, quien no tardó en pedir disculpas.
–Te amo. Te tengo el anillo esperando–, le respondió Cheuquián emocionado.
Finalmente, el helicóptero llegó, y aunque tuvo algunas complejidades, se concretó el rescate de la enfermera que fue trasladada al Hospital de Puerto Montt. Tres días después, tras recibir el alta médica, Ramírez subió a Facebook un post para agradecer a los guías que la salvaron.
También les les puso un nombre: “Mis héroes, los salvajes peullanos”.
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