Tomás Vodanovic: “El Frente Amplio ya cumplió la etapa de los símbolos y tiene que entrar de lleno en la etapa de la gestión”


TOMAS VODANOVIC, ALCALDE DE MAIPU
04/01/2024 TOMAS VODANOVIC, ALCALDE DE MAIPU FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA

Aunque es parte de la generación que hoy gobierna, el alcalde de Maipú llama a su mundo político a poner más foco en la gestión del Estado para dar soluciones concretas a la gente. “Es el momento que nuestra generación política entienda que la gestión es mucho más importante que los símbolos”, dice.


Nació en 1990. Justo el año en que comenzaba la transición a la democracia y en que muchos de los actuales socios del gobierno de Gabriel Boric asumían el poder en un complejísimo momento político.

Tomás Vodanovic es parte de esa generación del Frente Amplio que se conoció en los patios universitarios y que impugnaron al mundo político de la ex Concertación. Así crecieron políticamente y así llegarían al poder varios años después.

De 33 años. Sociólogo de la UC, militante de Revolución Democrática, Vodanovic lleva tres años a la cabeza de la alcaldía de Maipú y tiene decidido ir a la reelección.

Esa experiencia en terreno, dice, lo ha vuelto más pragmático. Menos banderas ideológicas y más acción. “Mi vocación política está mucho más en la gestión concreta y cotidiana del Estado para resolver problemas de la gente que en la trinchera política, en la discusión o en los símbolos”, afirma de partida.

¿Y antes fue distinto?

Quizás en otra época la ciudadanía demandaba más horizonte, más anhelos. Hoy la gente demanda respuestas muy concretas, prácticas. Y ahí los municipios tenemos mucho que aportar. No sólo en la construcción de políticas públicas efectivas, sino también a la reflexión política de una nueva generación.

Eres parte de esa generación frenteamplista que llegó con la promesa de cambiar la política. Esa apuesta política y moral ¿logró cuajar? Hay muchas críticas…

Fuimos una generación política que se levantó mucho en base al diagnóstico, a la crítica, al anhelo de un país distinto. Siento que eso cumplió una fase en nuestro proceso de maduración política. En el momento en que nos convertimos en gobierno, la gente ya dejó de evaluarnos por nuestra capacidad de diagnosticar, criticar o soñar y comenzó a evaluarnos por nuestra capacidad de hacer.

¿Es un acto de madurez decir que los símbolos ya no son importantes…?

No es que no sean importantes, pero creo que el Frente Amplio ya cumplió la etapa de los símbolos. Hoy día tiene que entrar de lleno en la etapa de la gestión. Los símbolos no le cambian la vida a nadie.

¿Y qué implica asumir eso?

Que hoy día ya no es importante lo que el Frente Amplio quiere o anhela. Lo verdaderamente importante es que el Frente Amplio sea capaz de construir con obras concretas. Y ahí es muy importante que, como generación política, nos demos cuenta de que ya pasamos una etapa. A la gente no le interesa tanto nuestra identidad ni nuestro discurso, sino qué tan capaces seamos de mejorar su cotidiano. Ese es el principal llamado de atención que nos tenemos que hacer.

Pero han pasado dos años de gobierno…

Sí, por eso es tan relevante que nuestra generación política entienda ahora que sólo con avances concretos podremos cumplir con la promesa que le hicimos a la ciudadanía. Es pasar de las palabras a las acciones. Es la única forma de comenzar a hablarle a más del 30 o 35 por ciento de apoyo que tenemos. Sobre todo hoy día, cuando la política se ha vuelto ineficiente, poco productiva para la gente. Por eso la desconfianza.

El rol del Estado

Dices que ustedes llegaron con un buen diagnóstico de la sociedad. Eso ha sido ampliamente rebatido por muchos analistas e intelectuales…

Evidentemente, el ejercicio de diagnosticar y criticar una realidad social es más fácil que poder transformarla. Dicho eso, y más allá de que hoy la prioridad sea la agenda de seguridad, sigo pensando que la herida más profunda de este país es la pobreza y la desigualdad que enfrentamos todos los días. Es lo que veo caminando por los barrios, conversando con los vecinos.

¿Más que antes?

Después del estallido social esa realidad ha recrudecido. La gente está más pobre, tiene más necesidades y el Estado no está siendo capaz de garantizar ciertos derechos mínimos. Eso sigue más latente que nunca y es el principal desafío de la clase política. Sobre todo de quienes creemos que el Estado tiene un rol importante que jugar.

¿Y en eso están al debe?

Sin duda. Hemos estado al debe. El gran desafío de la izquierda es administrar el Estado de forma más eficiente, más moderna y transparente. Ese debería ser un elemento primordial de nuestro proyecto político.

¿Lo dices por la izquierda en general? ¿Por el Frente Amplio en particular?

Por todos, pero creo que desde el FA tenemos que tomar conciencia de que la gente no nos está evaluando por el Chile que anhelamos en abstracto. Nos está evaluando por el Chile que somos capaces de construir. Por eso digo: la gestión del Estado, las obras concretas, son lo que le va a permitir al Frente Amplio poder ampliar el público al cual le estamos hablando y lograr mayor aceptación social.

Más allá del terreno municipal, ¿tienes una mirada crítica de cómo lo ha hecho el gobierno?

El gobierno ha entendido que la gestión es un elemento primordial del éxito o el fracaso de su proyecto político. Somos una generación que tiene una cultura política que partió en el espacio universitario, en las movilizaciones sociales, en el Parlamento. Por definición, son espacios más desde la retórica, pero no de la gestión dura del Estado. En ese sentido, creo que el municipalismo le está aportando un elemento importante al proyecto del Frente Amplio. Es lo que estamos haciendo en Maipú, en Viña del Mar, en Valdivia...

¿Ser más pragmático?

Claro, en la gestión municipal uno se vuelve más pragmático, más concreto. Por eso, pongo sobre la mesa el argumento de que la gestión del Estado es más importante que los símbolos o que las banderas. En el fondo, es saber que lo que la gente espera de nosotros es que seamos capaces de resolver sus problemas. Esto es lo que el gobierno tiene que entender rápidamente.

“Mira, un ejemplo. Aquí recuperamos la Plaza de Maipú, no fue un beneficio a los que piensan como nosotros. Yo no les hablo a los que me siguen en Instagram. Les hablo a todos los vecinos de Maipú que se levantan a las 5 de la mañana para salir a trabajar, que vuelven tarde en la noche y que antes no podían caminar porque se sentían inseguros. Por eso muchas personas valoran positivamente nuestro gobierno comunal. Porque el trabajo y la gestión se notan en su día a día”.

Otro tema clave para la ciudadanía es la seguridad. ¿La izquierda se siente incómoda con esa agenda?

Yo rebato esa idea. Todos sabemos que el principal deber del Estado es garantizar la seguridad de las personas. No hay ejercicio de la libertad si las personas no se sienten seguras. Y ahí la izquierda no puede tener ningún complejo. Pero tampoco puede caer en la ola de declaraciones populistas y rimbombantes que suenan bien, pero no tienen ningún efecto práctico. La izquierda tiene que ser responsable en empujar políticas públicas en base a evidencias que realmente tengan resultado.

Eso puede ser ambiguo. Porque las discusiones se eternizan y la violencia avanza…

Ahí tenemos una deuda como país. No sólo como izquierda o derecha. Los fenómenos de delitos y violencia han venido creciendo durante los últimos 20 años. ¿Y qué pasa? Se llenan los matinales con cuñas para la galería. Creo que hay que descansar un poco de la ansiedad de aparecer todos los días en los medios y ponerse a pensar políticas de forma un poco más colaborativa y responsable. Es un problema cuando la clase política parece estar más preocupada de las puestas en escena que de llegar a acuerdos.

¿Salir de la espiral?

A propósito de los acuerdos, ¿cómo ve la relación con la derecha? Porque ahí también hay nudos…

Me parece que hay una parte de la derecha que se parece cada vez más al Frente Amplio de hace cuatro años.

A ver…

Me refiero a que lo que pasó con la oposición al gobierno de Piñera, es lo que está pasando hoy día con la oposición al Presidente Boric. O sea, hay un sector político atrincherado que está más preocupado de hacerle la vida difícil al gobierno que de sacar soluciones para los ciudadanos. Con el proceso constituyente, fue calcado el error que cometió la izquierda en el primer proceso constituyente. ¿Cuándo vamos a salir de esa espiral de seguir cobrando lo que el otro hizo en el pasado?

¿Quizá falta un mea culpa?

Ha habido mea culpa. Se lo he escuchado al Presidente y yo mismo lo he hecho. No tengo ningún problema en volver a reiterar que una parte importante del Frente Amplio fue una oposición sumamente mezquina en el gobierno de Sebastián Piñera. Y hoy día parte importante de la derecha está ejerciendo un rol opositor bastante mezquino, muy similar al que ejercimos nosotros. Esas dinámicas no contribuyen a lo que el país necesita hoy día.

Pero están vigentes…

Sí, y tampoco hay incentivos para cambiarlo. A muchos les puede despertar más pasión escuchar un discurso de José Antonio Kast, pero yo estoy convencido de que al país le hacen mucho mejor liderazgos como el de Germán Codina, Ignacio Briones, Jaime Bellolio, por ejemplo. Uno tiene que tratar de replicar ese tipo de liderazgos.

Boric: un paso adelante

Desde lo puramente generacional, ¿al Presidente Boric lo has visto caminar solo?

No. Yo siento que el Presidente va un paso más adelante que los demás. De alguna manera, él va marcando el camino, pero en ningún caso va solo. Mantiene su base de apoyo. Hay un sector político que está cuadradísimo con su proyecto. Lo que sí veo es que muchas veces el gobierno -no el Mandatario- ve al Parlamento como la principal cancha donde se juega el partido. Yo pienso que el espacio municipal es una cancha igual o más importante para ver la capacidad que tenemos de incidir en la vida de la gente a través de la acción más ejecutiva.

En estas mismas páginas, el rector Carlos Peña decía que el Presidente y el Socialismo Democrático se tenían que sacudir del “lastre” del Frente Amplio. ¿Cómo lo ves?

Lo primero: el Presidente Gabriel Boric debe ser el liderazgo más capacitado de nuestra generación política. Ha tenido sabiduría para conducir el gobierno y mucha flexibilidad ante los nuevos escenarios.

¿A los cambios de agenda?

Es evidente que las prioridades del país eran distintas a las que tenemos hoy día. Y no hemos tenido un gobierno terco que insista en una fórmula, sino que ha logrado abrirse, incorporar nuevos cuadros, nuevas miradas, tener un juego de piernas suficiente para entender que la principal urgencia es la seguridad. Además, él entendió que requeríamos de experiencia para poder gestionar bien el Estado en ciertos ministerios claves. Y no sólo ha hecho los cambios necesarios, sino que el Presidente ha logrado dar con el tono que el país necesita.

Cuando le preguntaba si el Presidente caminaba en solitario, me refería a si todos lo entienden igual…

Evidentemente, un país no lo construye solo un Presidente. Requiere de varios actores e instituciones y a veces ha faltado más colaboración. Pero tenemos un Presidente que entiende que en el conocimiento del aparataje público, en la incorporación de distintas miradas y experiencias, se puede jugar el éxito o fracaso de un gobierno. Y no tanto en el reforzamiento de una identidad.

¿Y los demás?

Yo veo que hay otros liderazgos en el espectro político chileno que insisten en hablarle a su nicho, en reforzar su identidad, en no salir de esos márgenes. En cambio, el Presidente Boric está dispuesto a incorporar otras miradas, a hablarles a otros mundos. Me parece que es lo que el país necesita.

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