Casos de abusos en la Iglesia Católica: La ola de renuncias de arzobispos y cardenales que golpea al Vaticano
El Papa Francisco aceptó hoy la dimisión del australiano Philip Wilson, que se suma a la de Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington.
Ahora ha sido el turno del arzobispo australiano Philip Wilson. Tras haber sido declarado culpable de encubrir abusos sexuales cometido por un sacerdote en los años 70, el Papa Francisco aceptó hoy la renuncia del arzobispo de Adelaida, convirtiéndose así en la segunda dimisión de un cargo eclesiástico de alto perfil por su relación con los abusos sexuales en los últimos días.
Wilson, de 67 años, fue declarado culpable en mayo de no revelar abusos del sacerdote James Fletcher luego de que dos víctimas le informaran al respecto, una de ellas un monaguillo que se lo contó dentro del confesionario. El prelado, que siempre ha negado las acusaciones, anunció ese mismo mes que renunciaba a sus funciones para sopesar el veredicto.
"El Santo Padre aceptó la renuncia del gobierno pastoral de la arquidiócesis de Adelaida (Australia) presentada por monseñor Philip Edward Wilson", reza la nota divulgada hoy por el Vaticano. Según la agencia Reuters, Wilson es el clérigo de mayor rango de la Iglesia Católica en el mundo declarado culpable de encubrir abusos sexuales a niños. El caso de Wilson se suma al del cardenal australiano George Pell, que está siendo sometido a juicio en Melbourne por presuntos abusos de menores. El purpurado era hasta hace poco número tres del Vaticano.
La de Wilson fue la segunda renuncia de un cargo eclesiástico de alto perfil por su relación con abusos sexuales en los últimos días. El Papa Francisco aceptó el sábado la renuncia del cardenal Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington, a quien le impuso sanciones sin precedentes para su cargo, antes incluso del final de su juicio canónico, incluyendo la suspensión del Colegio Cardenalicio y la obligación de llevar una vida de penitencia y oración aislado de los demás, tras una investigación que consideró "creíbles" las acusaciones de abuso sexual en su contra.
McCarrick, de 88 años, era uno de los cardenales estadounidenses más destacados encargado de enfrentar la crisis de los abusos sexuales cuando estalló públicamente en el país en 2002. Desde entonces, varios seminaristas han presentado denuncias de mala conducta y acoso, mientras que otra víctima identificada solo como James ha alegado que McCarrick abusó sexualmente de él desde que tenía 11 años.
Hace pocos días, el cardenal de Boston Sean O'Malley, presidente de la Pontificia Comisión para la Defensa de los Menores y uno de los más cercanos colaboradores del Papa, publicó una nota sobre el caso McCarrick indicando que, teniendo en cuenta el caso del arzobispo emérito de Washington, "las disculpas no son suficientes".
El hecho que el Papa Francisco aceptara las renuncias de Wilson y McCarrick, a juicio de The Associated Press, sugiere que el Pontífice está dispuesto a mostrarse firme en este asunto antes de viajar a Irlanda el mes que viene, donde es probable que el escándalo domine la visita.
En la historia reciente de la Iglesia no hay casos de renuncias de un cardenal debido a abusos sexuales, destaca el portal Vatican Insider. La única renuncia efectiva de un purpurado fue hace 91 años, en 1927, cuando el francés Louis Billot dejó el birrete por no estar de acuerdo "políticamente" con Pío XI, conocido también por su severidad con sus colaboradores.
Mucho más semejante, en cambio, sería el caso del cardenal escocés Keith O'Brien, quien, en vísperas del Cónclave de 2013 que eligió al Papa Bergoglio, presentó su "renuncia a los derechos y a las prerrogativas del cardenalato" después de haber sido acusado de haber abusado de tres sacerdotes y un ex seminarista durante los años 80 y 90. O'Brien, que falleció en marzo de 2018, no participó en el Cónclave que eligió al Papa Francisco, pero no perdió el título cardenalicio.
El primer cardenal acusado de abusos sexuales fue el arzobispo de Viena, Hermann Groer, a quien se le impuso el retiro a la vida privada en penitencia y oración, pero sin ninguna sanción. En 1995 Groer fue acusado de molestias sexuales a algunos seminaristas, pero siempre reivindicó decididamente su inocencia.
Aunque el prelado lo negó, en 1998 Groer, correspondiendo a una petición del Papa Juan Pablo II, rompió su silencio y pidió "perdón a Dios y a los hombres por si me he cargado de culpa". Hasta su muerte, en 2003, Groer vivió retirado en un monasterio.
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