El retorno del rey: Haruki Murakami vuelve al mundo de los cuentos
Primera persona del singular, se llama, y es el sucesor del exitoso volumen La muerte del comendador. Se podrá encontrar desde octubre en nuestro país vía Tusquets. Se trata de un formato que ha dicho que le acomoda, y al cual le tiene cierta reverencia, tanto que le ha hecho guiños a nombres como Ernest Hemingway o Raymond Carver, maestros del cuento.
Pasaron tres años desde que en 2019 se publicara en castellano el libro 2 de su novela La muerte del comendador (y el primero, en 2018) para pillar la última vez en que una de sus novelas visitó las gavetas de las librerías como una novedad. Y la vista retroactiva debe hacerse aún más larga para encontrar un libro de relatos en ese mismo ejercicio: Hombres sin mujeres, de 2015.
Pero el silencio que venía arrastrando Haruki Murakami (72) acaba de llegar a su fin. Este 29 de septiembre se lanza en España su nuevo libro. Se trata de Primera persona del singular, una colección de relatos publicado por la casa editorial Tusquets.
En 288 páginas, Murakami despliega cuentos que tratan desde amores de adolescencia evocados con cierta nostalgia, reseñas de discos de jazz, un amante del béisbol que escribe poesía, o un simio parlante que trabaja como masajista. Es decir, poniendo una pata en lo real y lo imaginario.
Pero el párrafo anterior en realidad puede sonar también como una especie de micromundo. Porque, digámoslo, los amores perdidos, las relaciones truncadas y la soledad, la adolescencia, los reencuentros, además del jazz y los deportes son temáticas que el nipón ha tocado una y otra vez en sus libros. De alguna forma, vuelve a sus obsesiones.
De qué hablamos cuando hablamos de cuentos
Primera persona del singular es el quinto volumen de cuentos del oriundo de Kioto. Más conocido por sus novelas, como Tokio blues (1987) o Kafka en la orilla (2002), Murakami ha reconocido que de algún modo escribir en formato corto es un ejercicio diferente al de la larga extensión. “Por decirlo de la forma más sencilla posible, para mí escribir novelas es un reto, escribir cuentos es un placer”, señaló él mismo en el prologo de su volumen de relatos Sauce ciego, mujer dormida (2008), el más conocido que tiene en esa órbita.
Ese prólogo de alguna manera es una especie de manifiesto del modo murakamiano de acercase al cuento. No es raro considerando que ha traducido a Francis Scott Fitzgerald y a Raymond Carver, dos de los maestros del cuento en la literatura estadounidense. Tal es el respeto que le tiene al formato, que ha reconocido -en ese mismo prólogo- que no puede estar escribiendo novelas y cuentos al mismo tiempo. Acaso reconociendo que son dos cocciones que necesitan su tiempo particular.
“Desde el comienzo de mi carrera de escritor de obras de ficción en 1979 he alternado con bastante constancia entre escribir novelas y escribir cuentos -dice Murakami-. Mi pauta ha sido ésta: una vez termino una novela, siento el deseo de escribir algunos cuentos; una vez he hecho un grupo de cuentos, entonces me entran ganas de concentrarme en una novela. Nunca escribo cuentos mientras estoy escribiendo una novela, y nunca escribo una novela mientras estoy trabajando en unos cuentos”.
¿Cómo podemos caracterizar sus cuentos? El crítico literario Matias Rivas señala a Culto: “Son cuentos más cercanos a la descripción. Muy influidos por la tradición norteamericana, y por la tradición que viene de Kawabata. En general, son cuentos con poca acción pero que tienen un alto grado de intriga, hace muy buena ecuación entre la tradición japonesa y la cosa occidental”.
Sobre el punto de la tradición, Rivas apunta un detalle no menor. “Hay una tradición de cuentistas en Japón y él está haciendo un gesto para inscribirse ahí. Mishima fue cuentista, Tanisaki fue cuentista, Kawabata fue cuentista. Los grandes escritores japoneses han hecho del cuento un género que no se parece al occidental debido a que no tienen suspenso”. En el fondo, agrega el también director de Ediciones UDP, Murakami “va un paso más en occidentalizar esa tradición”.
“Los cuentos de Murakami le agregan un poco de suspenso, él ha dado un paso más de occidentalizar esa cultura”, añade Rivas. “Son cuentos muy acotados, que nunca pasan de 10 páginas, o menos. Yo las definiría como pequeñas Epifanías”.
Ahora, de alguna manera Murakami ha utilizado los cuentos como una especie de laboratorio, puesto que algunos de ellos los ha reescrito como novelas. Son los casos, por ejemplo, de El pájaro que da cuerda al mundo y Las mujeres del martes (incluidos en el libro El elefante desaparece), que dieron origen a la novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Otros ejemplos son los cuentos La luciérnaga y Los gatos antropófagos, que se convirtieron en Tokio blues y Sputnik, mi amor, respectivamente.
“Hubo un periodo en el que narraciones que había escrito como cuentos continuaron creciendo en mi mente, después de publicarlos, y se transformaron en novelas -asegura Murakami en el citado prólogo-. Un cuento que había escrito mucho tiempo antes irrumpía en mi casa en plena noche, me zarandeaba hasta despertarme y gritaba: ‘¡Eh, que éste no es momento de dormir! ¡No puedes olvidarte de mí, todavía quedan cosas por escribir!’...Impulsado por esa voz, me encontraba escribiendo una novela. También en este sentido mis cuentos y novelas se conectan dentro de mí de una manera orgánica, muy natural”.
Murakami también ha señalado que escribir cuentos es algo que en los términos fríos de una estimación tiempo/producción -como si fuese una máquina-, le da cierto goce. “Uno de los placeres de escribir cuentos es que no se tarda tanto tiempo en terminarlos -explica-. Generalmente me lleva alrededor de una semana dar a un cuento una forma presentable (aunque las correcciones pueden ser interminables). No es como la total entrega física y mental que se requiere durante el año o los dos años que tardas en redactar una novela. Entras en una habitación, terminas tu trabajo y sales. Eso es todo. Para mí, al menos, escribir una novela puede parecer una tarea que nunca acaba y a veces me pregunto si voy a salir vivo del empeño. Así que encuentro que escribir cuentos es un cambio de ritmo necesario”.
¿Cómo trabaja en los cuentos? Pocas veces en la literatura tenemos la oportunidad de conocer de primera fuente el detalle del nacimiento de una obra. Murakami lo hizo en el mencionado prólogo. “Puedes crear un argumento a partir de los detalles más nimios…, una idea que brota en tu mente, una palabra, una imagen, cualquier cosa. En la mayoría de los casos es como la improvisación en el jazz, y el argumento me lleva a donde a éste le plazca. Y otra cosa buena es que en el caso de los cuentos no tienes que preocuparte por el fracaso. Si la idea no sale como esperabas, te encoges de hombros y te dices que no todas pueden salir bien”.
“En mi caso, cuando escribo novelas me esfuerzo mucho por aprender de los éxitos y los fracasos que experimento cuando escribo cuentos -reconoce-. En ese sentido, para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental como novelista. Es difícil hacer experimentos como a mí me gusta dentro del marco de una novela, de modo que sé que, sin cuentos, la tarea de escribir novelas resultaría aún más difícil y exigente”.
En sus cuentos, Murakami ha hecho guiños a la cultura pop y al universo cultural estadounidense. En 2013, publicó el relato, Drive My Car en Bungeishunju, la revista de su editorial en Japón. Cómo no, se trata de una cita a la canción que abre el legendario Rubber Soul (1965), de los Beatles. Otro cuento tiene otro nombre con aroma beatlero: Yesterday, incluido en el libro de relatos Hombres sin mujeres (2015). Aunque hay que decir que lo pop es una piedra angular de toda la narrativa de Murakami, lo mismo que la costumbre de rendir homenajes. De hecho, Hombres sin mujeres es también el título de un libro de relatos de Hemingway, de 1927.
¿Otro ejemplo? Por supuesto. Los títulos de sus ensayos De qué hablo cuando hablo de correr (2007) y De qué hablo cuando hablo de escribir (2017) tienen la ineludible referencia a Raymond Carver y su incombustible De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), claro que habría que preguntarle a Murakami cuál versión del oriundo de Oregón prefiere, si el “original” (el de Principiantes) o el editado (y sobreeditado) por Gordon Lish, pero ese es otro cuento.
El hombre pop
Para entender la occidentalización de los cuentos de Murakami hay que mirar sus obsesiones, las cuales se sitúan en la cultura pop anglo. Ahí está la fascinación por los Beatles, a quienes hace un guiño en Tokio blues, quizás el mejor libro para adentrarse en su universo. También por la música sesentera de la tierra del Tío Sam como cita al inicio de La caza del carnero salvaje. “Eran los tiempos de The Doors, los Stones, los Byrds, Deep Purple y los Moody Blues. El aire estaba vivo pese a que todo parecía envenenado en el borde del colapso, esperando un empujón”.
También ha citado a Nat King Cole, Beach Boys o composiciones clásicas de Rossini, Beethoven, Mozart y Vivaldi. Y por supuesto, el jazz, tanto así que llegó a ser dueño de un bar en Tokio donde se tocaba jazz entre 1974 y 1981, el nombre lo decía todo. El Peter Cat.
“La cultura estadounidense se arraigó en mi cuerpo”, dijo en una oportunidad, en las pocas veces que ha concedido una entrevista. De hecho, ha asegurado que en su juventud nunca leyó literatura japonesa “porque la encontraba aburrida”. Por lo cual, su obra, particularmente occidentalizada ha encontrado cierta resistencia en su tierra natal.
“No soy muy popular entre los críticos japoneses, aunque los lectores siempre me han apoyado -reconoció en 2011 durante una rueda de prensa por el Premi Internacional Catalunya-. Creo que no les gusto mucho precisamente porque integro diferentes elementos. Stephen King, Dostoievski y Los Soprano.Todo lo absorbo, soy como una esponja, la literatura culta y la cultura popular”.
A renglón seguido se manifestó sin rodeos: “A mí me gusta todo. Kafka y Stephen King. La música pop y las series de televisión. ¡Me gusta Lost, me encanta! Me encanta la televisión. He escrito pensando en Twin Peaks. Me gusta Radiohead y la música sinfónica. Yo soy así”. Cultura pop a la vena.
Tampoco se trata de un apóstata o un apátrida. Simplemente, como alguien fundamentalista de lo postmoderno, absorbe influencias de varios lados. “Nací en Japón, crecí en Japón, hablo japonés, como comida japonesa, tofu, sushi, este tipo de cosas japonesas. Pero también me gusta el jazz, y la literatura occidental. Está todo mezclado. Cuando un joven japonés bebe Coca-Cola es algo integrado ya en su vida cotidiana. No es fácil definir qué es Oriente y qué Occidente. Y lo mismo podemos decir de mi obra creativa”.
Primera persona del singular, llega a Chile en este mes de octubre entre las novedades de Tusquets.
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