Geo Maher, politólogo estadounidense: “El Partido Demócrata está apostando hacia el centro, pero corre el riesgo de que los jóvenes no salgan a votar”

Estudiantes se manifiestan en el campus de la Universidad de Columbia en apoyo de los palestinos, en la ciudad de Nueva York, el 29 de abril de 2024. Foto: Reuters

Con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, Maher cree que factores como la guerra en Medio Oriente podrían ser claves en el apoyo que entreguen (o no) la izquierda y la juventud progresista a la candidata Kamala Harris. Desde su mirada abolicionista critica el uso que Donald Trump hace del miedo y la migración como arma política.


Invitado a la Feria Internacional del Libro Democracia y DD.HH. de Recoleta, el politólogo estadounidense Geo Maher conversó con La Tercera del presente electoral de su natal Estados Unidos, de la guerra en Medio Oriente y el Partido Demócrata, pero también sobre el impacto que la migración y el presente venezolano tendrán en los comicios del 5 de noviembre, y más allá.

No es un tema que le sea ajeno. Autor del libro Nosotros creamos a Chávez. Una historia popular de la revolución venezolana, este politólogo que aboga por la abolición de las fronteras y la policía explicó su preocupación no solo por lo que considera una utilización política del tema migratorio por parte del expresidente y candidato republicano Donald Trump. También apuntó a la proyección que sectores del Partido Republicano estarían haciendo para reformar la colectividad y, por extensión, a la nación.

¿Le parece que fue la decisión correcta el nominar a Kamala Harris como la candidata presidencial del Partido Demócrata, en desmedro de Joe Biden?

Claro que sí. De manera estratégica, fue necesario que se apartara a Biden de la candidatura y que se creara un espacio para algo distinto. Para nosotros (la izquierda estadounidense) es complicado, porque nos enfrentamos a que el Partido Demócrata siempre está dando por sentado que toda la izquierda y los progresistas van a votar por el partido en medio de pleno genocidio en Gaza. Cuando se piensa en la geografía electoral de Estados Unidos, es más complicado aún, porque un estado importante, como lo es Michigan, a través del cual perdió Hillary Clinton en 2016, es el que cuenta con mayor cantidad de votantes musulmanes y palestinos en el país. El Partido Demócrata está apostando hacia el centro, a buscar votos de los republicanos que no son tan extremos como Trump, pero está corriendo un riesgo impresionante de que los jóvenes no salgan a votar.

Manifestantes que se oponen a la protesta de los partidarios de Palestina sostienen carteles frente a la Universidad de Columbia en el primer día del nuevo semestre en Nueva York, el 3 de septiembre 2024. Foto: Reuters

Sobre esa postura del partido ante la guerra en Medio Oriente y el voto progresista, en términos reales, ¿qué tan posible es que eso sea un factor determinante en las elecciones de noviembre?

Sí que va a ser un factor. La cuestión es si va a ser tan decisivo. En Estados Unidos el riesgo es que la gente no vaya a votar. Va a ser muy difícil convencer a un joven progresista de que tiene que votar por Kamala. Está intentando hacer algunos gestos progresistas, pero no va a ser suficiente. Y el riesgo es aun más serio cuando pensamos en cómo funciona el Colegio Electoral, donde si se gana un estado, te quedas con todos los votos electorales de ese estado. Es a través de esa matemática que ganó Trump (en 2016). En toda la zona que llamamos el Rust Belt (cinturón del óxido, que comprende el Nordeste y Medio Oeste de EE.UU.), ese sector posindustrial en que durante los últimos 30 años de neoliberalismo se han cerrado las fábricas, hay una pandemia de metanfetaminas y opioides, y está muriendo la gente por falta de tratamiento médico y de oportunidades económicas. El Partido Demócrata no responde, y alguien como Trump ofrece una visión populista de derechas, y para algunas de esas personas les funciona. No van a votar a un demócrata neoliberal, pero sí quizás a un populista de derecha. Si Trump gana esos estados en el centro del país, ganó la reelección. Bernie Sanders habría podido ganar esos votos, porque tiene una visión más populista de izquierda, pero eso no existe en el centro del partido. Será muy difícil para Kamala, pero un poco más fácil que para Biden.

De momento, las encuestas le dan una ventaja pequeña a Harris y su compañero de fórmula, Tim Walz. Considerando la batalla por los estados claves, ¿es ese su techo, o puede seguir creciendo en apoyos?

Los supuestos expertos que hacen los sondeos no saben nada de cómo funciona el momentum político. No lo pudieron entender ni prever en 2016, cuando nosotros (la izquierda estadounidense) sí lo previmos, porque entendemos lo que es el fracaso estructural del Partido Demócrata y del capitalismo neoliberal. Ha cambiado el escenario desde ese momento, porque bajo el Covid hubo un espacio para la acción del Estado. Fue necesaria su intervención y Biden sí ofreció un poco de aquello. Kamala Harris está criticando a las empresas grandes por subir los precios, pero eso es lo más crítico que pueden decir los demócratas en estos momentos. Lo más desilusionante es que en esa ala supuestamente progresista de Alexandria Ocasio-Cortez están cerrando filas detrás de Kamala Harris. Es una locura, porque está apoyando actualmente a Israel cuando está desencadenando un genocidio de casi un año. Se ha abierto una brecha fundamental entre los demócratas y la izquierda, porque la lucha palestina ha reconfigurado totalmente la izquierda de EE.UU. Es lo que llamamos la intifada estudiantil. Los estudiantes empezaron a presionar a sus instituciones para que se quiten los fondos de Israel o los vínculos con empresas israelíes, y ¿cuál fue el resultado? Una represión feroz. En un momento ya no tenía que ver con Palestina, sino con la cuestión democrática del derecho de manifestarse en las universidades.

¿Es posible que alguna vez surja algo así como una tercera opción política en Estados Unidos? En Latinoamérica no es algo demasiado fuera de lo común, pensando en gobiernos como el de Gabriel Boric, por ejemplo.

Primero hay que distinguir entre una tercera vía verdadera y la tercera vía neoliberal. No siempre es tan sencillo, pero durante mucho tiempo esa fue la cuestión. ¿Queremos un capitalismo más suavizado, que no sea tan brutal? Pero la verdad, eso no existe o es muy difícil. No soy experto, pero se ven muy bien los límites con el caso Boric y el de otros en el continente. La tercera vía verdadera tiene que buscar otra manera de surgir, y eso tendría que ver con los movimientos en la calle. Esa es la vía que vemos, por ejemplo, en los orígenes de la marea rosa. No de un liberalismo progresista, sino de izquierda. Coinciden en su momento en Ecuador, pero más que todo en Bolivia, en Venezuela, en Argentina a veces, en que tienen una historia de revuelta, de luchas populares en la calle que llevaron al país a un momento de quiebre en que hubo que decidir. Ahora bien, en EE.UU. es complicadísimo, más que nada por las instituciones existentes. Primero que todo, si en un país existe un bipartidismo es por las reglas electorales; es decir, por la estructura institucional. Por ejemplo, con el Colegio Electoral y cómo funcionan las elecciones, es muy difícil para un tercer partido entrar y ganar. También por instituciones como el Senado o la Corte Suprema. Ambas son diseñadas para ser conservadoras, y estamos llegando a un momento de quiebre en que esas instituciones no pueden cambiar. Así se explica el surgimiento de un Trump, porque su base existe más que todo en las partes despobladas de blancos y clase media del país. Son lugares que son sobrerrepresentados dentro del sistema.

Imagen de una bandera con la leyenda: Dios, armas y Trump, en septiembre de 2020. Foto: Archivo

Esta será la tercera candidatura consecutiva de Donald Trump. ¿Ve al ala MAGA (Make America Great Again) como el futuro del Partido Republicano, o eso depende de cómo le vaya a Trump en las elecciones de noviembre?

Hay una historia, que es la del surgimiento de esa ala abiertamente racista, nativista y xenófoba del partido desde hace 15 años, en lo que llamamos el Tea Party, un movimiento que intentó tomar el partido por parte de la ultraderecha. Esa tendencia siempre ha existido y ha sido fundamental en la construcción de la historia de Estados Unidos. No solo es un país capitalista, sino que es capitalista porque es colonial. Vienen los colonos y la cuestión siempre es qué puede hacer un individuo para avanzar económicamente, y eso se traduce en tomar tierras, cultivar, elevarse económicamente. Eso tiene mucho que ver con el cristianismo protestante evangélico (una de las mayores religiones en EE.UU.). Desde un punto de vista, la base de ese movimiento está muriendo y va a ser muy difícil para el partido existir solamente a base de eso, y lo saben muy bien. Por eso aparecen estrategias como lo que Trump llama el nacionalismo económico, donde buscan reclutar a un sector de los afroamericanos y un sector de los latinos para construir una visión más a largo plazo, porque no lo pueden hacer solamente con los blancos de más edad que ya están muriendo. También tiene que ver con cultivar una nueva derecha aglutinada en el (movimiento) “alt-right”. Todo esto para decir que el objetivo es construir una visión a largo plazo de un renacer norteamericano, pero tiene que perder algo, saben que no puede ser un partido de blancos. Pasa también en Europa y otras partes, que está emergiendo una visión de la derecha multicultural y multiétnica que es muy peligrosa.

Migrantes venezolanos intentan cruzar desde México a Eagle Pass, Texas, a través del río Grande, el 25 de diciembre de 2023. Foto: Reuters

Parte de su trabajo como estudioso de la geopolítica ha abarcado a Venezuela. ¿Cree que de alguna manera la reciente elección impacte en Estados Unidos, ya sea a nivel de campañas electorales o a nivel político?

Sí. Lo que pasa es que no es de la forma que se esperaba hace 10 años, porque Venezuela siempre ha sido la bestia negra de los republicanos. Y para nosotros también se entiende como el nuevo Cuba, porque funciona como una representación del mal del comunismo, de la amenaza global y la amenaza roja en Estados Unidos. Desde hace 10 a 15 años que es así. Si vamos otra vez a la geografía electoral del estado de Florida, ya sería muy difícil para un demócrata ganar allí, porque los cubanos y ahora los venezolanos no solo están votando a la derecha, sino también tiene un efecto en el discurso del Estado, muy conservador, anticomunista, procapitalista. Eso sí existía, pero lo que está pasando ahora es más interesante y más complicado, porque el discurso antiinmigrante siempre ha sido parte de la plataforma republicana, especialmente para alguien como Trump, pero están utilizando una supuesta crisis migratoria para ganar con el miedo. Esta misma semana se desató el pánico por la cuestión del Tren de Aragua, que ya tiene base en EE.UU. Antes de eso fue la cuestión del fentanilo. El discurso de Trump es uno paranoico y oportunista que busca gobernar con el miedo, lo que sería un gobierno tendencialmente fascista al utilizar el miedo de esa forma, cultivando el odio, y el odio a migrantes. Lo que sí vemos más allá de eso es algo muy interesante, porque aparecen temas no solo como la cárcel, el tráfico de drogas, el destrozo total de las posibilidades económicas en el continente, y la respuesta a eso de la pandilla como una manera de gobernar al territorio. Estamos viendo algo muy parecido a lo que son las maras, distribuyéndose por el territorio, tomando espacio, utilizando ese espacio para sacar provecho y ventaja. Esto tiene que ver con que no existe crisis en la frontera: la frontera es la crisis. La militarización de esa frontera en sí, que no existía hace 100 años, es lo que crea la violencia, porque genera la ventaja económica posible que se puede sacar al cruzar. El valor de la droga no existe si no hay frontera, el valor de cobrar para cruzar personas no existe sin esa frontera.

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