Javier Cercas y la carta contra la intolerancia: “Se ha instalado un puritanismo de izquierda”
El escritor español dio su apoyo a la misiva firmada por más de 150 intelectuales, y publicada por la revista Harper’s, contra la censura en el mundo progresista. La publicación provocó una encendida polémica en Twitter y dos autoras que la suscribieron decidieron retractarse.
Cuando leyó la carta abierta contra la intolerancia publicada por la revista Harper’s, y firmada por 150 artistas y escritores, la crítica y activista transgénero Emily VanDerWerff redactó su propia misiva. La dirigió a sus editores en la revista Vox, y en ella advertía la firma de su colega Matthew Yglesias junto a “varios prominentes anti-trans” en la carta abierta. Emily VanderWerff le hizo saber a sus editores que ahora ella se sentía “menos segura” en Vox.
Emily VanderWerff dio a conocer su texto a través de su cuenta de Twitter, que ayer fue escenario de una ardiente polémica. Así, mientras la escritora JK Rowling decía estar “muy orgullosa” por haber firmado la misiva contra la intolerancia, la historiadora afroamericana Kerri Greenedge retiró su apoyo y solicitó borrar su firma, y la escritora y activista trans Jennifer Finney Boylan pidió disculpas: “Lo siento mucho”, dijo.
Firmada por autores tan diversos como Margaret Atwood y Salman Rushdie, Naom Chomsky y Francis Fukuyama, la carta reconoce el “necesario ajuste de cuentas” que se está produciendo tras las protestas antirracistas y las demandas de igualdad e inclusión, luego del asesinato de George Floyd a manos de un policía de raza blanca. Pero lamenta que ello “ha intensificado una serie de actitudes morales y compromisos políticos que tienen a debilitar nuestras normas para mantener un debate abierto y de tolerancia hacia la diferencia en favor de la conformidad ideológica”. Agrega: “La inclusión democrática que queremos se puede lograr solo si hablamos en contra del clima intolerante que se ha establecido en todos los lados”.
El escritor español Javier Cercas dice que la suscribe de principio al fin. “En España sería inimaginable, la gente está asustada, no vayan a tacharles de fachas”, dijo al diario La Vanguardia.
“La carta dice que debe existir un debate real, sin él no hay sociedad libre, hay un campo de concentración”, subraya Cercas. “Las redes sociales lo fomentan, son un rebaño mugiente que se dedica a linchar al personal a la mínima que algo no les gusta. Es peligrosísimo. Se ha instalado un puritanismo de izquierda y se lleva el porno de la indignación moral: qué puro, de izquierdas y virtuoso soy, J. K. Rowling es una mierda de mujer vendida al capitalismo”.
El autor de Soldados de Salamina advierte de los peligros del radicalismo en torno a causas justas e inclusivas. “Es letal para la izquierda, el feminismo, el antirracismo, que no pueden ser más justos pero en su nombre no puede haber caza de brujas. Trump lo aprovecha diciendo que hay un fascismo de izquierdas, y parte de razón tiene. Si Woody Allen es absuelto dos veces y sigues condenándolo, destrozas la causa feminista. Si todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario, es un infierno. Con el puritanismo retrospectivo actual, se pueden quemar los libros de Platón y Aristóteles, que vivieron en una sociedad esclavista sin problema”.
La furia virtual
Richard Kim, director ejecutivo de Huffpost, fue invitado a suscribir la carta, pero prefirió restarse: “No firmé la carta cuando me lo pidieron hace nueve días porque pude ver en 90 segundos que era una vanidosa tontería que sencillamente iba a enfadar a la gente a la que supuestamente quería apelar”, dijo.
“Ellos ya no dirigen la conversación pública y su carta va dirigida a otras personas que ellos creen que también están infelices porque no la dirigen”, aseguró Linda Holmes, de la National Public Radio (NPR).
El impulsor de la carta, el escritor Thomas Chatterton Williams, rechaza que los firmantes sean personas atemorizadas y resistentes al cambio. “No, es gente preocupada por el clima de intolerancia, que cree que la justicia y la libertad están unidos indisolublemente. La gente asustada no firmó”.
“La reacción contra la carta demuestra por qué era tan necesaria”, afirma por su parte el escritor Jesse Singal, uno de los 154 firmantes. “Soy veterano de las guerras de Twitter, pero me sorprendió la reacción tan inmediata y virulenta”, escribió.
“Debido a que la izquierda estadounidense es básicamente una zona de guerra en este momento”, afirmó Singal, " lo que sucedió después no debería sorprender a nadie: un grupo de nosotros publicó la carta y la celebró, mientras que otro grupo mucho más enojado la denunció y sostuvo como prueba de ... bueno, lo que sea que odian de nosotros y quieren que nos despidan (a esta multitud le gusta llamar al gerente)”.
En medio de la controversia, la activista transgénero Jennifer Finney Boylan se arrepintió de poner su nombre: “No sabía quién más iba a firmar esa carta. Pensé que significaba respaldar un mensaje bienintencionado, aunque vago, en contra de la vergüenza en Internet. Sabía que Chomsky, Steinem y Atwood estaban ahí y pensé: ‘Buena compañía’. Tendré que cargar con las consecuencias. Lo siento mucho”.
El momento oportuno
La directora española Isabel Coixet (La librería) dice que apoya el contenido y el espíritu de la carta, pero piensa que el momento en que se publica no es oportuno. Es decir, “cuando hay un presidente neofascista y algunas de las cosas que dicen serán instrumentalizadas. Ha habido ocasiones más adecuadas”, dijo al diario La Vanguardia.
La realizadora se hace eco de un aspecto que algunos críticos relevaron en Twitter: la eventual posición de privilegio de los firmantes. En su mayoría, dice, “tienen setenta años, son hombres, blancos y salvo Rushdie y otro par, occidentales”.
La cineasta lamenta algunas reacciones producto del ambiente emocional, como el retiro de la actriz Halle Berry de un filme porque debía interpretar a una transgénero y ella no lo es.
Desde el asesinato de George Floyd, el 25 de mayo, se desató una gran movimiento de protesta contra las injusticias raciales en Estados Unidos y Europa. Uno de los afectados fue el filme Lo que el viento se llevó, que fue retirado de la plataforma de HBO Max para regresar con un cartel de advertencia sobre los rasgos racistas de la cinta ganadora de ocho premios Oscar. En esta ola de manifestaciones hubo caídos: el editor de opinión de The New York Times, James Bennet, renunció tras publicar un artículo de un senador republicano que pedía tropas en la calle para contrarrestar las protestas. Del mismo modo, fueron derribados monumentos y estatuas de figuras con pasado racista.
La carta publicada el martes apuntaba contra la cultura de la cancelación y a favor de una mayor tolerancia: “El libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Si bien era esperable de la derecha radical, la actitud censora está expandiéndose también en nuestra cultura: una intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo”.
“La manera de vencer a las malas ideas es exponiendo, argumentando y convenciendo, no intentando silenciar o apartando. Rechazamos cualquier falsa elección entre justicia y libertad, que no pueden existir la una sin la otra”, concluía.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.