Juan Ignacio Piña, ex subsecretario de Justicia: "Hay que terminar con la dicotomía entre la mantención del orden público y el respeto a los DDHH"

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26/04/2018 ENTREVISTA A JUAN IGNACIO PIÑA Foto: Mario Téllez / La Tercera JUAN IGNACIO PIÑA ROCHEFORT - ABOGADO - EXPRESIDENTE - CONSEJO DE DEFENSA DEL ESTADO - RETRATO - ENTREVISTA

"Cuando se tratan de empatar temas, se ponen al mismo nivel fenómenos radicalmente distintos. Quien me plantee que no podemos avanzar en una agenda social agresiva, solidaria, porque nos vamos a gastar la energía en el orden público, es un subnormal", insiste el ex integrante del gabinete en el primer gobierno de Piñera.


"Y vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos. Que no se nos olvide el infalible Don Quijote", fue la cita de Cervantes a la que echó mano en su cuenta de Twitter para decir, aclara, que cree que "aún no nos salvamos del punto de no retorno" en esta crisis.

"No, no, no. Y los últimos días han sido señeros en episodios de violencia creciente ni siquiera estabilizada. No quiero entrar en el clan de los alarmistas, pero las señales que estamos recibiendo en este momento hacen que quienes piensen que las cosas pueden empeorar no están malinterpretando lo que pasa" asegura Juan Ignacio Piña Rochefort, abogado, ex subsecretario de Justicia en Piñera, Parte I y ex coagente ante La Haya por el Caso Silala.

Según él, "estamos aprendiendo con mucho dolor que las instituciones no se cuidan solas", y que "en varios episodios de esta crisis nos estamos acercando a puntos de no retorno", aunque cree "que el escenario está cambiando en algo en las últimas horas y que esa consciencia ha ido permeando a los actores políticos".

-Ya. Pero también muchos creyeron que se acababa la transición esa madrugada en que firmaron el pacto para la nueva Constitución.

-Sí. Nos traicionó la ingenuidad en ese momento. Claro, somos todos generales después de la batalla. Pero, ¿alguien podría pensar ahora, con calma, que por llegar a un acuerdo así la gente iba a salir de la calle? Quienes lo hayan pensado, incluso yo, se equivocaron, es un sinsentido. La gente no está en la calle esperando un nuevo contrato social.

-Esa ingenuidad tiene un costo.

-Cuando hablo de los puntos de no retorno, creo que ya no tenemos espacio para la ingenuidad.

-¿Qué riesgos corremos en eso de estar al borde del punto de no retorno? Por ejemplo, Juan Gabriel Valdés decía que el peligro era poco menos que un golpe militar. ¿Tanto?

-Podríamos imaginar muchas hipótesis, de las más descarnadas. La línea de soluciones que ha propuesto el gobierno, pero que también recoge el sistema político, no ha sido capaz ni de sacar a los manifestantes pacíficos de las calles, ni tampoco parar la violencia. Y esto último es lo que de verdad está poniendo -de modo radical- en riesgo nuestra convivencia. Esa discusión está tomando el lugar que corresponde, porque además la violencia está dando señales de incremento. Por eso es sumamente necesario un consenso brutal en rechazar y combatir decididamente a la violencia.

-¿Cómo puede coexistir ese discurso con el rechazo y el combate decidido a las violaciones a los derechos humanos?

-Hay que tener cuidado. Cuando uno dice esto, la aproximación del observador que mira de fuera es decir: Ah, este gallo es de los que pone el énfasis en el orden público en lugar de los derechos humanos. Tenemos esta obsesión dicotómica, donde el sujeto que habla de una cosa se transforma en un negacionista de lo otro. Esa lógica es equivocada y de una rusticidad infinita. Cuando se trata de empatar temas, se ponen al mismo nivel fenómenos radicalmente distintos. Quien me plantee que no podemos avanzar en una agenda social agresiva, solidaria, porque nos vamos a gastar la energía en el orden público, es un subnormal.

-Otros creen que si no cesa la violencia no se va poder realizar el plebiscito de abril ni el proceso constituyente. ¿Es de ellos?

-No, en caso alguno. Uno de nuestros principales problemas y riesgos es que nos inventamos problemas inexistentes, como entre el orden público y los derechos humanos. Que si usted aboga por el orden público, está dispuesto a sacrificar derechos humanos, o al revés. Detrás de esta dicotomía, y esto es lo más peligroso de todo, se oculta un pequeño chantaje.

-¿Cuál?

-La dicotomía entre "no podemos avanzar en el proceso constituyente porque todavía tenemos violencia", no es real. Pese a que combatamos la violencia, el resto de los ciudadanos seguimos subsistiendo y haciendo nuestro trabajo. Condicionar eso es instrumental. Es otra dicotomía falsa. Aunque ojo: tampoco hay que ser ingenuo. Si alguien dijera "vamos a hacer un plebiscito hoy", no están las condiciones.

-Y hacerlo en abril, como se quiere, ¿aún parece factible? Habría que desplegar militares la noche previa para custodiar los locales de votación, como se ha hecho en todas las elecciones.

-No lo sé. No lo sé. Lo que si sé es que ahora el tratamiento de la violencia necesita emergencia, y por primera vez se está notando una intolerancia generalizada.

"Aún somos miopes para analizar las causas de la crisis"

-Como ex subsecretario de Justicia, ¿cómo ve el rol que cumple el gobierno en eso? Hay demasiadas críticas a la ausencia de orden público.

-Lo fui hace muchos años, pero en la primera temporada. Cuando hay un problema de gestión ordinaria, naturalmente el principal responsable es el gobierno. Hay otros problemas muy críticos que necesitan compromisos mayores y que necesitan un sistema político alineado. Tengo la impresión que aún somos miopes para analizar las causas de la crisis.

-El Presidente apenas llega al 12% de apoyo y se ha criticado mucho su papel. ¿Siguen siendo cuestionamientos justos?

-Probablemente muchas de las críticas tengan sentido respecto de los tiempos, de la intensidad. Aunque para algunas el gobierno fue muy eficaz, como para dictar Estado de Emergencia, en que mostró decisión y aplomo. Por el contrario, las críticas políticas resultan extrañas cuando seguimos encontrando episodios de violencia casi de la misma envergadura de los que provocaron el Estado de Emergencia.

-¿Qué hace el gobierno con el general Mario Rozas, sobre todo ahora después del informe de Human Rights Watch? ¿Lo saca o le presta espaldas? Ya han rodado las cabezas de Bruno Villalobos y Hermes Soto a los pies de este gobierno.

-Cuidado. Los puntos o momentos críticos son complicados porque las decisiones no se toman en ambientes controlados. Es muy fácil contestar lo que dice el manual de las condiciones normalizadas, en las que no estamos: que cuando tenemos violaciones a los derechos humanos hay que hacer efectiva la responsabilidad del mando.

-O sea, dar de baja al general Rozas.

-Eso es lo que dice el manual de las condiciones normalizadas. Pero cuando no las tienes y debes tomar decisiones que produzcan el efecto deseado, que es que se acabe la violencia… no es tan sencillo.

-¿Sería inútil volver a descabezar a Carabineros si no apaga la violencia?

-No lo sé. No veo ninguna incidencia, que no quiere decir que no la tenga. No me atrevo a dar un consejo. Si la decisión favorece el objetivo de reducir los niveles de violencia, tómela; si cree que no favorece, o es neutro, vea dónde pone sus energías. Hay que tener cuidado con las ansiedades. Lo que es muy importante es que hay que hacer desparecer la dicotomía entre la mantención del orden público y el respeto a los derechos humanos. Eso, que parece tan trivial, tan de perogrullo, es esencial. Mientras sigamos con ese sesgo, vamos a seguir tomando decisiones incorrectas.

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