¿Por qué es tan raro que un presidente francés salga reelecto?
Con los resultados de este domingo, Emmanuel Macron se convirtió en el primer líder del país en ser reelegido desde Jacques Chirac en 2002. El presidencialismo de la Quinta República y motivos culturales pueden explicar este fenómeno.
Este domingo, con la aplastante victoria obtenida por Emmanuel Macron contra Marine Le Pen (58,54% vs 41,46%), el centrista se convirtió en el primer presidente francés en ser reelecto desde 2002. Para mayor simbolismo, el perdedor de ese entonces no fue otro sino el padre de la derrotada, Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional, contra Jacques Chirac. En esa segunda vuelta, cuatro quintos de los franceses -el 82,21%- estrenaron la “barrera republicana”, en una alianza que unió desde la izquierda hasta la derecha tradicional, en miras a impedir la llegada de la ultraderecha al poder.
Con este resultado, Macron se inscribe además en la historia como el primer presidente en haber gobernado con una mayoría parlamentaria en su primer mandato y luego en ganar la reelección desde que la Quinta República fue establecida por Charles de Gaulle en 1958. Hasta el momento, tanto Chirac como François Mitterrand habían conseguido un segundo mandato bajo el sistema de “cohabitación”, en el que el presidente y el primer ministro, elegido por el Parlamento, pertenecían a alianzas políticas distintas.
A pesar de la impopularidad relativa de su primer lustro, Macron consiguió mantener el poder, y se espera que en 2027 deje el cargo después de una década a cargo del poder Ejecutivo francés. Con las elecciones legislativas del próximo 12 y 19 de junio, se verá si su legislatura tendrá el apoyo del Parlamento. El líder de la extrema izquierda y excandidato presidencial, Jean-Luc Mélenchon, ya lanzó su campaña para ser primer ministro. “La tercera vuelta comienza esta noche”, dijo el domingo.
Algunos países suelen reelegir a sus líderes y mantener sus gobiernos. En Estados Unidos, la gran mayoría de los presidentes que no han sido asesinados ni obligados a dimitir (Richard Nixon) han ganado un segundo mandato desde la década de 1950. La historia reciente es un buen ejemplo: Ronald Reagan, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama ganaron todos elecciones para un segundo período. Sólo George Bush padre y Donald Trump no lo lograron.
Desde las primeras elecciones federales en Alemania desde el final de la guerra fría en 1990, todos los cancilleres germanos han logrado mantenerse en el poder durante al menos un mandato adicional. Alemania votó por Angela Merkel cuatro veces seguidas, permitiéndole estar 16 años en el poder, y en Reino Unido, tanto Margaret Thatcher como Tony Blair fueron reelectos dos veces.
Mientras tanto, España ha tenido siete primeros ministros desde 1976, un año después de su transición a la democracia, y solo uno de ellos no pudo permanecer en el poder durante al menos un mandato adicional.
Comparado al menos con los países europeos, la frecuencia en que se reelige un presidente en Francia es baja. Desde que se instauró la Quinta República, Francia ha tenido ocho presidentes, pero la mayoría de ellos con periodos de siete años. De estos, Charles De Gaulle, François Mitterrand, Jacques Chirac y ahora Emmanuel Macron consiguieron un segundo mandato. “En las elecciones en Francia, una fuerza política es frecuentemente derrotada por otra: si no al nivel presidencial, luego ciertamente en el nivel parlamentario”, comentó para el medio The Local el exdiputado Émeric Bréhier.
El caso del socialista François Mitterrand marcó un precedente, ya que se volvió el Presidente de Francia con más tiempo en el cargo: 14 años. Entró al Eliseo en 1981, pero su coalición perdió la elecciones legislativas en 1986, forzándolo a trabajar con el derechista Jacques Chirac como primer ministro. Aún así, para las presidenciales ganó con un 54% de los votos.
Lo que le paso a Mitterrand también le pasó a Chirac: a pesar de ganar las elecciones de 1995, las legislativas le dieron la victoria a “la izquierda plural”, liderada por el socialista Lionel Jospin en 1997. Esta situación hacía mucho más fácil desviar las culpas, y en 2002 Chirac volvió a ganar las elecciones, en un balotaje particularmente fácil debido al miedo que provocó entonces el ultraderechista Jean-Marie Le Pen.
Una de las razones que explican la tendencia de los franceses de sacar al presidente en funciones puede ser la creciente desconfianza hacia la democracia representativa. Viendo los porcentajes de abstención como una forma de medir la insatisfacción de los votantes, en la primera vuelta de la elección de 2007, el 16% no participó. Este año, el porcentaje subió al 26% en la misma instancia (en el balotaje subió a 28%).
Tristan Haute, sociólogo electoral de la Universidad de Lille, apunta a los factores bajo esta baja. “Hay una desconfianza hacia los políticos que es mayor en Francia, comparada con el resto de los países. Tiene mucho menos que ver con la Revolución Francesa, y mucho más que ver con una fractura social. La gente pone altas expectativas en los políticos, pero no ve cambio, y en Francia, esta frustración se articula críticamente en las urnas durante elecciones, con el alza de los candidatos más extremistas”, señala el investigador.
Según los sondeos, la decepción hacia la política en Francia está principalmente dirigida hacia la figura del presidente: cerca de tres cuartos de la población tiene “confianza” hacia su alcalde local, mientras que este porcentaje en el mandatario cae a un 41%, de acuerdo al Instituto de Estudios de Opinión y Marketing (IFOP).
La Xonstitución francesa concentra muchos poderes sobre la figura del presidente: el jefe de Estado comanda las Fuerzas Armadas y el “botón nuclear”, tiene la facultad de disolver la Asamblea Nacional, declarar guerras y estados de emergencia. Esto pone gran responsabilidad y aumenta las expectativas en una sola persona, haciendo fácil que su gestión decepcione.
Pero el descontento francés con sus líderes tiene raíces más profundas, y hay quien plantea que forman parte del “carácter nacional”, en un país que cada cierto tiempo intenta botar al “antiguo régimen” a través de protestas en las calles. El mismo Emmanuel Macron pudo vivirlo en 2017, con la revuelta de los “chalecos amarillos”. Esta tendencia parece reforzar patrones “rebeldes” de voto, que vuelven difícil la reelección. Los presidentes que logran mantener su cargo, como Macron hizo este domingo, siguen siendo una rara excepción.
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