Premio Nacional de Música: ¿Un coro sin todas las voces?
La nueva entrega del galardón revive el debate entre los músicos doctos y populares. En 27 entregas, solo dos veces resultaron distinguidos creadores de vocación popular, Margot Loyola y Vicente Bianchi. Este año, postula un decena de artistas, desde el compositor clásico Alejandro Guarello al pianista Roberto Bravo y el cantautor Patricio Manns. Entre los especialistas crece la idea de alternar o dividir el premio en géneros.
Hasta 1990, el Premio Nacional de Arte se alternaba entre artes plásticas, musicales, y de la representación. Sólo desde 1992 cada ámbito tiene su propio galardón. La ley es clara: es el máximo reconocimiento que otorga el Estado a un compatriota en virtud de la “excelencia y creatividad” de su obra, y “su aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes”. Sin embargo, el Premio Nacional de Música podría requerir un nuevo aggiornamento a la luz de las cifras de estos 78 años.
De los 27 galardonados, sólo dos no eran músicos de tradición escrita —llamada también clásica, docta o música de arte —. Margot Loyola, gran recopiladora del folclor, en 1994, y el talentoso orquestador de melodías tradicionales Vicente Bianchi, en 2016. De todos los premiados, el 78% han sido compositores, inclusive Loyola y Bianchi, ambos formados en el Conservatorio. Casi todos, además, han sido maestros formadores de nuevas generaciones, y los que no, han cumplido un rol clave en la difusión de la música nacional.
A escasos días del cierre de la recepción de expedientes para el Premio Nacional de Artes Musicales —el lunes 10—, vuelve a tensionarse esta suerte de omisión de los ámbitos populares de la música con el desconocimiento que exhiben las grandes masas acerca de nuestra música clásica.
“Cuando una persona trabaja en silencio y no tiene mayor difusión en los medios, como un músico docto, esta labor puede no ser reconocida en este momento, pero en 50 años puede ser una revelación”, comenta el cantautor Eduardo Gatti. “Cosa que no sucede con la música popular, porque es más inmediata. El reconocimiento puede demorarse dos, cuatro, máximo diez años. No va más allá que eso”, opina. Y da dos ejemplos notables: Johann Sebastian Bach desapareció completamente del mapa por un siglo, hasta que Felix Mendelssohn lo redescubrió, y algo similar sucedió con Gustav Mahler, por 40 años, en pleno siglo XX.
“El Premio Nacional de Música ha sido un premio de la música docta en general. Sería mucho más práctico dividirlo en música docta y música popular. La obra de Gabriel Brncic, aunque no sea masivamente conocida, es magnífica, tal como lo es la obra de un Horacio Salinas o un Patricio Manns. Pero son cosas tan distintas, compararlas no tiene sentido”, agrega Gatti.
Hacer competir ambos mundos musicales, indica, “sólo genera desprecio; hacia la música popular, por un lado, y hacia la docta por el otro. Hoy en día, el premio debiera tener dos categorías o, al menos, que haya alternancia”.
Para la crítica de La Tercera Claudia Ramírez, “el Premio Nacional está en deuda con la música popular. La ven como un subgénero que no requiere tanta intelectualidad, habiendo tantos aportes importantes en Chile. La propia Violeta Parra nunca fue premiada, y pucha que lo merecía. Sería mejor premiar un año a doctos y el otro, a populares”.
Coinciden el director de orquesta Paolo Bortolameolli y el compositor Carlos Zamora: en la definición misma del premio hay un punto ciego, que fue subsanado con la creación del Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en 1999, justamente con las tres categorías. “Siempre he considerado que la buena música es buena sin importar su género ni estilo. Es su calidad y aporte a nuestra cultura la que debiese premiarse. Nada más”, manifiesta Bortolameolli.
“La solución salomónica sería dividirlo en categorías”, apunta Zamora. A juicio del compositor, la conformación del jurado dice mucho respecto del resultado: “Los rectores serán personas muy cultas, pero es poco probable que conozcan la obra de muchos compositores. Entonces el último premiado y el representante de la Academia de Bellas Artes son los que se encargan de presentar los candidatos, y ahí se resuelve esta cuestión”.
Cambios en el jurado
Tradicionalmente, en el jurado sólo había dos músicos, que en este caso son los compositores Juan Allende Blin, el último galardonado, y Andrés Maupoint, por la Academia Chilena de Bellas Artes. Los otros tres son la ministra de las Culturas Consuelo Valdés y los rectores Ennio Vivaldi, de la U. de Chile y Alirio Bórquez, de la U. Católica de Temuco.
La modificación legal de 2018 amplió el jurado con dos músicos más. Esto no se alcanzó a ejecutar en Artes Musicales ese año, pero sí se hará efectivo ahora. El Consejo Nacional de las Culturas designó a dos jurados especialistas: Carmen Luisa Letelier, Premio Nacional de Música 2010, y Gastón Soublette. Este último se restó. “Renuncié; no puedo ser jurado de ese premio porque se farrearon a mi hermana (Sylvia Soublette, quien murió en enero), que era una figura importante en la historia musical de Chile, y no se lo dieron”, cuenta a La Tercera el filósofo. En su lugar, asumirá Rodomiro Huanca, cantor y lakita de Socoroma, incorporándose así una voz del folclor en el debate, por segunda vez en la historia. Sólo había sucedido en 1996, con Margot Loyola, pues era la última galardonada.
“Aunque se haya ampliado el jurado, el conflicto subyace igual. No me gustaría estar esos zapatos, honestamente. ¡Cómo podría decidir! Son tres mundos muy distintos”, comenta Eduardo Gatti.
Candidatos de este año
Las postulaciones se recibirán hasta el 10 de agosto. El jurado se debe constituir durante este mes y tiene 30 días para emitir un fallo. El ganador recibirá $22 millones y una pensión vitalicia de 20 UTM. Aunque la entrega de un expediente no es un requisito, ya se han recibido varios. Los seis primeros nombres de esta lista ya recibieron el Premio Presidente de la República, en distintas categorías.
Alejandro Guarello
Con un robusto catálogo que supera las 70 obras, desde cantatas hasta obras orquestales y de cámara, Alejandro Guarello (1951) es un influyente profesor de composición y fundó el Festival de Música Contemporánea UC, que ya tiene 30 años, logrando hasta mil asistentes por concierto. Ex director del Instituto de Música UC, recibió el Premio Altazor 2009.
Luis Orlandini
Fue el primer guitarrista chileno que conquistó un premio mundial, cuando ganó en 1989 el primer lugar del Concurso de Múnich. Luis Orlandini (1964) ha comisionado y estrenado más de 150 obras nacionales. Combina una brillante carrera internacional con la formación de nuevas generaciones en la UC y en la U. de Chile, donde fue decano de Artes.
Gabriel Brncic
También es un pionero, pero de las tecnologías musicales. Su obra Chile Fértil Provincia es parte de la colección Culturas Electrónicas de la Unesco, y Cielo ha sido tocada más de 50 veces. Gabriel Brncic (1942) ha escrito más de 200 obras y es programado en Chile todos los años, aunque vive en Cataluña desde 1974, donde es un respetado profesor.
Guillermo Rifo
Ha ganado tres veces el Altazor, como compositor, director y percusionista. Guillermo Rifo (1945) fue solista de percusión por 30 años de la Orquesta Sinfónica de Chile, y enseñó composición popular por 26 años en la Escuela Moderna. Interpreta y crea música clásica, popular, jazz y fusión latinoamericana.
Patricio Manns
Es una figura fundamental de la Nueva Canción Chilena. Patricio Manns (1937) posee 200 creaciones con texto y música propios, entre ellas las famosas canciones Bandido (1959), Arriba en la Cordillera (1965). Ganó el Festival de Viña con Pascua Lama, y también el Altazor 2009. Es un eximio arreglador y melodista.
Cecilia Pantoja
Más conocida como Cecilia, la incomparable, por el título del disco que lanzó en 1965, año en que ganó el Festival de Viña, la cantante Cecilia Pantoja (1943) fue una figura central de la Nueva Ola y se destaca por un estilo interpretativo muy personal y como icono femenino de la música popular nacional.
Roberto Bravo
Grabó con la Orquesta de la BBC y tocó en grandes escenarios europeos. Pero en vez de seguir la carrera de concertista, volvió a Chile a luchar por la democracia con su piano. Roberto Bravo (1943) tocó Bach y arreglos de Víctor Jara y Violeta Parra en gimnasios e iglesias marginales en los días más oscuros, y lo sigue haciendo hoy, en todos los rincones.
Hernán Ramírez
Su catálogo supera las 180 obras, la mitad estrenada, incluyendo 12 piezas sinfónicas. Hernán Ramírez (1941) es un influyente formador y reconocido compositor; ha trabajado en la música tonal y atonal; de cámara y sinfónica; abstracta y con textos, clásica y popular “estilizada” de raíz folclórica. Sus obras se programan constantemente.
Horacio Salinas
Estudiaba en el Conservatorio cuando fundó, a los 16 años, el conjunto Inti-Illimani. Autor de canciones emblemáticas como Sensemayá y El mercado de Testaccio, Horacio Salinas (1951) es un virtuoso intérprete y orquestador. La versión para guitarra y orquesta de sus Danzas peregrinas fue grabada por John Williams, el guitarrista vivo más importante.
Nora López
Vive en Italia, donde tuvo una interesante carrera, en paralelo a haber sido una figura central en el Teatro Municipal de Santiago en los años 60 y 70. Nora López (1929) es una de las sopranos verdianas más importantes de nuestra historia; actuó en el Teatro La Fenice de Venecia y grabó Macbeth con la Orquesta de la RAI en Turín.
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