Ricardo Neumann, el convencional que busca un nuevo relato para la UDI: “Debe dejar de representar los intereses de la élite”
Tras la derrota de Lavín en las primarias, el presidente de la UDI le pidió al abogado independiente que liderara una comisión que busca generar un nuevo relato para el partido. En su diagnóstico, dice que el partido que fundó Jaime Guzmán está en una "crisis de identidad profunda" y que no ha leído bien al nuevo Chile. También añade que tiene gestos pendientes, como reconocer públicamente lo "impresentable" que fue el caso Penta.
Mientras hacía campaña para convertirse en convencional constituyente y representar a su natal San Fernando, en la Región de O´Higgins, Ricardo Neumann (33 años, casado, dos hijas) acusa que resintió la “lógica feudal distrital” que ha afectado a la UDI en los últimos años.
Crítico de la forma en que se había desenvuelto el partido, este abogado de la PUC renunció a su militancia en 2015, luego de haber sido parte del movimiento gremial en su zona y haber competido con Giorgio Jackson (hoy diputado por RD) para liderar la Feuc en 2010.
En su calidad de independiente, el partido que lidera Javier Macaya no solo le otorgó un cupo para competir por un escaño en la Convención. Tras la derrota de Joaquín Lavín en las primarias, le asignó una tarea mucho mayor: liderar una comisión que procurara darle un nuevo relato a la UDI, instancia en que participan el propio timonel gremialista y la secretaria general, María José Hoffmann, además de expertos comunicacionales, como Marcelo Rojas, y el alcalde de La Florida, Rodolfo Carter.
Desde su experiencia como experto en dramaturgia política, tras estudiar un MFA en la Universidad de Columbia (Nueva York), en esta entrevista Neumann entrega su diagnóstico sobre la colectividad y su derrota a manos de Sebastián Sichel y adelanta algunos de los elementos que tendrá la discusión en que se abocará la UDI. ”Está en una crisis de identidad profunda, al igual que la derecha”, afirma de entrada.
¿Cuál es la evaluación que hace de la campaña de Lavín?
Es la constatación simbólica de que la fórmula tradicional de la UDI, que en este caso está representada por el candidato más tradicional de la UDI, por mucho que estuviera bien en las encuestas, no se ajusta bien al escenario político nuevo que está viviendo Chile.
¿En qué se traduce esa “fórmula tradicional de la UDI” a la que hace referencia?
Tiene que ver con el candidato del “mono”, del punto de prensa, donde obviamente se reflejan cosas importantes, como la integración social, que es súper potente, pero no se entreteje, no tiene una articulación más allá de la fachada, como si fuera un set de grabación de película del Lejano Oeste, pero para atrás no hay un trabajo territorial real, no hay una conexión real con las causas que hay detrás de esa idea. Y eso le falta a la UDI, habiendo sido el partido que fue capaz de meterse en las poblaciones, de tener capilaridad territorial, de generar una propuesta política de derecha desde los sectores populares, la UDI creció y luego se quedó dormida en los laureles.
Se dice también que Lavín equivocó la estrategia al centrar su campaña en Daniel Jadue.
Claro, la campaña de Joaquín estuvo muy diseñada en contraposición antagónica a Jadue. Y ahí pasó una cuestión estructural de dramaturgia política, que es que cuando uno genera su identidad en contraste a otro, no eres protagonista, y es el protagonista el que se instala en un relato con potencial de cambio, mientras el antagonista se queda reaccionando o limitando ese cambio. Cuando Jadue empieza a bajar -por una serie de errores bien vergonzosos que tuvo en su campaña- y empieza a subir Boric, Lavín quedó offside.
¿Se equivocó la UDI con su candidato?
Muchas veces he dicho que el candidato presidencial debió haber sido Jaime Bellolio. En él hay un potencial de cambio, hay una identidad que no se genera en oposición al contrario, sino que hay identidad propia, mucho más asociado a tiempos nuevos. Él pudo haber sido un candidato mucho más competitivo en una primaria de una derecha que necesitaba transmitirle a la ciudadanía algo nuevo y no el candidato de siempre.
La profunda autocrítica que hay en el partido motivó al presidente de la UDI, Javier Macaya, a crear una comisión para pensar un nuevo relato, instancia que usted va a liderar. ¿Qué elementos debe considerar ese relato?
La UDI está en una crisis de identidad profunda, al igual que la derecha, una derecha desencajada respecto de lo que pasa en Chile y cómo cambió Chile producto de muy buenas políticas públicas que, de alguna u otra forma, representó la UDI. La derecha creyó que si el modelo se expresaba bien en gráficos, la gente iba a estar tranquila con el modelo. Y, así, solo se pensó en el corto plazo -la elección que está a la vuelta de la esquina- y se dejó de lado el plano cultural de mediano y largo plazo, el relato, la historia que le hiciera sentido a las personas, y fue cultivando su identidad en oposición al otro. Entonces, la derecha y la UDI son, finalmente, el contraste a lo que la izquierda articule. Y eso, que es básicamente ser un antagonista político, hizo que la UDI fuera la caricatura que la izquierda creó: el partido que defiende los intereses de la élite. La UDI tiene que empezar a generar su propia identidad por sus propuestas y no por su reacción al saque o a la música que pone a la izquierda y dejar de ser esa UDI que representa los intereses de élite.
¿Puede la UDI renovarse y ser exitosa con un relato distinto o tendrá que pensar también en cambiar la marca?
Hablar de cambiar la marca o el relato es una visión súper estrecha que tiene que ver con el marketing político. La marca y el relato se subordinan a una cuestión mucho más profunda que es la identidad, y esa identidad no se hace ni con una marca ni con una historia bonita, se hace con trabajo concreto, articulando causas concretas en territorios determinados. Para mí, ese es el clivaje hoy día en la política, ya se acabó esa política noventera de grandes conglomerados donde la gente no necesitaba conocer al candidato, solo le decía “ah, este es de la UDI, yo soy derecha, entonces voto por este”.
Bueno, hace 15 o 20 años, cuando la gente veía en el voto a un candidato de la UDI, tenía clara cuál era la identidad de ese candidato.
Exacto. Y el terreno, que es lo que sustentaba a esta UDI popular, hoy día no es más que un cascarón vacío. La UDI empezó a crecer y empezó a jugar en la lógica de conglomerado y los distritos se convirtieron en feudos, donde el diputado de turno maneja su territorio. Yo como independiente UDI viví eso en mi campaña. El diputado de mi distrito (Ramón Barros) era muy celoso de los lugares que yo visitaba. De hecho, terminó apoyando a otro candidato, porque yo no le seguí ese juego de que casi que había que pedirle permiso para ir a alguna comuna. Esa lógica distrital feudal en la que cayó la UDI tiene que terminar y se está viendo, por ejemplo, en los candidatos que ganamos en la constituyente, que son puros liderazgos del lugar, con una historia con el territorio, con cierta red que, más que del partido o del color político, tiene que ver con causas en el territorio. Para mí, la UDI hoy día es un cascarón vacío que hay que llenar de identidad, para que deje de ser la caricatura que instaló la izquierda.
Hizo un MFA en Teatro y Gestión Cultural en la Universidad de Columbia, en Nueva York, donde el año 2019 trabajó como abogado y productor teatral en una reconocida compañía de Broadway: Manhattan Theatre Club. ¿En qué se vinculan las producciones de Broadway con la política chilena?
Habría que hablar en qué se relaciona el teatro con la política. Tengo una respuesta corta y una larga (se ríe). Pero, ¿cachái que los griegos, que son los padres de la democracia, de la política y del teatro, no veían al teatro como una realidad artística separada de lo político y de lo ritual-religioso? Si tú te fijas, un ritual espiritual no es muy distinto a un ritual artístico: es una audiencia viendo un cierto mensaje que te tiene que generar algún sentido, que se llama catarsis. Los griegos no separaban la política de la religión y del teatro, porque lo veían como una realidad en donde un conjunto de actores, con identidades y personajes bien delimitados, se articulan en una historia que le genera sentido a una audiencia. Y eso lo tiene el teatro. Eso, tradicionalmente, lo ha tenido la religión y lo debería tener la política también, porque la política no vive del gráfico que te demuestra que los últimos 30 años fueron los mejores de Chile; la política vive de una historia que, a través de ciertos personajes que se entrelazan, transmite un sentido que va mucho más allá. Eso es lo que no hizo la derecha.
En una frase: “No son 30 pesos, son 30 años”.
Claro, uno de los titulares narrativos de la izquierda es tan potente culturalmente que los objetivamente mejores años de Chile te los imputa como los culpables del estallido. Y ahí da lo mismo el dato de que en esos 30 años bajó la pobreza del 40 al 8%, da lo mismo decir que el PIB de Chile llegó hasta el borde de los países desarrollados, porque, para la gente, si esa información no está entretejida en una trama que te transmite una historia que te haga sentido, no funciona.
¿Cómo puede la UDI despercudirse de esa caricatura?
En el momento en que estamos, en donde -literalmente- la institucionalidad de Chile está en entredicho, son tiempos para ser radicales, no en el sentido de radicalidad política, como lo interpretó, por ejemplo, un Partido Republicano, que se fue a la derecha y cultivó su identidad desde una derecha más dura, sino que es radicalidad primero en gestos. Esos gestos tienen que ver con los liderazgos, con los voceros que tiene el partido, y también con algo mucho más profundo, con gestos de realidad: estar en terreno, que los candidatos sean dirigentes vecinales, no el hijo de, el primo de o el sobrino de... Por otro lado, también tiene que ver con gestos pendientes que tiene la UDI de ser radicalmente contrario y denunciante de cosas que ha ido dejando pasar, como el caso Penta. A la UDI le falta una catarsis donde pueda decir “esta huevada fue impresentable”. No lo ha dicho.
El caso Penta marca, sin duda, un hito en la historia del partido...
Dejó de ser el partido popular y se convirtió en el partido de la élite.
Y, según lo que hoy día plantean militantes y dirigentes, demostró que la UDI no había tenido la libertad para criticar los abusos que tenía el modelo que ellos mismos habían instalado.
Y ahí lo entrelazo con el tema de los liderazgos. Ahí es donde la renovación generacional como elemento se hace súper importante. No porque ser joven sea un fin en sí mismo, sino porque te da más libertad para decir las cosas. Y, por lo tanto, para poder generar esa identidad que la UDI necesita urgentemente, se requieren gestos radicales.
¿Uno de esos gestos podría tener que ver también con una postura distinta en temas valóricos, como el matrimonio igualitario?
De todas maneras. Una UDI que cree en las instituciones, en la democracia, en el Estado de Derecho como una forma para que entre distintos convivamos pacíficamente, debería tener claro que las figuras contractuales que la ley laica da a la sociedad tienen que estar en favor de las uniones naturales que se van dando. Yo no creo que el matrimonio igualitario sea un rollo institucional para la UDI, creo que hay bastante consenso. El conflicto está en que también la UDI tiene que representar a personas que ven en el concepto de matrimonio algo más profundo que un contrato y, en ese sentido, creo que el valor simbólico del matrimonio entre un hombre y una mujer se expresa en la libertad de culto y en el matrimonio religioso.
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