¿Cómo será la educación del futuro? TV escolar, tutorías y un modelo finlandés
El mundo avanza y Chile no se queda atrás. La tecnología ha empujado la aparición de nuevas herramientas y formas de hacer las cosas, entre ellas, la enseñanza. Para ello, cuatro modelos disruptivos en Peñaflor, Maitencillo, Chicureo y Lo Barnechea.
En pleno 2022, la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos, así como las innumerables herramientas tecnológicas que van emergiendo, marcan el día a día. Si en ámbitos como el deporte, los negocios, la cultura y las nuevas formas de hacer política están a la vista, lo mismo ocurre en el caso de la educación. En este último campo, los deseos de crecimiento han resultado en el nacimiento de experiencias educativas innovadoras y maneras de enseñanza distintas a lo que se conoce como tradicional. Estos nuevos modelos podrían dar luces de cómo podría darse la “educación del futuro”.
Hay consenso en que la pandemia aceleró algunas transformaciones tecnológicas. Pero no lo es todo. Desde antes del Covid-19 ya existían los colegios 100% online. De hecho, en una escuela de Peñaflor ya se trabajaba con un canal de televisión interno con secciones y conductores, y entre Colina y Puchuncaví se planificaba la edificación de dos colegios en que cada alumno tiene su propia ruta de aprendizaje, con tutores y sin salas de clases como se acostumbra. En Chicureo y Lo Barnechea, además, un colegio decidió adoptar el currículum internacional finlandés para algunos de sus alumnos.
Emilia TV
Si bien el proyecto digital Emilia TV de la Escuela Emilia Lascar de Peñaflor se afianzó como tal en plena pandemia, sus primeros cimientos fueron puestos mucho antes, hace cinco o seis años. El establecimiento ya contaba con algunos recursos digitales gracias a un taller de periodismo escolar que estuvo en pausa por motivos sanitarios.
“Emilia TV nace como una necesidad de carácter pedagógico, porque consideramos que Lenguaje no estaba reportando lo necesario para la expresión oral de los alumnos. Eran tímidos y les costaba expresarse”, cuenta María Elena Fernández, directora del establecimiento.
El taller comenzó inicialmente para estudiantes de quinto básico, quienes empezaron a aprender de un comunicador audiovisual y un periodista algunos conceptos ligados a la profesión, así como también fotografía y herramientas audiovisuales. “Como se entusiasmaron, compramos cámaras y, aunque no eran tan buenas, fuimos montando un pequeño espacio de TV. Ahí empezaron a reportear, a realizar entrevistas y programas, hasta que llegó la pandemia”, recuerda la directora.
Así, en abril de 2020, Antonio Briones, encargado de Convivencia Escolar del establecimiento, planteó la idea de usar esos implementos y crear una suerte de ‘escuela para padres’, orientada a entregar herramientas que permitieran enfrentar la educación a distancia. Fernández cuenta que al intentar buscar la forma más adecuada para llegar a las familias a causa de la virtualidad, “los profesionales de acá dijeron ‘tenemos cámaras, un switch, Facebook, por qué no lo aprovechamos’. Todo esto cuando aún pensábamos en mandar guías o cosas así”.
Ahí comenzó una suerte de bola de nieve -positiva, por cierto- con una recepción tal que el proyecto migró a YouTube, comenzó a dar espacios televisivos a profesores, padres y, por supuesto, alumnos, e incluso terminó con Emilia TV siendo premiado por la ONG T4 como uno de los 10 proyectos educativos más innovadores del mundo, entre otros de Brasil o Japón.
Y es que, lentamente, primero fueron clases online, pero luego estas dieron paso a talleres, programas misceláneos y de entretención. Además, el establecimiento consiguió la autorización de los padres de algunos niños para grabar cápsulas que posteriormente eran emitidas a través de Emilia TV. “Y ahí nos fuimos reforzando con mejores cámaras, micrófonos, buscamos profesionales de distintas áreas para ir apoyando e informando de todo a través del canal, no solo de pandemia”, detalla la directora de la escuela, quien agrega que actualmente, con la presencialidad como norma, siguen aprovechando el recurso: “Transmitimos ceremonias y eventos, como el Día de la Madre”, ejemplifica.
“La comunidad se busca, se felicita, los niños van al almacén y se hacen medio famosos en la calle y en el colegio. Hay mucho interés de externos y alumnos”, asegura la máxima autoridad de la escuela. Benjamín Bruna, alumno de séptimo y miembro activo de Emilia TV, asiente: “Me gustó mucho lo que hicieron los profesores al instaurar el canal; educar y entretener a los niños desde la casa cuando no podíamos asistir por la pandemia. Sería una buena idea para otros colegios tratar de hacer algo similar”.
“Partí como periodista, sacando cuñas, después con la pandemia empecé a hacer la sección ‘Qué es lo que pasa’, donde contaba sucesos del mundo y la escuela. Lo que más me ha gustado son las grabaciones. Al principio me costaban, pero me entretenían y con el tiempo me he ido soltando”, acota el estudiante. Y suma: “En un inicio me metí para pasar el tiempo, pero me ha gustado tanto, que cuando grande me gustaría dedicarme a algo relacionado con lo audiovisual”.
Todas estas experiencias, resume la directora Fernández, no las han dejado puertas adentro. “Hemos presentado nuestra experiencia en otros lados, nos ven de fuera de Santiago y hasta en las Islas Canarias. Hemos logrado mucho contacto y aportes de personas externas gracias a esto”.
En efecto, el crecimiento ha sido tal, que el municipio, cuando vio un nivel de comunicación tan alto, replicó algunos aspectos del proyecto en algunos de sus otros establecimientos. “Esta escuela tiene un 89% de vulnerabilidad. Si nosotros con estos recursos pudimos, otros también podrían innovar”, cierra la directora de la escuela detrás de Emilia TV.
Pioneros en el país
La página web del Colegio Pioneros tiene como carta de presentación ser un modelo educativo nuevo para Chile, pero con décadas de trayectoria en el mundo. Dicen ser un establecimiento “que se desafía y educa a cada niño de manera única para que logre su propósito de vida”, con cada alumno teniendo “su propia ruta de aprendizaje, que combina clases tradicionales, clases individuales, mucho trabajo colaborativo, tecnología y práctica”, entre otras cosas. Todo por medio de tutorías: cada alumno tiene un tutor personal y cada tutor toma, dependiendo del nivel, entre 12 y 21 alumnos.
La clave de la metodología es que cada estudiante se reúne con su tutor tres veces al día (check in, follow up y check out) para monitorear avances e ir adaptando su trabajo. “Tienes así en el colegio a una persona de confianza que te va conociendo cada vez mejor”, explica Isabel Ibáñez, directora ejecutiva de la red instalada en un colegio en Chicureo (Colina) y otro -Pioneros Costa- en Maitencillo (Puchuncaví).
En resumen, la idea es ser colegios con aprendizaje adaptativo. ¿Qué significa esto? Ibáñez explica que el aprendizaje “se adapta a los ritmos y necesidades de los niños. No se trata de transformar la educación en Fantasilandia, pero si eres un genio de la física y te está yendo bien en las otras materias, no hay problema que le dediques tres horas diarias a la física, o el fútbol, si fuera el caso. Fomentamos mucho el desarrollo de las pasiones”.
Así, en la reunión inicial con el tutor se organiza el día, siempre considerando los avances en cada materia. “Promovemos la autonomía y, por ejemplo, los más grandes tienen cuatro módulos y ellos eligen si van primero a Matemáticas y luego Arte, Ciencias o Educación Física. Usamos los planes del Mineduc, pero la diferencia es que el niño elige las asignaturas de su día, siempre que estén en equilibrio con el desarrollo de cada materia”.
La también profesora, eso sí, se apresura en aclarar que no es que un alumno pueda optar por no tener alguna materia. “Aseguramos una base y acá vamos a intentar que lo que no gusta, enseñarlo de la forma que al niño le gusta. Solo les pedimos una tablet, nada de materiales, entonces, si veo que tienes habilidad para los juegos de video y hay uno de matemáticas, voy a ofrecerte eso, o si eres súper manual, te ofreceré esa alternativa. Y, por ejemplo, todas las asignaturas tienen actividades con Lego y el otro día los niños aprendieron de terremotos así”.
Uno de ellos es Agustín Zavala, de nueve años y perteneciente a tercero básico, quien antes había estado en un colegio tradicional. “Me gusta acá, porque lo siento mucho más libre y porque me gustan las clases y cómo aprendemos. Me gusta elegir mis clases y aprender lo que yo quiero”, asevera, antes de destacar el hecho de la colaboración: “Estamos mezclados con primeros o quintos y los más grandes ayudan a los más pequeños y todos nos apoyamos”, dice.
El menor, que tiene una hermana en el mismo establecimiento, detalla cómo es más o menos un día normal: “Tu miss te llama, vas al frente y te pregunta cuáles clases quieres. Le dices y te va pasando tarjetas de colores según lo que conversas con ella y cada color es una clase. Ahí agarramos nuestras tablets y nos vamos a esa clase. El verde, por ejemplo, es Ciencia”.
¿Y cómo se desarrollan esas clases? En un ‘Learning Floor’. “No tenemos salas de clases como tales, es un espacio abierto como una biblioteca, con niños trabajando en distintos grupos al mismo tiempo. Tampoco hay un profesor por nivel; es por área de conocimiento. El profesor es el vector”, detalla la directora ejecutiva.
Pioneros lleva gestándose más de 10 años en Chile y durante los últimos dos se concretó todo. Eso sí, no tienen aún el reconocimiento oficial del Ministerio de Educación, a pesar de ya contar con 53 profesionales, casi 360 estudiantes desde playgroup hasta quinto básico y, asegura Ibáñez, una larga lista de espera.
“Esta semana partió la construcción del colegio definitivo y por mientras estamos en contenedores y haremos los trámites de reconocimiento una vez terminadas las obras”, señala la autoridad de Pioneros, quien cuenta que, por ahora, los alumnos deben dar exámenes libres y que a futuro la idea es tener máximo 72 estudiantes por nivel, esperando que la primera generación de cuarto medio egrese en 2029.
De Finlandia a Chile
A mediados de junio, el Lincoln International Academy lanzó el Programa de Educación Finlandesa en Chile y que, en dicho establecimiento, con sedes en Lo Barnechea y Chicureo, se desarrollará entre los niveles de preescolar y sexto básico.
Fue en consideración a su identidad internacional que el Lincoln este año adoptó dos grandes currículums extranjeros: el International Baccalaureate (IB) para enseñanza media y el ya mentado currículum internacional finlandés para preescolar y enseñanza básica. Este último nació del objetivo de adquirir “las mejores prácticas pedagógicas a nivel mundial para que nuestros alumnos logren los más significativos aprendizajes y competencias para su vida”, detalla Paloma Méndez, directora de la sede Chicureo.
¿La justificación para esto? “Finlandia ha logrado los mayores resultados de aprendizaje en las mediciones internacionales de los últimos años, pero, más importante aún, ha alcanzado los mayores índices de felicidad, vinculados a un sistema educativo de calidad y equitativo para toda la comunidad”, agrega.
La metodología finlandesa, explica la autoridad del establecimiento, está basada en una aproximación sistémica de la educación, donde los docentes son agentes de cambio, los estudiantes aprendices activos y la comunidad educativa sostiene una visión integral de las competencias para la vida de niños y jóvenes.
Así, hay cuatro pilares para el aprendizaje: el bienestar del estudiante, la participación del mismo, la interacción estudiante-profesor y la alianza profesor-apoderado. “Las bases del modelo son la confianza, la autonomía, el sentido de pertenencia, la equidad y la felicidad. Y, sobre eso, se desarrolla una metodología pedagógica innovadora en miras a las habilidades del futuro”, expone Méndez, quien ahonda que concretamente los lineamientos pedagógicos del método finlandés “son las competencias transversales curriculares, el aprendizaje experiencial, la versatilidad metodológica, la activación física de los estudiantes, la evaluación como parte del aprendizaje y la participación e involucramiento de los alumnos en cada proceso formativo”.
Para implementar todo esto, desde 2021 la institución trabaja con Polar Partner, potenciadora educacional finlandesa, y desde este año con la Universidad de Ciencias Aplicadas de Tampere, en un proceso de capacitación que tiene por meta obtener la certificación como el primer colegio FIS (Finnish International School) de Sudamérica.
Ese camino, de hecho, empezó el año pasado con visitas de los colaboradores finlandeses y ha seguido con capacitaciones para directivos y docentes, incluso con intercambios hacia y desde Chile. “Todo lo anterior nos permitirá el próximo año innovar en prácticas metodológicas versátiles y ambientes para el aprendizaje indoor y outdoor. Luego vendrán los ajustes curriculares en contenidos y competencias de nivel mundial”, promete la directora.
Y aunque aún es muy pronto para hablar de resultados en Chile, desde la institución aseguran que lo que los decantó por adoptar esta metodología es que distintos estudios internacionales reconocen a Finlandia “como el mejor sistema educativo y los estudiantes finlandeses demuestran competencias que los posicionan entre los primeros lugares en evaluaciones internacionales estandarizadas. Sus índices de felicidad son también reconocidos a nivel mundial”.
“Nosotros queremos lograr replicar esa comunidad educativa finlandesa que se centra en sus estudiantes, persiguiendo activamente el logro en sus aprendizajes, habilidades para la vida y bienestar”, confía Méndez.
La transformación pandémica
De un momento a otro, la pandemia lo cambió todo y la educación no quedó al margen. Zoom y Teams pasaron a ser las salas de clases, mientras que computadores, tablets y celulares, los pupitres. Y aunque la presencialidad ya ha vuelto a ser la norma, la virtualidad sí dio paso a algunas innovaciones que los involucrados esperan perduren en el tiempo.
“Pasamos de una sala de clases donde había claridad en roles a una pantalla. Eso fue un gran cambio y afectó. Si bien es cierto la tecnología permite inmediatez, vincularte y quizás una clase más interactiva, perdimos el saber cómo convivir en un espacio común”, reseña Julia Marfán, directora de Pedagogía en Educación General Básica U. Diego Portales (UDP), quien suma que, de todas formas, la virtualidad dejó una serie de aprendizajes: “Nuestros estudiantes tuvieron la oportunidad de tener contactos con niños a través de la pantalla a un nivel muy distinto que lo que lograban en prácticas presenciales; tuvieron mucho más tiempo de conocer las condiciones de los niños”. Esto, asegura, debe ser visto como una oportunidad.
Mientras, Magdalena Müller, directora de pregrado de la Facultad de Educación de la U. Católica, expone que la educación remota “facilitó el despliegue de distintas modalidades de enseñanza, combinando lo sincrónico y lo asincrónico”. Eso, dice, “fue un escenario fértil para una tendencia de aula invertida que tiene como principio el que los estudiantes preparen las clases, así estas están más centradas en la resolución de problemas y en la discusión de casos”.
Para esto, por ejemplo, surgieron herramientas como la elaboración de cápsulas donde se profundizan conceptos o estrategias de participación en línea, como Jamboard, Mentíi, Nearpod o simplemente un documento en Google Drive, donde básicamente los estudiantes van poniendo sus reflexiones individuales que después comparten con otros y quedan a la vista de todos para discutirlas y comentarlas. “Tienen en el centro la idea de que los estudiantes puedan visibilizar su razonamiento en forma explícita y que se pueda construir sobre el aprendizaje de otros”, asegura Müller.
Por su parte, Andrea Figueroa, directora de Docencia de la Umce, señala que la pandemia “vino a cuestionar las formas tradicionales de enseñanza” y que ”la virtualización en los procesos de aprendizajes y en la formación de profesionales amplía un campo que antes había sido bastante tímido de visibilizarse”, añade, antes de exponer que “la virtualización implicó no solo la redefinición del sujeto que aprende, sino que también invita a hacer una redefinición a los sujetos que forman”.
En ese sentido, destaca como uno de los aspectos innovadores derivados de la pandemia el hecho de que hoy el proceso formativo ocurre en un espacio dinámico y que a la hora de congregarse o hacer transferencia de conocimiento ahora es posible hacerlo desde diversas latitudes.
Pero también hay riesgos si la innovación no se mira con cuidado, como por ejemplo lo 100% online o lo que no está suficientemente probado. Eso, al menos, advierten las especialistas.
“Esta flexibilidad es necesaria evaluarla y analizarla. El aprendizaje, entendiendo que es un desarrollo que ocurre también en lo social, es un riesgo importante a considerar cuando se vea cómo se va a configurar esa nueva forma de aprendizaje”, asegura la académica Figueroa. Y agrega: “Otro riesgo es transferir el espacio de aprendizaje solo a la virtualidad sin mediar con un formador. Profesores y educadores son esenciales para los procesos de formación”.
Desde la UC, Müller entrega su visión sobre esto: “El riesgo es un excesivo foco en la herramienta y no la oportunidad de aprendizaje que se ofrezca a los estudiantes”. Y cierra: “Se ha ido probando que colegios con tutores sí tienen impacto en el aprendizaje. Sin embargo, hay algo también, por ejemplo, en educación superior, que es la vida extrauniversitaria, justamente lo que se extrañó en la pandemia y que actividades 100% online no lo pueden satisfacer”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.