El cierre interminable del Buin Zoo

Lemures de cola anillada se sientan en el capó de una camioneta mientras comen al interior del Buin Zoo, el martes 15 de junio de 2021. Foto: AP /Esteban Félix)

Con 327 días sin abrir al público, alcanzó el récord de ser el zoológico que más tiempo acumula cerrado en el mundo. Su dueño busca ayuda estatal para paliar la crisis financiera, mientras los cuidadores de los animales afirman que ellos resienten las solitarias jornadas.


Han sido tiempos difíciles para el Buin Zoo. Contando cuarentenas y fines de semana, el recinto lleva 327 días sin abrir. Con eso, alcanzó el récord de ser el zoológico que más tiempo ha acumula cerrado en el mundo debido a la pandemia.

En el trayecto, su dueño -el veterinario Ignacio Idalsoaga- ya ha solicitado tres créditos bancarios. Y ahora, como nuevo recurso, relanzaron la campaña Padrino a Medida, donde las personas pueden apadrinar a un animal y donar mensualmente o por una vez montos desde los mil pesos para su mantención. En su sitio web se puede escoger al animal y aparecen sus nombres, como el leopardo Peche, el rinoceronte Oliver, el león Maserú o el cocodrilo Juancho.

“Esta campaña comenzó el año pasado y la meta era llegar a los 20 mil padrinos. Nuestro objetivo este año es alcanzar los 30 mil”, explica Idalsoaga. Aunque hasta la fecha no cuenta con ayuda estatal, el 10 de junio sus directivos tuvieron un encuentro con el subsecretario de Agricultura, José Ignacio Pinochet, y el director del Servicio Agrícola Ganadero (SAG), Horacio Bórquez. Lo que buscan ahora es concretar una reunión de trabajo con el Ministerio de Vivienda, que es el que otorga financiamiento a los parques. “Es un gran avance”, sostiene el director, quien persigue algún tipo de aporte, pues en el recinto se cuida a varias especies que llegan desde el entidades estatales.

“Un 30% proviene del SAG, los que son rescatados o requisados de particulares, un 20% los traemos de afuera, y el 50% restante son especies que han nacido en cautiverio”, dice Idalsoaga. Muchos ejemplares “son nietos de animales que fueron confiscados de circos hace muchos años”.

El rinoceronte Atanasio, uno de los animales que puede ser apadrinado, camina junto a su madre Hannah. Foto: AP

Los novatos del lugar son una pareja de cervales que llegaron hace un mes desde un zoológico africano. Y cuatro pumas que recibieron desde el SAG. Tres de ellos son cachorros que fueron abandonados por su madre en una mina en el norte del país y el otro un ejemplar que merodeaba el año pasado por la capital.

No es poca cosa mantener a los más de dos mil animales del Buin Zoo. Estos comen 9.427 kilos de alimentos al mes, como verduras, frutas, pescado, pollo, vacuno y, en un mayor porcentaje, pellets importados de Estados Unidos. Un león, por ejemplo, come seis kilos de carne al día, por lo que con 10 mil pesos de donación alcanza para media ración diaria.

Considerando este y otros costos (como agua, luz y gas), el parque tuvo que reducir su planta de más de 400 funcionarios a 80 en este periodo, priorizando a quienes tienen trato directo con las especies. Los cuidadores explican que, pese a la creencia popular, el comportamiento de ellas ha cambiado durante la pandemia. Pareciera -dicen- que extrañaran los días con música y visitas. “Ahora que estamos cerrados, cuando pasa una persona vestida de calle, los animales están atentos viendo quién es, son curiosos, notamos que echan de menos a las personas”, comenta Patricio Neus, encargado del área de entrenamiento del Departamento de Bienestar Animal.

Neus revisa los patios de los animales, analiza sus fecas e implementa enriquecimientos ambientales. “Por ejemplo, a los rinocerontes Oliver y Atanasio les escondemos su comida, usamos esencias para mantenerlos alertas y que usen todos sus sentidos y calefaccionamos sus dormitorios ahora que hace más frío”, detalla.

A partir de mayo de 2020, los funcionarios notaron ciertos cambios conductuales en ellos. “Por ejemplo, usualmente, un león a las 12 del día está durmiendo. Pero si pasa alguien cerca, Maserú de inmediato se asoma”, dice Idalsoaga.

En estos tiempos de menos público el reforzamiento ha sido fundamental. En el caso de Sandai, el orangután, le ponen películas de dibujos animados y le hacen juegos, como dibujar en papel para mantenerlo activo. “Necesita mucha atención y como es muy curioso, le damos nueces para que use instrumentos para abrirlas”, cuenta el director.

El jefe del departamento de veterinaria, Sebastián Celis, destaca que “nos esforzamos por mantener el cuidado de la salud de los animales como algo no transable. Seguimos haciendo las mismas rehabilitaciones. De hecho, recibimos a uno de los pumas que andaba por La Florida el año pasado. La recomendación fue que quedara en cautiverio aquí, porque estaba ya muy humanizado”.

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