Pablo Zeballos: “Lo que pase al interior de las cárceles va a definir la nueva realidad criminal en Chile”

Pablo Zeballos, experto en seguridad. Foto: Mario Téllez.

Para el consultor e investigador sobre crimen organizado, que acaba de lanzar Un virus entre sombras -una aproximación al avance del crimen organizado en Chile-, el país enfrenta un momento decisivo, que exige despolitizar la discusión frente al tema y abordarlo como una política de Estado. “Lo primero que hay que saber”, dice, “es que el tiempo para combatir el crimen organizado no es eterno, se acaba”.


Para Pablo Zeballos, el principal desafío para enfrentar el crimen organizado no se da en la calle, sino en los colegios. “Cómo convences a un niño de 12 años que tiene que caminar dos kilómetros para llegar a la escuela, una escuela donde a veces no llega el profesor, donde hay una gotera, que ese es el modelo a seguir y no el de un niño de 16 que ya es narcotraficante, que tiene joyas, que anda en auto y que porta pistola”, dice. Sin embargo, advierte, “los colegios no están recibiendo los recursos que se requieren”. Un tema clave para un problema que crece rápido.

Zeballos lleva una década trabajando como consultor e investigador en el tema del crimen organizado y ha sido consultor de organismos de Naciones Unidas. Labor que lo ha llevado a recorrer Latinoamérica y conocer en terreno la realidad delictual que afecta a la región. Por ello, consciente del desconocimiento que hay en Chile sobre el tema, acaba de publicar Un Virus entre sombras, la expansión del crimen organizado y el narcotráfico en Chile (Catalonia), para explicar los cambios que experimenta la criminalidad y las características del actuar de las nuevas organizaciones delictuales transnacionales en el país.

Según él, América Latina se ha convertido en una suerte de Silicon Valley del crimen organizado. “Hemos observado”, dice en esta entrevista con La Tercera, “que la región tiene una capacidad de incubación de estructuras de crimen organizado que normalmente se demoraban 10 o 15 años en surgir y que hoy lo pueden hacer en cinco años, con una vocación transnacional”. El caso más emblemático, asegura, es el del Tren de Aragua, que hasta 2017 estaba limitado al interior de una cárcel y a un estado de Venezuela. En eso, asegura, la migración y la pandemia fueron clave.

Para partir por lo básico, ¿de qué hablamos cuando hablamos de crimen organizado?

El crimen organizado son economías ilícitas que tienen como objetivo generar dinero obtenido de los distintos mercados ilegales y meterlos en el mercado lícito. En el transcurso de eso, estos grupos van logrando controlar territorio, que es lo que les permite ese avance. Pero este control de territorio tiene directa relación con la retracción del Estado, es decir, a medida que el Estado retrocede ese espacio no queda vacío, es ocupado por estas estructuras criminales que son capaces de suplantar al Estado en varias cosas, ofreciendo servicios, ofreciendo protección, ofreciendo algún tipo de mercadería. Lo vimos en la pandemia, el Estado demoró en actuar, no solo en Chile, en América Latina, y los primeros en intervenir, por ejemplo en México, fueron los narcotraficantes, repartiendo comida y logrando la lealtad de las personas. En algunas zonas fronterizas la ausencia del Estado hace que estas organizaciones establezcan una gobernanza criminal que para quienes viven en esas zonas es muy útil, porque pueden obtener algún tipo de préstamo informal con mucho menos regulación, pueden obtener resguardo o protección y también imparten justicia, creando unas especies de tribunales donde va la persona y dice “violaron a mi hija” y, en vez de caminar 40 kilómetros para llegar a una estación de policía, la madre habla con el narco local y el narco hace un rápido juicio y dicta sentencia.

¿Cómo se explica el rápido aumento del crimen organizado?

Se está produciendo a nivel latinoamericano, y también a mundial, un cambio en las formas de entender el crimen organizado, y esta reconfiguración de las formas de actuar del crimen organizado no ha ido de la mano de las formas con las que se contrarresta. Este fenómeno nuevo tiene ejes motrices muy potentes. Creo que el narcotráfico ya no es el principal eje motriz del crimen organizado, existen otros ejes que generan la misma cantidad de divisas ilícitas.

PDI de Arica realiza operativo para desarticular banda criminal, en población Cerro Chuño de la ciudad de Arica. Fotos Patricio Banda/Aton Chile

¿Como cuáles?

La minería ilegal, por ejemplo. En Perú, la minería ilegal de oro superó al narcotráfico. La extorsión generalizada ya no solo limitada a áreas productivas o comerciales, sino que generalizada a toda la población, que te ofrece, por la ausencia del Estado, dinero por protección. Te cobran para que tus hijos vayan al colegio, por ejemplo. Nosotros lo vivimos en Ecuador. Te dicen, “usted paga tanto en el colegio por la alimentación, eso que le paga al colegio me lo va a pagar a mí y así sus hijos van a poder ir al colegio”. Se va generando una especie de deuda social y el crimen organizado ofrece una especie de servicios. La pandemia visibilizó mucho de esto.

¿Qué rol ha jugado la inmigración? ¿La expansión de organizaciones como el Tren de Aragua está directamente relacionada con la explosión migratoria causada por la crisis venezolana?

Creo que la expansión del Tren de Aragua como complejo criminal tiene una directa relación con la salida de esos migrantes y la extorsión asociada a ese fenómeno irregular. Pero no solamente la migración desde Venezuela, porque como el Tren de Aragua controla las trochas y los pasos hacia el sur, ellos se han convertido en un monopolio de traslado de migrantes. Ya no es solamente que me pagues por traerte a Chile, sino, por ejemplo, si eres mujer y necesitas toallas higiénicas, me las compras a mí; si eres adicto y necesitas comprar drogas, me la vas a comprar a mí, y si no tienes dinero, y esto es más terrible, vas a tener una deuda conmigo cuando estés en Chile y esa deuda me la tienes que pagar de alguna forma. Aquí vienen fenómenos extorsivos no denunciables que son muy difíciles de entender. Esos mercados criminales imbricados le dieron fuerza al Tren de Aragua, que se potenció aun más porque al llegar a países como Chile descubrió que la delincuencia común no estaba explotando ciertas plazas que ellos estaban acostumbrados a explotar, como la protección, la extorsión, la venta de drogas.

¿Cuáles son las áreas de negocios “lícitos” donde más operan estos grupos para lavar dinero?

Hay que poner mucha atención a los tragamonedas. El Primer Comando de la Capital (PCC) de Brasil utilizaba los tragamonedas y los salones de juego como los centros esenciales de lavado de dinero. Hay que poner atención también a la explosión irracional de farmacias en América Latina. El hecho de tener una patente de farmacia no solamente te permite vender medicamentos, sino también importar ciertos insumos que pueden ser luego utilizados o derivados a otras actividades. Creo que las barberías es un caso que hay que entender, viene de la cultura de la nueva inmigración. También yo pondría muchísima atención en el hecho de que cada vez que emerge una estructura criminal muy fuerte surgen también lo que se conoce como “criminal business center”, que son pequeños centros criminales que aparecen sin ninguna explicación, como es el caso de Manta en Ecuador, donde hay una cantidad irracional de proyectos donde nadie habita.

Pablo Zeballos, experto en seguridad. Foto: Mario Téllez.

En el libro plantea diversas etapas en el avance del crimen organizado, ¿en qué etapa está Chile?

Esa es una definición bien especial que hicimos en el libro para entender el proceso. Lo que hemos visto es que el crimen organizado y transnacional cuando empieza a emerger tiene una primera etapa que es muy visible, que nosotros llamamos la etapa de intimidación, que es la más visual, donde vemos mucho muerto en la calle inexplicablemente, sujetos que la policía no puede identificar porque entraron irregularmente al país y se presumen extranjeros. La prensa lo ha llamado coloquialmente ajuste de cuentas, pero sin saber qué cuentas se están ajustando. Ahora, estas etapas no son secuenciales, son más bien como círculos concéntricos, podemos avanzar a una y retroceder a otra. Esa primera etapa tiene su final cuando la estructura criminal logra asentarse, no necesita generar violencia porque la marca está empoderada y no necesita combatir contra nadie, y es ahí donde los Estados dicen, viste, las medidas que usamos funcionaron. Esa etapa la hemos llamado de control de territorio. Ese control territorial es frágil y va a durar hasta que venga otra organización a querer tomar ese territorio que ya se ha controlado. La tercera etapa, que es la más dramática, es la etapa de penetración del tejido social, donde este virus criminal ha impregnado tan fuerte que ya es difícil identificar lo que es lícito o ilícito y la estructura criminal. Eso es complejo porque para llegar a ese punto se requiere control territorial y una corrupción generalizada, no solo en la política o en las instituciones encargadas del combate contra el crimen, como las policías, sino la corrupción asociada a la justicia.

En el caso Chile, ¿qué riesgo hay de que caigamos en esa etapa?

Es un proceso muy rápido y es difícil distinguir qué tan cerca estamos del final o qué tan lejos estamos del comienzo, pero lo que sí podemos entender es que mientras este proceso avanza, estamos perdiendo mucho tiempo en discusiones políticas, sin entender que este es un problema de Estado, que trasciende la entidad política.

Y en el caso extranjero, además del Tren de Aragua, ¿qué otras grandes organizaciones criminales ya están operando en Chile de acuerdo con lo que han estudiado?

Lo primero es entender que hoy las organizaciones criminales funcionan en red, y este funcionamiento es distinto a lo que veíamos antes, donde los grandes carteles competían y eran enemigos entre sí. Hoy, estructuras de primer nivel pueden relacionarse con estructuras menores y van generando sistemas de subcontratación. El ejemplo más claro está en el motín que vimos hace poco, donde dos enemigos, un líder de los Pulpos y un líder del Tren de Aragua, terminan operando en el mismo motín. Y en efecto, las estructuras criminales transnacionales que han crecido en los últimos años vieron en países como Chile, como Costa Rica, como Uruguay, que no estaban tan acostumbrados a la criminalidad organizada, un mercado y muchas plazas abiertas para su ingreso, y es muy difícil que ellos decidan retirarse de ese espacio. Pero siento que muchas de estas organizaciones pueden ser cabezas de lanza de organizaciones más importantes. Estructuras más avanzadas como los albaneses puede que estén avanzando acá en Chile, organizaciones como la N’drangheta italiana, mafias rusas.

Se ha hablado mucho de las cárceles, de los riesgos que representan, porque se ha visto en otras partes de América Latina. ¿En qué situación están las prisiones chilenas y qué riesgo hay de que se repita lo que ha sucedido en otros países de la región?

Eso es muy interesante porque en realidad las organizaciones criminales actuales más violentas y con mayor capacidad de avance transnacional han surgido de las cárceles. El PCC en Brasil, el Comando de Vermelho (CV) también en Brasil, el Tercer Comando Unido, o los Choneros, en Ecuador, Los Lobos de Ecuador, los Tiguerones, el caso del Tren de Aragua, el Tren del Desastre, son muchas organizaciones que surgen de las cárceles. ¿Y cómo han surgido? Principalmente porque los países en algunos casos sobrerreaccionaron ante la situación criminal y llenaron las cárceles de delincuentes, unos muy peligrosos y otros de menor peligrosidad, y el Estado no dio abasto para un resguardo de esas personas de forma adecuada. Eso generó fenómenos de gobernanza criminal y un continuo desafío al Estado, hasta que estas estructuras lograran tomar control de las cárceles. El libro narra dos eventos del PCC, uno en 1996 y otro en 2001, donde a través de motines lograron obtener mejores beneficios que les permitieron su objetivo final de gobernanza interna y criminal. Gendarmería de Chile viene advirtiendo desde hace varios años de este fenómeno. Por eso creo que lo que pueda pasar en Chile al interior de las cárceles, y lo que esté pasando con nuestra propia delincuencia interior de las cárceles, va a decidir un poco la nueva realidad criminal que vamos a enfrentar en el país.

¿Cómo se enfrenta la situación de las cárceles? Algunos han sugerido buscar alternativas como la italiana. ¿Esa opción es un camino?

El fenómeno de las cárceles es muy complejo y lo primero que se necesita es un real diagnóstico de en qué condiciones estamos. Los regímenes diferenciados, como el 41 bis italiano, sirven para determinados líderes criminales, pero no para todos los líderes criminales. Yo creo que además de construir cárceles de máxima seguridad con regímenes diferenciados, también hay que construir recintos penitenciarios que les recuerden a los internos de organizaciones criminales que pueden arrepentirse, que pueden declarar en contra de estas organizaciones, porque la mejor forma de quebrar estas organizaciones criminales es desde dentro. En Italia, el modelo no es solamente cárceles de máxima seguridad, con régimen exclusivo, sino sistemas de protección de criminales que estén dispuestos a romper la estructura desde el interior.

¿Qué es lo más importante que hay que entender para combatir el crimen organizado?

Lo primero es saber que el tiempo para combatir el crimen organizado no es eterno, se acaba. Se acaba porque si llegamos a la etapa final, donde todo está comprometido, no hay forma de sacarlo. Entendiendo eso, es importante tener un discurso despolitizado, un discurso común, porque este es un problema de Estado. Pero creo que el desafío más importante contra el crimen organizado hoy está en los colegios y en las escuelas.

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