San Ignacio El Bosque, dos meses después de la fractura

COLEGIO SAN IGNACIO
FOTO: RICHARD ULLOA / LA TERCERA.

A nueve semanas de que una veintena de alumnas de séptimo y octavo básico del establecimiento enfrentaran situaciones de acoso, la presidenta del centro de estudiantes de básica -que contó con autorización de sus padres para dar esta entrevista- revela cómo el colegio se ha ido haciendo cargo de la crisis.


Meses antes de que se desatara la crisis, iniciado el año escolar 2023, el Centro de Alumnos de Enseñanza Básica del Colegio San Ignacio El Bosque (Casib) intentó llevar adelante una campaña informativa respecto del acoso. La intención era informar sobre los protocolos del establecimiento en la materia y dar cuenta de qué hacer ante una situación de ese tipo en un centro educativo que pasó a ser mixto en 2014.

Sin embargo, recibieron una negativa desde la dirección que encabeza Luz María Acle y las intenciones quedaron en nada. Lo mismo había ocurrido -según relatan estudiantes- con una carta que en 2022 enviaron las alumnas de sexto y séptimo básico a la misma instancia, manifestando disconformidad con el reglamento y acusando que sufrían un trato dispar respecto de los hombres.

Las cosas comenzaron a cambiar producto de la presión en abril, luego de que el viernes 31 de marzo una veintena de niñas de séptimo y octavo fueran víctimas de lo que describieron como una “encerrona”, en la que alumnos mayores las acosaron sexualmente. La acusación causó una seria crisis interna y derivó en el inicio de una investigación del Ministerio Público, mientras que el colegio expulsó a dos estudiantes implicados en el hecho.

Fue recién ahí, como relata a La Tercera Sábado Amanda Bustos Lathrop (13), presidenta de la mencionada orgánica estudiantil, que notaron que el colegio comenzó a reaccionar, dada la presión que ejercieron.

“Que hoy el colegio se esté repensando es en gran parte porque nosotras nos empezamos a organizar. Nos dimos cuenta de que cuando trabajamos colectivamente, a pesar de nuestras diferencias, es cuando podemos lograr cambios profundos y ser realmente escuchadas por el colegio”, comenta la joven, quien estuvo acompañada por sus padres al otorgar esta entrevista y dieron autorización expresa para la misma.

Aunque Amanda reconoce que la dirección ha dado cuenta de que quiere generar cambios por los que se han movilizado, le reprocha no haber actuado antes.

¿Cuáles eran las desigualdades de trato con las que lidiaban?

Esto partió desde hace mucho, desde que ingresaron las primeras niñas al colegio. El año pasado casi todas las alumnas de sexto y séptimo firmamos una carta dirigida a la directora para reclamar sobre algunas normas del reglamento en el aspecto de la presentación física y también sobre la forma en que algunos profesores lo aplicaban.

En la carta señalamos que algunas de estas normas podían ser discriminatorias, que afectaban nuestro derecho a la identidad y que no tenían un argumento detrás. Si bien la carta fue recibida, no se tomaron medidas y no se nos invitó a conversar sobre ello. Y este año, al volver de las vacaciones, nos encontramos con un escenario similar, con frases como ‘no uses la falda tan corta para no provocar´ y con más rigidez al aplicar las normas del reglamento. Eso incrementó nuestro descontento, ya que claramente no fuimos tomadas en cuenta y la mayoría de esas reglas afecta más a mujeres que a hombres.

¿Cómo calibraron la postura inicial del colegio?

Al principio sentimos que la carta sí había tenido una buena acogida, pero no hubo ningún cambio. Sentimos que no fuimos tomadas en cuenta, entonces eso generó mayor descontento. No sabíamos qué había pasado. Eso nos llevó también a manifestarnos.

¿Y respecto de las primeras acciones que tomaron tras lo ocurrido el 31 de marzo?

El colegio no estaba preparado y claramente los protocolos que tenían no funcionaron. Hubo profesores que nos apoyaron, otros nos decían que no teníamos que exagerar y otros simplemente no supieron qué hacer. El colegio debió llamar a los apoderados al tiro, pero hubo 10 minutos de una suerte de caos, donde nadie sabía muy bien qué hacer.

Pero desde antes del 31 de marzo el colegio no estaba a la altura en diversas cosas respecto a la implementación de la coeducación. Pudieron haber tenido más conversaciones sobre la entrada de niñas al colegio con los alumnos que estaban en generaciones mayores, más información sobre el acoso y sobre todo un mejor programa de educación sexual integral.

De todas formas, es valorable que el propio colegio hoy reconozca que ha habido muchos errores y que pidan perdón por eso. Eso permite que ahora haya posibilidad de avanzar en este tema.

¿Cómo el colegio las ha ido apoyando?

El colegio ha reconocido que no sólo cometió errores antes de los hechos del 31 de marzo, sino también ese mismo día y posteriormente. Eso nos ayuda a avanzar en una nueva forma de entender la coeducación en un colegio en que ahora no sólo hay niños, sino también niñas. Por otra parte, respecto de los actos de acoso cometidos por algunos alumnos, el colegio brindó apoyo psicológico a algunas de las niñas afectadas, aunque en algunos casos la comunicación con las niñas víctimas fue tardía.

Ellos sabían que estas cosas estaban sucediendo. Tenían un estudio que daba cuenta del descontento de las niñas y tenían el antecedente de nuestra carta.

Considerando esas disimilitudes, ¿Cómo evalúas la forma en que se abordó el asunto?

Muchas se sintieron muy enojadas, incluso una de ellas se cambió de inmediato. Sentimos enojo, porque sabían que esto podía pasar, sabían que no tenemos camarines, que hay injusticias en el reglamento, acoso y no hicieron lo suficiente para avanzar.

De todas maneras, hay que reconocer que hubo profesores y profesoras que nos contuvieron y apoyaron. Pero claro, en otros casos, las reacciones y comentarios no ayudaron a enfrentar la gravedad de lo que sucedía.

¿Se generaron cambios internos?

Ha sido muy importante que se investiguen estos hechos por parte del propio colegio. También hay en curso una investigación de la fiscalía y a muchas niñas nos ha tocado ir a dar nuestro testimonio. Se ha avanzado en ir esclareciendo lo sucedido.

El colegio también está llevando adelante una agenda importante y mesas de trabajo. Eso es valorable y muy importante para que el colegio pueda mejorar en los errores que ha tenido en su implementación de la coeducación. Este debe ser un momento para repensarnos y, por ejemplo, incluir con más fuerza la perspectiva de género y la educación sexual integral.

Porque cuando nosotras entramos, no se hizo un trabajo con los hombres que ya estaban, y quizás se sintieron relegados. Por ejemplo, las salas se iban arreglando conforme las niñas iban avanzando en los cursos. Quizás el colegio pudo trabajar mejor en esa integración. Pero se han hecho cosas, y es muy destacable que la directora nos pidiera perdón.

¿Quisiste irte del colegio?

Sí. No cuando estaba pasando todo, pero sí con los días. Me frustró demasiado que el colegio, a pesar de que ahora esté tomando acciones, no tomara medidas y tuviera que pasar todo esto. Han buscado esclarecer los hechos y adoptar medidas para proteger a las víctimas. Ese debe ser el camino porque ningún colegio debiera ser un espacio en que las niñas y adolescentes no nos sintamos seguras.

¿Esperabas que siendo mujer la directora hubiesen existido mayores métodos preventivos contra el acoso y que lo sucedido se abordara de mejor forma?

No quiero que toda la responsabilidad caiga en una persona. El colegio lleva años siendo mixto y los errores han sido producto de un proceso colectivo de muchos años. Sin embargo, las autoridades en general podrían haber dado mayor importancia a temas como el acoso, en vez de sólo enfocarse en cosas como el largo de la falda de las niñas o si vienen maquilladas. Porque si bien eso puede sonar como algo superficial, lo que realmente nos molesta es lo que está detrás. No informan sobre acoso ni se han hecho campañas.

¿Siguen recibiendo un trato diferente respecto de sus compañeros?

Fue la minoría de los alumnos los que acosaron y creo que no se debe generalizar, porque varios nos apoyaron mucho. Los cambios no van a llegar de un día para otro. Pero lo importante es que hoy el colegio está iniciando un trabajo como comunidad. Tiene que haber un cambio cultural.

Igual, por ejemplo, aún hay comentarios machistas y discriminatorios hacia nosotras. Un profesor, por ejemplo, nos dijo que las mujeres teníamos que ponerles límites a los hombres, porque ellos eran violentos por naturaleza, y otras cosas, como que vamos a mostrar las piernas.

¿Han considerado nuevas acciones o manifestaciones?

Desde los centros de alumnos queremos contribuir a los cambios que creemos que son importantes para que el colegio sea un espacio seguro y con plena igualdad entre niños, niñas y adolescentes. Y como niñas de las primeras generaciones queremos ser tomadas más en cuenta y escuchadas realmente por el colegio en todos los aspectos que nos afecten, no ignoradas.

Hay diálogo, se nos escucha, pero eso no incide cuando se toman decisiones. No nos escuchan realmente, nos ignoran o no toman en cuenta.

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