Francia la verde
El 14 de julio la toma de la Bastilla, símbolo de la Revolución Francesa, regaló los valores democráticos de libertad, igualdad y fraternidad al mundo. Doscientos veintitantos años después nuevamente Francia da el ejemplo sobre cómo volver a un país sostenible. Revisamos algunas de las medidas que en el cotidiano ya están cambiando la vida de sus ciudadanos.
¿Cómo será vivir en Francia en los próximos años? No hay que viajar tan lejos en el tiempo, solo imaginar el corto plazo basta, de aquí a seis años más. El billete de este vuelo ni tan imaginario se llama Ley de Transición Energética para el Crecimiento Verde, y despegó en 2015 con los motores a mil.
El año pasado comenzaron a aplicarse las primeras medidas de la ley y se estableció su hoja de ruta, la Programación Plurianual de Energía 2016- 2023, que indica los pasos hacia la anhelada sostenibilidad: un país más saludable para sus ciudadanos y el planeta, que busca una reducción notable en sus costos energéticos y una economía que generará más empleos en nombre de la energía limpia (se habla de cerca de 100 mil puestos).
En esta nueva Francia verde, al supermercado y a hacer las compras se va, sí o sí, con bolsa propia en mano, como antaño, que era harto más saludable. Adiós a las de plástico de uso único y no compostables, prohibidas desde enero de 2016, y desde enero de este año también las de la fruta y verdura. Son 17 mil millones de unidades anuales que van a dar a la basura: 12 mil millones solo para los vegetales y otros 5 mil millones en el empaque de la compra, ¡una brutalidad! ¿Se imaginan cuántos millones se usan en los supermercados de Chile?
Volvamos a hacer las compras en Francia. Desde julio pasado los supermercados no pueden tirar más los alimentos que no se hayan vendido, ni estropearlos (para que no puedan tomarlo de la basura quienes lo necesiten). En cambio, están obligados a donarlos. Esas toneladas que antes se perdían, unos 7 millones al año, se transforman ahora en platos de comida nutritiva para instituciones de caridad. Es parte de las medidas que contempla Ley de Transición y que ponen el foco en el despilfarro. A nivel mundial, con toda la comida que se pierde cada año –que es el 30% de lo que se produce, según las cifras de la ONU en la última Exposición Universal–, si se ocupara solo ¼ esos alimentos se termina el problema del hambre en el mundo, 800 millones de personas que sufren de hambre cada día podrían ser alimentadas. Así de claro, y Francia ya está haciendo algo al respecto.
En este eje se ubica también, con un fuerte énfasis en el reciclaje, la prohibición a vasos y cubiertos plásticos para el 2020, unos 4.7 millones al año, y al menos la mitad de sus componentes deben corresponder a biopolímeros degradables ¿Exagerado? Para nada si se piensa que según la ASEF, Asociación de Salud Medioambiental de Francia, se tiran 5.000 millones cada año… ¡Son 500 años para degradar el vasito!
Siguiendo con la basura, respecto a lo que los franceses tiraban en 2010, al 2020 tendrán que reducirlo en un 10% y reciclar un 55% de sus desechos, cuotas que aumentan para el 2025.
Hecho para durar
¿Y si la mitad de las cosas que compras no duran nada y sale más caro arreglarlas que hacerse de una nueva? Bomba directo al corazón del consumo: los productos tendrán que tener visible en una etiqueta su vida útil y se contempla penalizar la obsolescencia programada (el art°. 99 habla de multas de 300 mil euros y 2 años de cárcel), así se alargará la vida útil, por ejemplo, de refrigeradores, cocinas, etc. –a lo que corresponde por cierto– y se generarán menos desechos-gases de efecto invernadero-polución. En general se espera reducir al año 2025 a la mitad los residuos y en un 40% las emisiones. Esto significa que la producción y diseño de nuevos aparatos tendrá que ser más cuidada y duradera.
Muévete Limpio; Vive Limpio
Francia prefiere premiar las buenas acciones de los ciudadanos y subvencionarlas en vez de castigar. Por ejemplo, se probó un plan piloto que pagaba 25 centavos de euro a quien se fuera al trabajo en bici para estimular el transporte limpio y para que la gente se cambie a autos eficientes (20 g de CO2/km), las ayudas pueden llegar hasta los 10 mil euros.
Según la Asociación Francesa del Vehículo Eléctrico (Avere) el 2016 las ventas aumentaron en un 26% respecto al año anterior, con 27 mil autos, y se espera que al 2023 el número de autos eléctricos e híbridos aumente sustancialmente. Para que esto funcione se planifica una red de recarga pública, ya se han planteado 79 proyectos que contemplan 20 mil puntos de recarga eléctrica y créditos fiscales para incentivar la instalación de sistemas de carga en las casas y lugares de trabajo.
Las viviendas y edificios de siempre también se ponen a tono con el medioambiente, deberán consumir menos energía de aquí al 2030, un rendimiento energético entre 20 y 30% menos de lo que contemplaba la legislación. Para esto se ha creado un fondo y se planifica ir renovando anualmente unas 500 mil casas a partir de este año. Hay créditos por este concepto a tasa cero interés para los propietarios y un reembolso del 30% del gasto. Los edificios públicos, por su parte, además deberán dar un buen ejemplo generando más energía de la que utilizan.
Respecto a las energías en sí, la nueva administración de Macron ya anunció el fin del carbón en un plazo de 5 años y la apuesta por las renovables continúa, esperando alcanzar el 32% en 2030.
El vigor con que Francia está impulsando y planificando su transición energética, apostando con medidas coordinadas en todos los frentes para bajar su consumo eficazmente, es estupendo, se aplaude y sirve de ejemplo al mundo. Lo único que llama la atención es el alto porcentaje de energía nuclear que mantendrá. La gran fuente productora de electricidad en Francia, que ocupa un 76% de la matriz, deberá disminuir a un 50% siguiendo las metas propuestas con anterioridad. Un porcentaje que se ve poco acorde para un país que está implementando un programa tan fuerte para ser un ejemplo verde en Europa y el mundo.
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