Con una particular sinfonía, Volkswagen celebra los 100 años del invento de la bocina
Este avance eléctrico, que contribuyó enormemente en la seguridad vial, fue obra del ingeniero alemán Robert Bosch.
Así como Alemania fue la cuna del automóvil a fines del siglo XIX, también lo fue de uno de los inventos que hoy está presente en absolutamente todos los vehículos que se comercializan alrededor del mundo: nada más ni nada menos que la bocina de accionamiento eléctrico. Este elemento fue patentado por el industrial Robert Bosch en 1914, pero -Primera Guerra Mundial de por medio- no vio la luz en un auto de calle hasta 1921. Se presentó por primera vez en la Berliner Autoausstellung.
La historia dice que en el despertar de la industria automotriz europea, realmente cualquier vehículo motorizado llamaba la atención per se, de modo que no era necesario un elemento adicional para advertir su paso. Pero, a medida que los vehículos se hicieron más asequibles, el tráfico creció y las regulaciones evidentemente se hicieron también más estrictas. Ya en 1910, en Alemania se hizo obligatorio el uso de diferentes tipos de señales, con lo que finalmente las ciudades se llenaron de gritos, ruidos de cornetas, sirenas y hasta diferentes tipos de bocinas de aire, todas de accionamiento complejo.
Esto, señala en una reseña la propia gigante alemana Bosch, se tradujo en una cacofonía constante que molestaba e incluso asustaba a los peatones y otros usuarios de las calles. Así, había que encontrar una nueva solución. En 1914, el fundador de Bosch patentó la “pipa eléctrica señalizadora”, pero el estallido de la Gran Guerra le impidió cualquier desarrollo en la materia. Eso hasta 1919, cuando al fin momentáneo de las hostilidades en Europa, el jefe de desarrollo de Bosch -el también ingeniero Gottlob Honold- asignó una nueva tarea: desarrollar un dispositivo que pudiera oírse desde lejos, que fuera fácil de usar, consumiera poca energía y pudiera producirse a gran escala.
La solución con el sello Bosch
El resultado fue un sistema de timbres. Aunque en el pasado habían existido varios de estos avances, ninguno había resultado adecuado para la tarea encomendada. El nuevo sistema involucró un electroimán que hizo vibrar una membrana, generando un sonido puro, aunque sin el rango requerido.
Después de experimentar durante un tiempo, los ingenieros dieron en el clavo. Usando el principio de “tubería cerrada”, instalaron una segunda membrana que generaba más frecuencias. La raíz y el sobretono se complementaban y se amplificaban entre sí, generando el sonido puro y agradable que se convertiría en el típico de las bocinas de los autos. El resultado sonoro fue lo suficientemente alto como para ser escuchado hasta a dos kilómetros.
Otro problema, otra solución...
Las bocinas con forma cónica sonaban a todo volumen en las calles, en cualquier momento del día y la noche. Los conductores usaban las bocinas Bosch para señalar antes o durante los adelantamientos, tocaban cuando se aproximaban en calles estrechas, mientras giraban en las intersecciones o simplemente por el gusto de hacerlo.
Como resulta lógico, los peatones pronto comenzaron a quejarse. Así, luego se creó una válvula de tipo mariposa para un segundo tono más silencioso, especial para el tráfico urbano. Sin embargo, la tentación de presionar el otro botón para activar un sonido más fuerte resultaba irresistible. En una serie de carteles publicitarios ahora famosos, Bosch intervino y defendió una mayor consideración de parte de los conductores: “Mantenga el ruido bajo. Advierta a los demás con la bocina Bosch“ (imagen de arriba).
Más tarde, la compañía Bosch desarrolló el característico sonido de dos tonos de los carros de bomberos, que perdura hasta hoy.
Fuente: Bosch.
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