Boris Johnson: la trastienda de su lucha contra el Covid-19
El primer ministro británico prestó poca atención en lo personal a la enfermedad al principio, luego se resistió a la hospitalización tras infectarse y luchó contra ser puesto en un ventilador mecánico. The Wall Street Journal realizó una crónica de sus días más críticos.
En una habitación lateral del Hospital St Thomas en el centro de Londres, los médicos enfrentaban una decisión. El primer ministro Boris Johnson yacía enfermo en el ala este del recinto, con dificultades para obtener suficiente oxígeno. Los médicos estaban pensando en ponerlo en un ventilador, un paso que a menudo es el último recurso para los pacientes con Covid-19.
Johnson comenzó a preocuparse. Eviten usar un ventilador lo máximo posible, le dijo a sus médicos.
Le preocupaba que incluso si se recuperaba de la enfermedad, el proceso de sedación e insertar un tubo en los pulmones forzaría una recuperación prolongada, según comentó una persona familiarizada con su cuidado. Eso dejaría al líder de Gran Bretaña marginado de las decisiones mientras una pandemia azotaba al país.
Ahora, Johnson está de vuelta en Downing Street, después de una estadía en el hospital que incluyó tres noches en cuidados intensivos, y que concluyó sin ayuda mecánica para su respiración.
Y una reconstrucción de su batalla contra el coronavirus, basada en entrevistas con funcionarios, amigos de Johnson y personas familiarizadas con sus cuidados médocps, ofrece una idea del extraño desafío de liderar una respuesta nacional a una pandemia mientras se produce el desastre. Todo en un país sin plan de sucesión fijo para sus líderes políticos.
“Impermeable”
Boris Johnson es el líder mundial de más alto perfil conocido por haber contratado a Covid-19. El primer ministro británico, de 55 años, ha sido castigado duramente por la experiencia, dicen personas que lo conocen. Dicen que la enfermedad lo dejó sintiéndose ocasionalmente cansado, y lo ha puesto más cauteloso sobre cómo el gobierno debería hacer para eventualmente levantar una cuarentena total. Está tratando de bajar de peso, preocupado de que su condición física pueda ser en parte culpable de la gravedad de su enfermedad. Con todo, un portavoz de Johnson declinó hacer comentarios.
Cuando se recuperó el mes pasado en Chequers, la residencia campestre del siglo XVI en el sur de Inglaterra que ocupan los primeros ministros, varios miembros del gabinete se unieron a él en una videoconferencia. “Salus populi suprema lex esto”, dijo Johnson, un estudiante de latín y griego, citando al político y filósofo romano Cicerón. ¿La traducción?: “Que la salud de las personas sea la ley más alta”.
Conocido por su rebelde cabello rubio y su fuerte impulso del Brexit, el premier se ha recuperado de los contratiempos a lo largo de su carrera utilizando un estilo optimista y humorístico para sacar ventaja de las situaciones incómodas. Al principio de la pandemia tomó el virus en serio, pero actuó como si fuera personalmente impermeable a él, dicen asesores
A principios de marzo, dijo que visitó un hospital que albergaba pacientes con coronavirus y que dio alegres saludos de mano a quienes lo rodeaban. Asistió a un partido de rugby en un estadio lleno de gente. Habló con sus asesores también sobre su renuencia a encerrar a las personas en sus hogares. Cuando dio a conocer recomendaciones de distanciamiento social, lo hizo de pie, pero cerca de otras dos personas. Y continuó yendo en persona a las reuniones del gabinete mientras otros participaban a través de llamadas.
A fines de marzo, un asesor que lidera las negociaciones comerciales de Brexit se aisló a sí mismo con síntomas. Un grupo de otros asesores de Johnson, incluido su jefe de gabinete y su jefe médico, también se enfermaron. Él estaba trabajando en un grupo de edificios alrededor de Downing Street con un laberinto de corredores estrechos y habitaciones pequeñas, muy adecuadas para ser un vector viral.
El 26 de marzo, Johnson se paró en la puerta de su residencia en Downing Street para unirse a un aplauso a nivel nacional para los trabajadores de la salud, pero no se sentía bien. El jefe médico de Gran Bretaña le aconsejó que se hiciera una prueba para Covid-19. A medianoche recibió el resultado: positivo.
Llamadas con Trump
Johnson se enclaustró en su departamento, en el 11 de Downing Street. Tenía una habitación con un baño contiguo y un estudio forrado con libros encuadernados en cuero rojo, utilizados tradicionalmente por el canciller del Tesoro. Comidas y briefings informativos fueron dejados en su puerta.
Cuando un amigo le envió un mensaje de texto para ver cómo estaba, pareció ignorar el virus y dijo que su objetivo era “ordenar al país”.
Johnson a menudo regresó a los pensamientos de Cicerón durante su enfermedad. Al explicar por qué quería seguir trabajando, citó el consejo que le dio su hermano Quinto sobre la importancia política de permanecer en Roma y permanecer visible para ganar el apoyo público.
A pesar de sentirse como lo que una persona describió como “débil”, Johnson continuó. El día después de su diagnóstico, llamó al presidente Trump, quien luego dijo que su par británico “no sonaba nada bien”. “Antes de siquiera decir hola, dijo: ‘Necesitamos ventiladores’”, contó después Trump.
Johnson dirigió las reuniones de respuesta al coronavirus por video, y en ellas fue visto tosiendo. Parecía cada vez más descuidado y pálido. Algunos colegas comenzaron a preocuparse porque no estaba mejorando.
En Gran Bretaña no hay un médico privado para el primer ministro. El líder debe confiar en el Servicio Nacional de Salud. Una semana después de su diagnóstico, y aunque Johnson no estaba con dificultades para respirar, sus médicos se preocuparon de que el nivel de saturación de oxígeno en su sangre fuera demasiado bajo.
Su novia, Carrie Symonds, embarazada y enferma con síntomas de Covid-19, instó a Johnson a recibir tratamiento adicional. Los médicos, funcionarios y Symonds finalmente lo persuadieron para que fuera a un hospital. Le dijo que lo necesitaba sano para ayudar con la inminente llegada de su hijo.
A las 8 de la noche del domingo 5 de abril, mientras la Reina Isabel se dirigía a la nación con un mensaje televisado, un asesor condujo a Johnson cruzando el río Támesis, al hospital de St. Thomas. Dentro de la torre de concreto fue colocado en una sala general en el piso 12 y se le dio oxígeno, a través de un tubo en la nariz y luego a través de una máscara.
En el hospital, “el Primer Ministro fue tratado con el mismo nivel de atención que cualquiera de nuestros pacientes, y se tomaron las medidas de seguridad apropiadas”, según dijo una portavoz de St. Thomas.
Sin embargo, hubo algunos esfuerzos especiales, que incluyeron mantener una habitación lateral y equipo en espera para cuidados intensivos, de acurdo a lo que relató una persona familiarizada con su cuidado médico, que agregó que los médicos creían que debería haber venido antes
Sus médicos se preocuparon por lo que llaman “la crisis de los 10 días”, donde en la segunda semana de su enfermedad, algunos pacientes de Covid-19 empeoraron rápidamente.
El fuerte deterioro
El lunes 6 de abril, 11 días tras la prueba positiva de Johnson, su condición se deterioró. Un monitor mostró que sus niveles oxígeno en la sangre se desplomaban. En cuestión de horas, la situación se volvió grave y la UCI se preparó para su llegada.
Le dolían los músculos, una señal de falta de oxígeno, que puede causar daños rápidos en el cuerpo. Pero la ventilación mecánica también puede causar daños, con el duro proceso de forzar el oxígeno a los pulmones y la fuerte sedación requerida.
A las 7 pm. de ese lunes, los asesores llevaron a Johnson a una habitación lateral en la UCI en el ala este. Los médicos Nicholas Price y Nicholas Hart, expertos en enfermedades respiratorias, encabezaron su atención.
En Westminster, al mismo tiempo, surgió un dolor de cabeza constitucional. El sistema de Gran Bretaña no explica qué sucede si muere un primer ministro. El Partido Conservador, al que pertenece Johnson, no tiene un protocolo para reemplazar a un líder fallecido. Si el primer ministro muriera, los estatutos del partido tendrían que reescribirse para acelerar el proceso de elegir un nuevo líder, que a menudo lleva varias semanas.
El año pasado, Johnson nombró al secretario de Relaciones Exteriores, Dominic Raab, como su suplente cuando está ausente. Pero la reina no mantuvo su tradicional audiencia semanal con el líder del país, sino que esperó el regreso del premier.
La situación tomó un giro diplomático surrealista después de que el presidente Trump dijo que estaba poniendo en contacto a un grupo de compañías farmacéuticas con médicos de St. Thomas para proporcionar posibles medicamentos para ayudar a Johnson. Entre las compañías, dijo una persona familiarizada con el asunto, se encontraba Gilead Sciences Inc., fabricante del remdesivir, droga experimental contra el ébola y que ha mostrado algún beneficio contra el Covid-19. Un representante de la compañía contactó al hospital para ofrecer asistencia, según un funcionario del recinto.
El resultado fue una incomodidad en Downing Street, porque no se podía ver a Johnson obteniendo drogas que no estaban disponibles para todos los británicos. Los funcionarios del hospital no dijeron si el medicamento fue administrado al premier.
El equipo político de Johnson, al mismo tiempo, luchó con qué decirle al público. Sus asesores dicen que entendieron que él estaba recibiendo briefings informativos después de ser ingresado en el hospital. Presentaron su traslado a la UCI como precaución.
El momento crítico
Un alto funcionario del Partido Conservador dijo que en ningún momento le dijeron que el premier estaba cerca de la muerte. En el hospital, sin embargo, algunos temían lo peor. Los médicos, el lunes 6 de abril, debatieron si debían poner a Johnson en un respirador, una discusión que continuó hasta la mañana siguiente.
Su nivel de oxígeno en la sangre cayó bajo el 94% mínimo considerado como seguro, pero no por debajo del 80% donde las funciones de los órganos podrían verse comprometidas, según una persona que recibió informes de su evolución. Recibió litros de oxígeno.
Para el martes, la situación de Johnson parecía más estable. Su respiración se volvió menos laboriosa. Su nivel de oxígeno mejoró y los médicos redujeron la cantidad alimentada a través de su máscara. El jueves lo dejaron en una sala para recuperarse. Enfermeras y cuidadores aplaudieron.
A las pocas horas de salir de la unidad de cuidados intensivos, Johnson estaba parado en calzoncillos junto a su cama con dos enfermeras para unirse a un aplauso nacional para médicos. Y el 12 de abril, fue dado de alta.
Guto Harri, que fue asesor de Johnson cuando éste era alcalde de Londres, dijo que ser hospitalizado con Covid-19 sería un desastre para la mayoría de los líderes, “pero no lo ha lastimado en absoluto. Ha ayudado a convertirlo en un símbolo de la nación de alguna manera”.
Pero otros apuntan que su terrible experiencia simboliza el manejo excesivamente relajado de la crisis por parte de su gobierno cuando el virus se apoderó por primera vez. Gran Bretaña está en camino de tener uno de los mayores índices de muertes por el virus en Europa. “Si no hubiera estado en cuidados intensivos, creo que mucha más gente estaría cuestionando su manejo de la crisis”, dice Tim Bale, profesor de política en la Universidad Queen Mary de Londres.
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