El politólogo que cree que el gran dilema de América Latina en 2018 será la excesiva influencia de los expresidentes

Según Corrales, los latinoamericanos se han dado cuenta de que los presidentes en el poder y fuera del poder son figuras prepotentes y difíciles de contener.
Según Corrales, los latinoamericanos se han dado cuenta de que los presidentes en el poder y fuera del poder son figuras prepotentes y difíciles de contener.

El referéndum que bloqueó el regreso de Rafael Correa a la presidencia de Ecuador el domingo refleja un cambio en América Latina ante los expresidentes y la reelección, advierte Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de Estados Unidos.


"Los latinoamericanos se han dado cuenta de que los presidentes en el poder y fuera del poder son figuras prepotentes y difíciles de contener", sostiene Corrales en una entrevista telefónica con BBC Mundo a propósito de un artículo en la prestigiosa revista Americas Quarterly sobre el dilema que representan los expresidentes en la región.

Experto en temas de poder presidencial en América Latina, Corrales cree que esta situación actual contrasta con la moda de las reelecciones presidenciales que la región vivió en medio del boom económico de la década pasada.

Pero también evoca viejas ideas que el liberalismo democrático latinoamericano tuvo desde el siglo XIX, incluso antes que Estados Unidos, recuerda.

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Lo que sigue es una síntesis del diálogo con Corrales, coautor de un libro sobre el legado del expresidente Hugo Chávez en Venezuela

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¿Cuál es el problema que usted ve con los expresidentes en América Latina?

El problema de los expresidentes en América Latina es que les cuesta mucho trabajo retirarse de la política. Y en sus intentos por seguir vigentes, aun cuando su momento tal vez haya pasado, hacen todo tipo de actos políticos que impiden la renovación de liderazgos.

Generalmente son polarizantes: sus seguidores los adoran, pero suelen generar alergias muy profundas. Generalmente la opción es muy visceral. Cuesta mucho trabajo en sus respectivos partidos que surjan liderazgos nuevos, porque es como un sol muy brillante. Entonces opacan a grupos nuevos dentro de sus partidos.

¿Puede dar algunos ejemplos de los casos más emblemáticos que observa actualmente en la región?

Estamos en un año en que los casos más emblemáticos están recibiendo ciertos parones de algún tipo. En el caso de Colombia, la batalla eterna del gobierno de Santos fue desde su inicio detener al uribismo. Esto se logró con un cambio en la Constitución para impedir la reelección.

En Perú, el fujimorismo es el tema central de la elección de Kuczynski. Vemos el caso de Lula en Brasil: hasta cierto punto, uno puede decir que Lula es el único modo de parar a Bolsonaro, pero (también) puede decir que Bolsonaro surge por Lula, porque produce alergias el regreso del lulismo.

En Chile, es Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera. Esto está trayendo un descontento muy grande en todo Chile. En Argentina, la elección del año pasaba giraba en (torno a) parar a Cristina Fernández de Kirchner. En Honduras, parte del problema es que detrás de la candidatura de Nasralla, que oficialmente no gana, se encuentra la presión del expresidente Zelaya.

Es decir, muchas veces los expresidentes logran comprometer a políticos en la oposición o en el gobierno. Y es muy malo porque son muy polarizantes.

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En Ecuador la ciudadanía decidió limitar a dos términos el mandato presidencial, lo que en la práctica impide al expresidente Correa buscar un nuevo período de gobierno. Este cambio impulsado por el presidente Lenín Moreno, ¿puede servir como ejemplo para la región?

Sí, puede que este caso le haga recordar a los latinoamericanos el concepto de límites a la reelección: es una medida democrática necesaria en países donde hay tanto caudillismo.

Es una lección que los latinoamericanos derivaron del siglo XIX, pero que con el boom económico de los años 90, cuando se sale de la época de los ajustes económicos y había tantas bonanzas, la gente le concedió a muchos presidentes el permiso a reelegirse. Y se olvidaron que esto traía más caudillismo en vez de menos. El ejemplo de Ecuador es como volvernos a acordar los latinoamericanos que por algo existe esta restricción a la reelección.

La lección es que los latinoamericanos se han dado cuenta de que los presidentes en el poder y fuera del poder son figuras prepotentes y difíciles de contener. Por lo tanto, si de verdad Latinoamérica quiere evitar el continuismo, lo cual es importante para que haya alternancia y democracia, no les queda más remedio que ponerle límites a los expresidentes repitentes.

Un expresidente latinoamericano me dijo una vez que prohibirle volver a la presidencia, incluso con un período de gobierno de por medio, sería impedirle hacer lo que él hace mejor: gobernar. ¿No debe decidirse esto en cada elección, según los candidatos?

En todas las democracias existe el concepto de límites al poder. O sea que no es impensable que a un expresidente se le puedan poner límites. Es falaz pensar que un expresidente es como un candidato normal y corriente. Un expresidente tiene muchísimas ventajas a la hora de competir. No es que se le esté haciendo un castigo.

Pensémoslo como un favor para grupos nuevos. Como las cuotas para mujeres en el Congreso: sabemos que las mujeres no pueden competir al mismo nivel y por lo tanto hay que poner ciertas restricciones al espacio que van a ocupar los hombres. Bueno, tenemos que crear un espacio para que los no expresidentes puedan competir.

En Ecuador hay quienes advierten que Correa mantiene una base electoral importante y podría incluso fortalecerse si Moreno toma medidas impopulares para revitalizar una economía en dificultades. Entonces, ¿ponerle límite a la reelección soluciona realmente el problema?

No. Me remito al caso colombiano. Uribe tiene prohibida la reelección, pero sigue siendo el que determina el conservadurismo. Sin embargo, con este problema Uribe tiene que pensar en otras opciones, en lo que sus seguidores van a querer. Eso es muy bueno y permite la competencia.

Obviamente prohibir la reelección no elimina el movimiento ideológico detrás de un expresidente, ni hace que sus seguidores dejen de seguirlo. Lo que sí impide es que regrese al poder una persona tan polarizarte que en su intento por regresar al poder le hace mucho daño al país. No es la solución total al continuismo, pero evita que el continuismo se convierta en un problema mucho más grave.

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¿Ve otros casos a nivel regional que puedan servir como referencia a otros países para lidiar con esta cuestión de los expresidentes?

Para mí lo más exitoso es esta reforma constitucional. Es sencilla, suele ser acatada y cumple su propósito de obligar a los expresidentes a buscar personalidades nuevas y debatir.

Estamos viendo como una especie de volver a esa idea de que la democracia liberal la sacrificamos demasiado en el período del boom económico. Después de ver lo que pasó en Venezuela, con Correa, en Bolivia, con estos presidentes que se quieren perpetuar y se sienten indispensables, los latinoamericanos se dan cuenta de que un presidente malo en el poder es fatal, pero un expresidente que quiera volver es peligroso.

Esta idea de prohibir la reelección es latinoamericana, no existía en la Constitución estadounidense original. No fue que ellos hayan copiado a América Latina. Pero cuando se dieron cuenta después de Franklin Delano Roosevelt que es muy fácil que un presidente se convierta en imbatible y no haya renovación, entonces Estados Unidos incorpora la enmienda (vigésimosegunda a la Constitución, que establece un límite de mandatos para un presidente). Pero esto ya era parte del liberalismo democrático latinoamericano desde el siglo XIX.

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