Putin versus Trump: de la química a la alquimia
La sintonía personal suele ser un elemento clave en las relaciones entre líderes, pero el diálogo entre la Casa Blanca y el Kremlin está marcado por otros factores oscuros.
En las reuniones entre los líderes de Moscú y Washington, antes se valoraba la química. A falta de poder colarse en el diálogo entre los mandatarios, analistas, periodistas y psicólogos exploraban el lenguaje corporal, los rostros y sobre todo la mirada de los dirigentes para averiguar si había habido química entre ellos y si la reacción resultante había sido positiva o vitriólica.
En 2001, en Liubliana (Eslovenia), el presidente George W. Bush se jactó de haber sentido el "alma de Putin" al mirarlo a los ojos. Al interlocutor norteamericano el ruso -por entonces un novato en su cargo- le pareció "directo y de fiar". Con Barack Obama la reacción química fue explosiva, porque la psicología, la formación y las prioridades de los dos mandatarios no podían ser más contrapuestas.
En el caso de Vladimir Putin y Donald Trump, tal como se presentó hoy parece más indicado hablar de alquimia que de química, a juzgar por cómo la clase política norteamericana y la prensa de aquel país se refieren al ruso, al que ven poco menos que como a un hechicero capaz de encantar y subyugar a su Presidente. Estos razonamientos se basan en la experiencia y el pasado profesional de Putin. Como oficial del Comité de Seguridad del Estado (el KGB), el líder ruso trabajó como espía en la República Democrática Alemana (RDA) en los años ochenta, estuvo basado en Dresde y entre sus funciones estaba la de seducir y reclutar agentes e informantes para su causa.
Pero si de alquimia se trata, y Putin actúa sobre Trump como un brujo diplomado, el equipo del Presidente norteamericano tendrá que tener preparados antídotos o pócimas para desencantarlo cuando abandone el campo magnético, el área mágica del ruso, y se ponga en contacto de nuevo con sus realidades cotidianas y los diversos grupos de intereses que le apoyan y a los que representa. En julio de 2017, en su primer contacto cara a cara en Hamburgo, la delegación norteamericana tuvo que enviar a Melania Trump para que interrumpiera la conversación de su esposo con Putin, que duraba ya 80 minutos en lugar de la hora prevista. Pese al aviso, la reunión se prolongó una hora más.
Halagos
El Presidente ruso ha medido mucho sus palabras sobre Trump y ha sido bastante positivo sobre él. Tras su primer encuentro en julio de 2017 en Hamburgo, Putin dijo que el "personaje de la televisión" se diferencia mucho del "hombre real, que es absolutamente concreto y que comprende de forma absolutamente adecuada al interlocutor, analiza bastante deprisa, responde a las preguntas planteadas o a los nuevos elementos que surgen en la discusión". Putin ha calificado a Trump de "listo" por haber tenido éxito en los negocios y ha opinado que "si es listo, esto quiere decir que comprende del todo y bastante deprisa otro nivel de responsabilidades".
Sobre la posibilidad de que Moscú posea material comprometedor (kompromat) contra Trump, Putin negó que los servicios secretos de su país se ocuparan de él cuando viajó a Moscú, siendo una de las personas más ricas de América. El líder ruso incluso defendió a su colega: "¿Acaso Trump llegó y de inmediato se apresuró a reunirse con las prostitutas de Moscú?", inquirió. El actual
Presidente norteamericano, prosiguió, se había dedicado "muchos años a organizar concursos de belleza", y "se relacionaba con las mujeres más guapas del mundo". "Con dificultad me puedo imaginar que corriera al hotel a reunirse con nuestras chicas de baja responsabilidad social, aunque sin duda son las mejores del mundo. Dudo que Trump se dejara enganchar por esto", sentenció en diciembre de 2017. En marzo de este año, Putin dijo que Trump tiene "cualidades de líder" y que "se responsabiliza de las decisiones tomadas", pero confesó que no leía su Twitter y que él mismo no utilizaba este sistema de expresión. "Donald es una persona más moderna", explicó.
Ambos líderes son vanidosos, como demuestra el gusto de uno por enseñar su torso y el intento de otro de ocultar su calva bajo unas mechas exhaustas.
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