Suecia: una derrota dolorosa

Personas disfrutan de las temperaturas de verano en un parque en el lago Malar, en Estocolmo.
Personas disfrutan de las temperaturas de verano en un parque en el lago Malar, en Estocolmo. Foto. Reuters

Aunque el país era considerado una especie de potencia hegemónica en la región, su fallido manejo de la pandemia ha hecho que sus vecinos cierren las puertas a los suecos.


“No podemos visitar Noruega, no podemos ir a Dinamarca”, decía la periodista sueca Åsa Linderborg recientemente en un popular programa de radio escandinavo. “Se supone que debemos sentarnos aquí en nuestro rincón de la vergüenza, y lo peor es que lo están saboreando”, se quejó, refiriéndose a los vecinos de Suecia. “Todos los noruegos, todos los daneses y todos los finlandeses adoran que los suecos no sean bienvenidos en ninguna parte”, agregó.

A raíz de la pandemia, Noruega, Dinamarca y Finlandia tienen sus fronteras cerradas a los suecos -que registran más de 65 mil casos y superan las cinco mil muertes- ante el temor de que lleguen nuevos contagios. Mientras que estos países tomaron estrictas medidas para contener el virus en los últimos meses, Suecia se negó a hacer lo mismo y ahora tiene más del doble de casos y casi cinco veces más decesos que las otras tres naciones juntas, según cifras recopiladas por The New York Times.

Los funcionarios suecos -incluido el epidemiólogo a cargo del protocolo sanitario, Anders Tegnell- no están a gusto con esta situación. Incluso hablan de una campaña internacional para estigmatizar al país y han advertido a sus vecinos que estarán mucho más vulnerables si una segunda ola de contagios los golpea durante el otoño europeo.

“Estamos muy confiados de que nuestra inmunidad es más alta que la de cualquier otro país nórdico”, señaló Tegnell la semana pasada. A diferencia del resto de Europa, Suecia basó su estrategia en confiar en que la gente cumpliría voluntariamente los protocolos de distanciamiento social y lavado de manos para frenar la propagación del virus, sin necesidad de obligarlos a ello.

El epidemiólogo estatal agregó que, pese a que Suecia no estaba aspirando a lograr una inmunidad de rebaño, el mayor nivel de inmunidad “está contribuyendo a disminuir los números de pacientes que necesitan hospitalización, al igual que las muertes diarias”. Tegnell dijo además que las infecciones en Suecia ya habían llegado al peak e iban a la baja, tendencia que el Times comprobó con sus cifras.

Sin embargo, expertos en otros países escandinavos han dicho que los altos niveles de inmunidad no han sido probados a través de pruebas rigurosas.

“Cuando ves 5.000 muertes en Suecia y 230 en Noruega, es bastante increíble”, señaló en mayo la ex primera ministra noruega y exdirectora de la OMS, Gro Harlem Brundtland. “Se necesitará mucho para emparejar esta diferencia de aquí a uno o dos años más”, dijo.

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Desconfianza

Tegnell había surgido esta primavera como una especie de figura de culto, ampliamente admirado por su aproximación distinta para enfrentar la pandemia. Sin embargo, su popularidad es cada vez más baja. La confianza en el epidemiólogo cayó de un 69% en abril a un 60% en junio, según un sondeo hecho por el diario sueco Dagens Nyheter e Ipsos.

Además, la confianza de los suecos al manejo del Covid-19 por parte del gobierno ha caído 11 puntos desde un 56% en abril, y el respaldo a la agencia de salud pública también disminuyó en 12 puntos, a un 57%.

Considerados por mucho tiempo como los dueños de los mejores pasaportes para viajar alrededor del mundo, ahora los suecos tienen pocas opciones de moverse, incluso a través de la UE. Aunque la mayoría de los países del bloque ha reabierto sus fronteras a sus miembros, solo Francia, Italia, España y Croacia reciben a los suecos sin restricciones. En varios de ellos, como Países Bajos y Chipre, están completamente prohibidos. Austria, por su parte, exige un certificado sanitario a los suecos que quieran ingresar, y Grecia los pone en cuarentena durante al menos una semana, incluso si dan negativo al virus.

Hasta ahora, Suecia siempre se había considerado una especie de potencia hegemónica en la región. Con más de 10 millones de habitantes, su población es casi del doble de tamaño que cualquiera de sus vecinos. Su economía, que está mucho más integrada a nivel mundial que las demás, incluye reconocidas marcas como Volvo, Ikea y H&M.

Además, tienen políticas migratorias menos exigentes. De hecho, actualmente un cuarto de la población sueca es inmigrante.

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