Cortes de luz: ¿Por qué se caen los árboles en la RM?
Los expertos sostienen que algunos municipios han optado a lo largo de los años por árboles que en el invierno no pierden hojas, cosa de que no tapen los alcantarillados. Con ese peso, sin embargo, son más vulnerables a caídas. Aunque algunos ejemplares presentan malas condiciones, cuando están juntos y sanos -como en Av. Pedro de Valdivia- se mantienen firmes. Incluso, los entendidos estiman que Santiago necesita más árboles, pero bien plantados y mantenidos.
Nadie sabe con precisión cuántos árboles se cayeron en Chile tras el paso del último sistema frontal. Nadie hasta aquí ha consolidado la cifra, particularmente la de la Región Metropolitana, donde se vio más repetido el fenómeno. Un rápido sondeo de La Tercera en algunas comunas afectadas arroja que en Maipú fueron 504, en Lo Barnechea 247, en Providencia 27, en La Reina 143, en Peñalolén 83 y en Vitacura 250, sumando desenganches. Sólo en esas seis comunas se contabilizan 1.254, con imágenes que se repitieron en Ñuñoa, Las Condes, La Florida, Santiago o Colina: árboles partidos a la mitad, arrancados de cuajo o con buena parte de sus ramas caídas.
Pero ¿hay alguna especie más frágil? ¿Qué se dejó de hacer o qué se hizo mal para que esto ocurriera? En definitiva, ¿por qué se cayeron los árboles?
“Se debe a una combinación de factores que se vienen arrastrando hace al menos dos décadas”, dice Rodrigo Illesca, director de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) de la RM, que detalla que el primero de ellos es la adaptación al cambio climático y sus eventos asociados de fuertes vientos, sequía o lluvias intensas, que van debilitando los árboles, su sistema de anclaje y saturando los suelos. Pero, además, apunta al “estado fitosanitario” de las especies plantadas, las que, dice, no son siempre las más adecuadas, “ya que al momento de realizar la selección no se toma en cuenta espacialidad y altura”, así como tampoco se hace bien el manejo de desarrollo del arbolado urbano. “Podas muy agresivas generan una reacción de sobrevivencia del árbol, lo que finalmente lo debilita y en eventos de fuertes vientos o nevazones como en 2017 estos caen”.
Una opinión similar tiene Cristián Atala, doctor en Ciencias Biológicas en Botánica y académico de la PUCV: “Vientos de esa magnitud no son usuales y distintas especies tienen distinta resistencia al viento, depende cómo las mantengas. También tiene que ver con los suelos y que con cierta correcta mantención evitas estas cosas”.
Enel ha dicho que sólo sobre su red de distribución, lo que hasta hoy tiene a miles de clientes sin luz, cayeron más de 2.000 árboles, y desde la gobernación regional calculan una cifra similar.
Para Jorge Morales, ingeniero forestal y académico de la Usach, hay tres causas que explican la caída de los árboles. La primera es la mala condición sanitaria de algunos ejemplares. “Deberíamos haberlos sacado con tiempo”, dice. El segundo motivo es que los árboles están aislados. “No se cayeron en parques, se cayeron los que están en el metro cuadrado fuera de su casa, cuyas raíces son superficiales”. Y lo tercero es porque desde hace años se han elegido árboles que durante el invierno no pierden las hojas. “Aquellos que las pierden son un problema para los municipios, porque les tapan las alcantarillas. Prefieren los que no pierden las hojas, lo que es una locura, porque se caen con mayor facilidad, porque con el viento se produce el efecto volantín”.
A su vez, el arquitecto Martín Andrade, director ejecutivo de Corporación de Ciudades y exdirector del Parque Metropolitano, también atribuye a la combinación de factores lo vivido. “Parte importante fue por mal manejo de cables y postes que se cayeron y que terminó arrastrando a los árboles”. Añade que tampoco hay una mirada comprensiva de la salud de los árboles y sus expectativas de vida. “En otras partes del mundo existen planes de arbolado urbano y en Chile son prácticamente inexistentes”.
Árboles añosos
Para los expertos, más que una especie en particular, los que se cayeron fueron los árboles que tenían ciertas características.
“Son árboles viejos, plantados hace mucho tiempo y que realmente han terminado ya su ciclo de vida”, es la explicación desde la Usach de Jorge Morales. Y pone un ejemplo: “En Av. Lyon o en Pedro de Valdivia ¿se cayeron árboles? Ninguno. Porque son gigantes, porque no tienen hojas, están juntos y tienen buen estado sanitario”. Por eso, cree, en la urbe chilena debieran plantarse especies de gran tamaño, que pierdan las hojas en invierno, que tengan rápido crecimiento y que tengan un volumen de copa considerable.
Con su análisis concuerda Andrade: “Son árboles muy antiguos, que se veían muy sanos, pero que claramente les habían roto parte importante de las raíces estructurales”. Por eso, dice, sería “muy importante” que se pueda llevar un catastro de cuáles fueron las especies más afectadas, aun cuando señala que vio caídos aromos y plátanos orientales, entre otros tipos.
En Conaf, en tanto, aseveran que los más frecuentes que vieron caer son los pimientos, arces, melias, eucaliptos, acacio falso y grevillea. “Algunos individuos añosos, pero también ejemplares juveniles, debido a los fenómenos climáticos que han generado el debilitamiento de su condición fitosanitaria”, asegura el director regional Illesca.
Desde la PUCV, Atala explica que los árboles que crecen más lento tienen maderas más densas y esos son los que menos se vieron caer debido a su solidez. “Pero, en general, en lados urbanos es normal que se prefieran plantas de crecimiento rápido”.
La escasa normativa
En Chile, la regulación sobre plantado y mantención de árboles escasea. En 2018, Conaf y las entonces autoridades del Ministerio de Agricultura intentaron promover la Ley Arbolito, que buscaba generar un marco regulatorio para proteger los árboles urbanos en todo país, sugiriendo criterios de elección de especies idóneas para cada sector. Esta no prosperó y al año siguiente algunos parlamentarios recogieron los cimientos de esa normativa y presentaron el proyecto de Ley de Arbolado e Infraestructura Verde, el que recién en 2022 fue aprobado en general por el Senado, pasando a las comisiones de Medio Ambiente y Vivienda para su análisis particular. Y ahí quedó.
“No podemos seguir de la misma forma”, se apresura en señalar Andrade, exencargado nacional de Parques Urbanos en el Minvu, quien agrega que “ojalá todos los municipios tuviesen que tener su arbolado urbano con cierto criterio mínimo”.
¿Y qué lineamiento existe hoy? La propia Conaf tiene desde 2010 un Programa de Arborización, apuntado especialmente a zonas urbanas y periurbanas. El ‘pero’ es que no puede aportar plantas a personas naturales o jurídicas, públicas o privadas que tengan la obligación legal de plantar.
Aún así, para Morales este conocimiento sí debiese ser aprovechado por las municipalidades, puesto que hoy apenas 30 de la RM usa de alguna manera el programa. “Conaf sabe qué especies plantar, dónde plantarlas, pero nadie les consulta. Hoy todo está muy mal planificado. Debería haber un impulso de parte del Estado, del Ministerio de Agricultura, de coordinar a los municipios para enfrentar el tema de la arborización urbana”, cree, argumentando que hoy los municipios “tratan a los árboles como si fueran un jardín. De hecho, mayoritariamente es el Departamento de Aseo y Ornato el jardinero. Y entonces aplican criterios estéticos”.
Y es que, además, la regulación actual tiene ciertos grises. Por ejemplo, los árboles pasan a ser responsabilidad de las empresas eléctricas cuando llegan a ocupar el espacio donde van los cables, pero la mantención hasta antes de eso corresponde a los municipios. Y ahí, muy pocos tienen departamentos o equipos exclusivos dedicados a esto.
“A veces conviene más plantar especies con menos mantención y, además, dudo que los municipios hagan un análisis de riesgo periódico de los árboles”, asegura Atala, el doctor en el área Botánica, quien añade que el problema es que no se está todo el tiempo haciendo un chequeo de los árboles más viejos, o que de forma preventiva los corten y planten recambio. Por eso, piensa, además de asesorarse con expertos, Conaf debiese adquirir mayor protagonismo.
En ese sentido, el director regional de dicha corporación asegura que se debería generar un marco legal, evitando que los árboles puedan convertirse en un riesgo para la seguridad pública durante frentes de mal tiempo como lo que sucedió recientemente. “Aunque Conaf puede actualmente pronunciarse en términos técnicos, no tenemos injerencia, dado que la responsabilidad del espacio público por ordenanza está bajo la responsabilidad de los municipios”, suma.
Mientras eso no suceda, los entendidos aquí consultados concuerdan en que la lección, por ahora, es ser preventivo. “Tenemos que entender que nuestro paisaje climático va a cambiar y hay que prepararse”, dice Atala.
Morales concluye: “Lo peor que podríamos hacer es dejar de plantar. Las ciudades del futuro van a ser clasificadas no solo porque tengan agua, luz o un sistema de Metro, sino por la cantidad de sombra que tengan. Necesitamos 10 veces más árboles que los que tenemos, pero tenemos que plantar bien”.
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