El destino fatal de un soldado chileno en Ucrania
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En mayo del año pasado, Christian Sagredo, un guardia de seguridad chileno, dejó a su familia para unirse a la Legión Extranjera del Ejército ucraniano, sin imaginar el precio que pagaría. ¿Qué empuja a un hombre a ser parte de una guerra en la que no tiene parte? En este caso, cumplir un sueño que le costó la vida.
En febrero de 2022, cuando estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, Christian Sagredo pensó en unirse a los voluntarios extranjeros del Ejército ucraniano. Él, un chileno de 49 años, sin más experiencia que su servicio militar, algunos años como reservista de marina y guardia a tiempo completo en Prosegur, desde joven soñaba con participar en un conflicto armado.
“Excelentes noticias, me encantaría ir…”, comentó en la red social X a una fotografía que mostraba a los primeros extranjeros que llegaron a combatir por Ucrania. Dos años después, estaba vistiendo el uniforme del Ejército.
Christian Sagredo pasó sus primeros años junto a su hermano en un hogar de menores de Concepción. Al ser un hogar exclusivamente para hombres, su hermana menor se crió en un centro diferente. Según cuenta Jennifer Sagredo, su hermana, episodios de violencia intrafamiliar entre sus padres los llevaron a vivir y a terminar sus estudios en el hogar.
Al cumplir la mayoría de edad, Christian Sagredo se alistó en el Servicio Militar en Talcahuano. Allí, junto a otros conscriptos, descubrió una nueva forma de vida. Quienes lo conocieron de cerca relatan que en los largos trotes de entrenamiento, que hacía cuando lo trasladaron a Viña del Mar, encontró su sueño.
Sólo que la carrera en la Armada que quiso iniciar después de su servicio se truncó con la llegada de su primer hijo en 1994. Las responsabilidades que tuvo que asumir no se alinearon con ser uniformado.
Su hermana Jennifer recuerda este sueño frustrado.
–Él siempre hablaba de que le encantaba la Armada, que le gustaba mucho, esa era su pasión. Yo creo que quedó ese deseo de cumplir esa meta.
![Christian Sagredo Joven](https://www.latercera.com/resizer/v2/DVUYITBKVJABDODW667NC3GLMY.jpg?quality=80&smart=true&auth=65c9316d40b96f344e6e0e43783f8816cfffa71151bbda8379133bb2d29be4b4&width=790&height=580)
Dejó la formación militar por un puesto de guardia de seguridad. Trabajó en bancos, supermercados y multitiendas en San Felipe y después en Quillota y La Calera, mientras su familia se agrandaba con dos hijos más. En 2013 conoció a su segunda pareja, Pamela Sagredo (el apellido es una coincidencia), en La Calera.
–Siempre fue una persona muy sociable, alegre y generosa. Era un hombre encantador. Fuimos amigos dos años antes de iniciar una relación, era el alma de la oficina –cuenta ella, quien se convirtió en su esposa en 2015.
Durante su relación, Sagredo siempre manifestó su intención de volver a participar en las Fuerzas Armadas. Por esos años se inició como reservista de la Infantería de Marina del Fuerte Aguayo, en Concón, según cuenta su círculo, apoyando en labores de servicio de emergencia y guardia.
–Siempre andaba buscando información sobre diferentes guerras. Decía: me encantaría ir y ayudar. Siempre tuvo muy marcada su influencia militar en todo orden de cosas, cuando trabajaba como guardia de seguridad, siempre en el mismo ámbito –agrega Pamela Sagredo.
Además, pasaba sus tiempos libres jugando videojuegos de guerra, viendo películas como Top Gun o Pearl Harbour y en los últimos años jugaba paintball para desestresarse. Su hermana también cuenta que durante la guerra de Irak sondeó la idea de unirse a las tropas extranjeras.
Su relación con Pamela Sagredo, que duró siete años y con quien tuvo su hija menor, se quebró en 2020. Esto lo llevó a dejar Quillota y establecerse en Santiago. En la capital siguió su trabajo en seguridad. Esta vez, como chofer de camiones en Prosegur.
![Christian Sagredo guardia](https://www.latercera.com/resizer/v2/ZFFT3UNFVFB2LLD3BUVQPIRFCI.jpg?quality=80&smart=true&auth=cdbb73853e244ec919849f4015a874c3abd077795c2786b896cf56a038bf4b5e&width=790&height=896)
En este mismo período, específicamente en 2022, las tropas rusas invadieron definitivamente Ucrania. El intento del Ejército al mando de Vladimir Putin por anexar territorios ucranianos resultó con una de las operaciones militares más crudas del siglo XXI.
Esto llevó a Volodimir Zelenski, el presidente del país invadido, a anunciar al mundo la creación de la Legión Extranjera, que permitió que miles de voluntarios extranjeros se unieran para luchar contra los rusos.
Aunque la cifra no es exacta, al 2023, de acuerdo con información publicada por Vice y The New York Times, el número de extranjeros peleando en la Legión Extranjera rondaba los 1.500 a 2.000 uniformados.
Este conflicto motivó a Sagredo a unirse a las tropas extranjeras. De acuerdo a las personas que lo conocieron, además de su intención de ayudar al país invadido, también se sumó su idea en contra del expansionismo ruso. Sus redes sociales se llenaron de mensajes anticomunistas.
Marcelo Ávalos, quien era su compañero en Prosegur, también había pasado por el Ejército chileno y se unió a Sagredo en la misión de pelear por Ucrania.
–Nosotros queríamos postular para irnos juntos. Yo tuve un problema personal y me retrasó para seguir postulando con él. Siguió adelante y estaba supermotivado. Cuando uno está uniformado y comparte las experiencias que uno vive dentro de las instituciones o de los entrenamientos te hace vibrar como persona.
Alistarse dentro de la Legión Extranjera no fue tan complicado para Sagredo. Entró a la web, escaneó sus documentos y respondió algunas preguntas simples. La página, a pesar de que valora la experiencia militar o el uso de armas, no excluye a quien no las tiene.
Después contactaron vía Telegram a Sagredo con más instrucciones. Ávalos, quien acompañó en cada momento de su postulación a su compañero, cuenta que le aconsejaron qué ropa llevar, cómo se debía preparar mental y físicamente y, al final, cómo funcionaban los pagos. Acá, Sagredo se convenció.
Como soldado voluntario en Ucrania recibiría aproximadamente tres millones de pesos chilenos mensuales: más de tres veces el sueldo que percibía como guardia de seguridad. Todo, con un contrato de seis meses, con posibilidad de renovación.
Sagredo dejó su trabajo en Santiago y se mudó a Concepción. Se juntó a vivir con Aura Manosalva, su última pareja, y empezó a prepararse físicamente para estar en el frente de Ucrania. Tuvo algunos trabajos esporádicos, vendió el auto que había comprado junto a Manosalva para ahorrar para su viaje y, a escondidas, compró su pasaje de ida.
Ella recuerda que esto generó un conflicto general en toda la familia.
–Yo le decía que no lo iba a dejar ir, porque quizás era una locura del momento. Que lo viera por su hija, que se iba a perder verla crecer. Pero me dijo que era ahora o no iba a cumplir su sueño, porque ya iba a cumplir 50 años.
La mamá de su hija menor también se negaba rotundamente a la decisión de Sagredo.
–Yo lo había escuchado tantas veces que quería ir a una guerra, aquí y allá, no lo tomé tan en serio. Pero al enterarme, de mi parte fue absolutamente una negación, apelaba a que tenía hijos. Le mandaba videos que mostraban que no era tan así como lo pintaban, pero no creyó mucho.
A pesar de todo, su familia no le impidió viajar. Christian Sagredo dejó todo y viajó un 4 de mayo desde Chile con primera parada en España.
El sueño
Sagredo llegó hasta Polonia desde España, vestido de colores militares y con una gorra que en el frente llevaba incrustada la bandera chilena y una calavera. Tomó un tren que lo dejó al límite de los países y, de acuerdo a su relato en mensajes que les envió a sus amigos y familia, cruzó caminando hasta el paso fronterizo de Shehyni, en Ucrania.
Mientras miles de ucranianos abandonaban su país, Sagredo ingresaba. Allá lo estaba esperando uno de los oficiales de su unidad. Chequeó sus documentos y le dio el visto bueno para irse juntos hasta la zona de adaptación.
Carlos Jenkins, soldado chileno que conoció vía internet a Sagredo, también fue voluntario de la Legión Extranjera, cuenta cómo es este proceso.
–Tienen un periodo básico de tres semanas. Uno se adapta, te entrenan y ven tus capacidades; después te envían según las necesidades de los batallones a las divisiones a cumplir algún propósito de equipo.
Al principio, según cuenta su familia, Sagredo finalmente estaba viviendo su sueño, al fin era parte de un escuadrón.
![Bad Boy soldado](https://www.latercera.com/resizer/v2/4SMFFWINJFCUZBRCVXKQBE7QGA.jpg?quality=80&smart=true&auth=bbb7443b6d8d5016af2d25a16313b506f4be953bba5d8089165d08bfaa0f5bc2&width=790&height=918)
–Me comentaba que estaba todo bien, en el viaje estaba contento, en los entrenamientos me mandaba fotos y estaba cumpliendo su sueño –cuenta Pamela Sagredo.
Al unirse al campamento, las labores del soldado eran más bien básicas. Ayudaba a descargar las provisiones que llegaban y estaba con el ánimo a tope todos los días. Allí, según le dijo a su círculo, gracias a su rudeza y tozudez se ganó el nombre de “Bad Boy” entre sus compañeros.
De a poco se empezó a dar cuenta de que tal vez no había tomado la mejor decisión. Según relata su hermana Jennifer, Sagredo accedió a firmar un contrato que estaba en otro idioma, era confuso y no entendió completamente. Además, se dio cuenta de que el escenario que tenía el frente de batalla era crudo y adverso.
–A mí no me quiso decir directamente que no estaba bien para que no me preocupara, pero después vi que conversaba con sus amigos de Prosegur y estaba súper decepcionado. Les decía a los demás que no fueran, que no era como se lo habían pintado, que era una cagada. Que a la hora de ir a combate, ellos no estaban organizados, los mandaban así nomás, como carne de cañón, no había una estrategia preparada.
Lo cierto es que Sagredo se enfrentó a una realidad totalmente adversa a lo que esperaba. Ariel Álvarez, académico y jefe de investigaciones de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (Anepe), explica qué tan preparado está alguien como Sagredo para estar en el frente.
–La Legión Ucraniana no especifica si requieren un entrenamiento militar previo, pero en la práctica, según el rango, se te asigna un puesto. Si la persona ha tenido un entrenamiento muy básico, como lo es un servicio militar obligatorio, no está en una condición como para participar en el frente y enfrentando unidades especializadas.
El académico, además, señala que es lógico que cualquier unidad que sea objeto de un ataque podría vivir un ambiente de confusión, sean las tropas regulares o las tropas extranjeras, más en un ambiente tan hostil como lo es enfrentar a Rusia.
Carlos Jenkins, quien estuvo en el frente, relata que, tras estar allí, al ver cómo le rozaban los proyectiles a seis metros del enemigo y disparar el arma, la realidad para cualquiera cambia.
–Todos son discursos bonitos, todo es ‘vamos, ustedes pueden, son invencibles’. Pero cuando llegas y estás ahí, te das cuenta de que no eres invencible. A mí me pasó que me iba a sentar y decía, ¿por qué tuve que parar acá? ¿Para qué lo hice?
A principios de junio de 2024, a pesar de que su familia lo notaba cabizbajo, delgado y sin el ánimo que lo caracterizaba, Christian Sagredo decidió seguir en Ucrania. Según ellos, no quería abandonar una vez más su sueño.
La misión
El 15 de junio de 2024 por la mañana, Christian Sagredo le escribió a Aura Manosalva un mensaje que ella sintió como despedida: “Solo quiero decirte que estoy agradecido de Dios porque estás hasta en este momento en mi vida, deseo que seas feliz y no te desampares, mi vida, doy lo que doy por ustedes”.
A esa misma hora, le dijo a Pamela, la madre de su hija: “Me despido y espero que salga todo bien, voy a misión, dile a mi bebé que la amo, gracias por todo. Espero volver vivo”.
La misión a la que asistió Sagredo, en los territorios del oriente de Ucrania, consistía en recuperar cadáveres y personas agonizando en el frente de batalla. Junto a sus compañeros subieron a un camión y recuperaron algunos cuerpos para llevarlos hasta una zona segura. Pero en ese momento, según se supo entre el escuadrón, inesperadamente les llegó una lluvia de artillería. No quedó nadie.
–Al otro día, cuando los fue a relevar otro batallón, no encontraron nada de los muchachos. Esperaron unos días. Quizás podían estar prisioneros o atrincherados, pero empezó a pasar mucho tiempo y ya no daban indicios de vida –cuenta Marcelo Ávalos, quien recibió información de los escuadrones que acompañaban a Sagredo.
En los primeros días, un compañero argentino asignado fue el encargado de darle la noticia a la familia.
–Yo estaba desesperada, con una presión en mi corazón. Yo sentía que algo no estaba bien, obviamente, al no tener contacto con él. El domingo 16 era tanta mi desesperación que no pude ir a trabajar y el lunes en la mañana, como a las 7.00, me llamó un compañero. Me contó que “Bad Boy” había caído en combate –relata Aura Manosalva.
El soldado chileno quedó entre los escombros, o eso piensa la familia.
A ocho meses de ese ataque, la familia aún no ha tenido una respuesta concreta que confirme su fallecimiento y no hay un paradero exacto de sus restos.
–El sentimiento no ha cambiado para nada. A pesar de que todos sabíamos a lo que se enfrentaba, es un tema que no se supera. Para mí ha sido muy difícil, porque he tenido que ser el sostén de las niñas. Yo perdí un gran compañero –cuenta Pamela Sagredo
Siendo su esposa para efectos legales, Pamela Sagredo ha tratado de lograr la repatriación del cuerpo del soldado, pero, cuenta, ninguna autoridad ni chilena ni ucraniana le ha podido prestar ayuda. Lo cierto es que al suscribir un contrato voluntario con la Legión Extranjera, el soldado quedó exento de alguna legislación que lo pudiera amparar.
Además, una de las grandes razones por las que viajó Sagredo nunca se cumplió. Luego de meses, la familia aún no ha recibido ninguno de los pagos que le ofreció la Legión Extranjera al soldado. La primera semana que estuvo solo alcanzó a pagar las pensiones de alimentos a sus hijos, y su círculo cuenta que no ha tenido ninguna noticia sobre el seguro de vida que rondaba los 3.500.000 pesos chilenos.
–Él no quería volver. Era esforzado y responsable, eso lo frenó. Yo le decía que podía mandarle plata, que incluso pedí un préstamo para que regresara, pero era orgulloso y nunca dio su brazo a torcer –dice Aura Manosalva.
Christian Sagredo fue a la guerra a cumplir un sueño. Meses después, su familia sigue lamentando el precio que tuvo que pagar para conseguirlo.
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