¿El uso político de las redes sociales desincentiva la participación electoral?
El estallido nos mostró dos cosas: primero, que los jóvenes sí están interesados en la política, aunque no necesariamente como la entendemos tradicionalmente. Y segundo, que las redes sociales no solo se utilizan para fines de entretenimiento, sino también para compartir información política y coordinar acciones. La pregunta es si esta politización de las redes sociales podría traducirse en una mayor participación electoral.
La evidencia señala que las redes sociales han aportado de manera positiva en el conocimiento político y en diversas acciones políticas, tales como la protesta y el activismo digital. Sin embargo, hasta ahora poco sabíamos sobre si el uso de redes sociales podría asociarse con una mayor participación electoral. La literatura permite distinguir tres procesos a través de los cuales resulta lógico pensar que las plataformas de “microblogging” propician la votación de la ciudadanía.
Primero, existe una reducción en las barreras de acceso a la información, dinamizando el consumo consciente e incidental de los asuntos públicos. Segundo, estas plataformas viabilizan la organización y ejecución de antiguas formas de acción política (grupos de discusión, protestas), a la vez que permite la emergencia de nuevas formas de acción (activismo digital). Tercero, la inserción de las personas en redes digitales más heterogéneas que sus redes presenciales, favorece el intercambio de opiniones de manera directa e indirecta, movilizando la formación de identidades políticas más claras.
Para probar estos supuestos, realizamos una investigación de corte cuantitativo con datos provenientes de las encuestas de opinión pública del Centro de Estudios Públicos (CEP) entre 2011 y 2019 en la que analizamos +12.000 casos (eso sí, hasta antes del Estadillo Social).
Los resultados indican tres fenómenos importantes. Primero, las personas que siguen a veces o de manera frecuente temas políticos en redes sociales como Facebook o Twitter, tienen una probabilidad de un 23% mayor de haber votado en las últimas elecciones (municipales o presidenciales) respecto a quienes no siguen temas políticos en estas redes.
Segundo, esta relación disminuye a medida que aumenta la edad. Por ejemplo, una persona de 28 años que realiza esta actividad aumenta su probabilidad de voto en 3,4%. En cambio, una persona de 66 años que también usa las redes disminuye su probabilidad de voto en 1,4%. Tercero, el efecto edad es pequeño. Sin embargo, el efecto generación es mayor.
De este modo, la generación que nació entre 1972 y 1987 y sigue temas políticos en lugares como Facebook o Twitter, aumenta su probabilidad de voto en 9,1%. De igual modo, la generación que nació entre 1988 y 1999 aumenta su probabilidad de voto en 6,6%. En cambio, para las personas que nacieron en 1972 o antes, y siguen temas políticos en las redes, disminuyen su probabilidad de voto en 4,8%.
Si bien estos resultados hay que mirarlos con precaución, permiten sacar conclusiones interesantes. En primer lugar, el potencial político de las redes sociales no solo se observa en su capacidad de organizar acciones no institucionales como protestas, sino que también se relaciona con acciones institucionales como la votación. Por tanto, el territorio digital se ha vuelto un espacio ineludible para los actores que buscan generar mayorías electorales.
Segundo, existe un efecto etario mayor para las personas de menor edad, así como un efecto generación importante. Esto sugiere que el proceso de politización de las redes sociales se relaciona con un aumento de la participación electoral de los más jóvenes y las generaciones que se incorporaron al padrón post plebiscito de 1988.
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