El retorno de las "chanchas" de Valparaíso
Familias completas participaron de la competencia comunal, que busca revivir un antiguo y sano juego de los cerros de Valparaíso, que ya cumple 70 años.
Italo "Puntete" Olmos dice que cuando va calle abajo por los cerros de Valparaíso en su "chancha" regresa a su niñez. "Me siento limpio, libre, a toda velocidad, como si estuviera en el cielo", relata vibrante este fletero del mercado Cardonal, que a sus 66 años se lució hoy al mando de su carro en el segundo torneo comunal de carretones de Valparaíso, disputado con cerca de 40 corredores en la bajada Waddington del cerro Playa Ancha.
"Yo empecé a los 12 años en la población Saieh de Barón, ahí echábamos carreras, agarrábamos 30, 40 kilómetros de velocidad y ahora aquí corro con mis nietos, sobrinos y hasta mi bisnieto de siete años, que se tira con su papá. Es muy lindo esto", dice el "Puntete".
Como él, cientos de porteños disfrutaron en familia de las carreras, donde provistos de cascos y carretones de madera, cartón y plástico, se lanzaron calle abajo en adrenalínicos "piques" animados por risas, gritos de aliento y una que otra caída.
La iniciativa del colectivo ciudadano Pedagogía Patrimonial -y que apoya también la Alcaldía Ciudadana- surgió a fines de 2016 para recuperar las costumbres de barrio y disminuir el exceso de tecnología en los juegos de niñez.
"Los niños ya no usan su cuerpo para jugar, no hacen aventuras en equipo, la calle no es igual, entonces quisimos revivir esta tradición para crear pertenencia con Valparaíso, pero vimos que padres y abuelos también volvían a la niñez y hoy tenemos categorías familiares y corredores de 10 a 70 años", dice la profesora de Filosofía Daniela Guajardo, parte del colectivo.
La historia
Hace 70 años que en los cerros porteños se registra la aparición de los primeros carretones o "chanchas". En aquellos tiempos, las pendientes de los cerros, la ausencia de vehículos y las calles de tierra o piedra los hacían entonces necesarios para transportar cargas pesadas, eso hasta que los niños descubrieron en ellos un juego.
Así, tal como hoy los niños disfrutan de un Lego, los pequeños armaban sus "chanchas" con restos de maderas, rodamientos en desuso y trozos de neumáticos viejos que servían de frenos. Todo era reciclado. Así lo recuerda el conserje porteño Juan Cañas Parraguez (65), del cerro Mariposas, apasionado también de este circuito, donde ya espera la final en enero, en Placeres, para correr con representantes de 11 cerros.
"La calle Ferrari, la de la casa de Neruda, era la calle de los carretones. Era pura piedra y ahí nos tirábamos en una tabla que era la 'chancha' original. Después vino el carretón. Le poníamos cera o vela y volábamos en esa tabla calle abajo", recuerda.
Cuando Juan se enteró de las carreras se emocionó y no dudó en anotarse, pese a las advertencias de su familia. "Me acordé de mi niñez. Me tiré como cabro chico y sentí tanta pasión que no quería parar", cuenta. Agrega: "Esto fue mi entretención, pero también me sirvió para ganar unos pesos para mi familia. Con el carretón hacía fletes de gas y juntaba cosas para vender y transportar. Éramos los Uber de esos años", rememora entre risas.
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