Adiós al 35 mm: el cine se vuelve digital
La cadena Cinemark en Chile dejará de exhibir películas en celuloide, proyectando sólo en formato digital desde el 25 de noviembre y siguiendo una tendencia mundial que abre nuevas perspectivas. Los más románticos se resisten al fin del soporte con que el cine nació, pero frente al rápido avance tecnológico, ya parece ser una batalla perdida.
El futuro casi ya está aquí. Desde el 25 de noviembre, todas las salas de la cadena Cinemark en Chile sólo proyectarán películas en formato digital. El famoso "cojo", el proyeccionista que ponía un rollo de 35 milímetros tras otro, ya será cosa del pasado y todo dependerá de un moderno computador que le dé la orden al proyector. Junto con esto, las viejas máquinas, los gigantes discos que contenían las cintas de celuloide, se venderán como lata vieja. Es una tendencia irreversible: hace dos años que en Estados Unidos las grandes cadenas de cine no proyectan otra cosa que no sea digital. En Argentina, desde hace unas semanas casi todas las salas comerciales poseen la nueva tecnología. Así, el 35 milímetros poco a poco se convierte en un objeto arqueológico, aunque algunos ilustres se nieguen a aceptarlo.
"Siempre he creído en la magia de las películas, y para mí, esa magia está en el 35". Esto dijo Quentin Tarantino un año atrás, desesperado porque esa ilusión de ver 24 fotos por segundo en una pantalla, algo posible gracias a ese rollo que se proyecta frente a nuestros ojos y que crea la ilusión del movimiento, está perdiendo la batalla frente a la eficiencia del pixel y los megabytes. Junto a Tarantino, otros directores de renombre como J. J. Abrams (Super 8) y Christopher Nolan (El caballero de la noche), se niegan al cambio y siguen rodando a la vieja usanza, con todos los costos que ahora esto implica. Sin ir más lejos, esta semana el británico Ken Loach (quien aún monta cortando y pegando cinta) se quedó sin material analógico para seguir editando su nueva película. Finalmente, Pixar acudió en su ayuda y le envió un paquete salvador con 19 rollos. Todo el stock que la filial de Disney tenía en sus bodegas.
Pero poco a poco, la nostalgia por lo analógico se convierte en un grito al vacío. "El cine es la única industria que sigue con una tecnología del siglo XIX", dijo hace una década George Lucas, mientras rodaba en digital El ataque de los clones. Diez años después, la renovación ya está instalada. Las cifras son contundentes: desde 2007 la demanda de filme virgen cayó en cerca del 80 por ciento, algo que ha llevado a que la japonesa Fujifilm produzca material sólo para pedidos especiales. También Agfa está casi desapareciendo, al igual que Kodak. En cuanto a las cámaras en 35 mm, Panavision y Aaton decidieron no construirlas más.
¿Pero cuáles son los pros y contras de esta evolución? Más allá de la ilusión óptica o mágica que pueda tener el 35 mm, como dice Tarantino, hay un consenso respecto a que ésta tiene una profundidad y textura que una cámara digital, con toda su definición, no puede captar. El cambio no sólo modificaría la forma de ver el cine, sino también afectaría su esencia estética. En Chile, Andrés Wood ha rodado todos sus largometrajes en celuloide, pero cedió a la nueva tecnología para su alabada serie Ecos del desierto, no sin un dejo de nostalgia. "Personalmente me ha costado. Extraño la textura del cine, el rigor de un set que filma. No me queda tan claro por qué, es más alto que cuando se graba en digital, también prefiero la mecánica de las cámaras antiguas a la electrónica de las nuevas", dice el director de Machuca.
Ignacio Aliaga, director de la Cineteca Nacional, coincide con esa diferencia en las texturas, algo que el digital puede imitar, pero no igualar, debido a que corresponde a una característica química del celuloide. "La verdad, un espectador poco técnico no va a ver esas diferencias, pero en lo digital, esa textura es más difícil, porque corresponde a una plástica distinta", dice Aliaga. Así, no sólo lo digital traería una democratización de la producción y del consumo de imágenes, dado la facilidad hoy para hacerse de una cámara o de un proyector, sino también amplía las posibilidades estéticas.
Al respecto, Wood dice que hoy "es mucho más barato y simple contar historias a través de imágenes, no está la angustia del gasto de material", pero agrega que en su experiencia "la lucha fue encontrar una personalidad lo menos plástica posible a la serie".
Sin dudas, donde más posibilidades se abren es en la exhibición comercial. El escanear un filme para su edición, volver a imprimirlo en celuloide para su exhibición, y luego sacarles copias para distribuirlo es un proceso costoso que un cineasta independiente a duras penas lograba completar. Una copia en celuloide cuesta aproximadamente unos US$ 1.600, mientras que traspasar una película a DCP (Paquete Digital para Cine) alcanza US$ 130. Además, la distribución es mucho más fácil, ya que simplemente se hace circular un archivo digital.
"Antes un productor tenía que identificar cuántas copias tenía que hacer. Ahora con la digitalización eso cambia, aliviando mucho el proceso, algo que ayuda al producto nacional", afirma Karina Ventura, gerenta comercial de Cinemark en Chile.
Esta cadena norteamericana ya fue pionera en establecer el 2007 la primera sala digital de Chile con la exhibición de Beowulf, de Robert Zemeckis. En un mes más, los 13 complejos que posee en el país tendrán la nueva tecnología, con un costo de casi 1,5 millones dólares por cada uno. Con las nuevas máquinas proyectoras traídas al país (que, según dicen en Cinemark, hacen posible un 3D superior a la media de las otras cadenas en Chile), todas conectadas en línea con la central en Dallas (Estados Unidos), esto no sólo reduce las posibilidades de error, sino que también expande las posibilidades a proyectar espectáculos en vivo en una sala de cine.
"Además, la industria podrá reaccionar más rápido, porque a veces hay películas que sorprenden y ahora se podrá reprogramar fácilmente en más salas", agrega Ventura. Otro beneficio es que las películas mantienen su calidad original, al contrario de lo analógico, donde con cada exhibición la cinta se gastaba y sufría roturas o cortes.
Si bien Cinemark lleva la delantera en el país, la cadena Hoyts se encamina al mismo proceso de conversión digital.
A pesar de la rapidez de los cambios, para Ignacio Aliaga aún le queda larga vida al 35 mm debido a la durabilidad del soporte, que supera largamente a la de un disco duro. "Hasta ahora, la conservación en soporte fílmico tiene una duración comprobada entre 100 y 300 años, por lo tanto, sigue siendo el más seguro para la preservación. De hecho, películas rodadas en digital se traspasan a fílmico para conservarse".
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