Arte y resistencia: cómo se armó el museo de Allende en el exilio
En 1972, cientos de artistas donaron obras a Chile en apoyo a la Unidad Popular. Tras el golpe de Estado la iniciativa siguió en el extranjero con Francia, Cuba y España a la cabeza. Un libro recoge ahora esa trama.
Era una idea tan original y requería de la solidaridad de tantos, que nadie estaba seguro de si tendría éxito o no. En 1971, dentro de la Operación Verdad que intentaba fortalecer el gobierno de Salvador Allende frente a los ataques de la oposición, surgió la idea de crear un museo a partir de obras donadas por artistas de todo el mundo en apoyo a la Unidad Popular y su vía chilena al socialismo. El crítico de arte brasileño Mario Pedrosa, el crítico español José María Moreno Galván y el pintor italiano Carlo Levi fueron algunos de los que echaron a andar el proyecto, que tuvo una respuesta extraordinaria. Aunque ni siquiera existía un edificio para albergar la colección, los artistas comenzaron a enviar sus obras, las que en pocos meses ya sumaban más de 400.
En abril de 1973 se hizo la segunda muestra del Museo de la Solidaridad en el MAC de Quinta Normal, la que luego se trasladó al edificio de la UNCTAD III (actual GAM), hasta el Golpe de Estado. Fue entonces cuando las obras se dispersaron. "Unas quedaron, subterráneas, en el MAC; otras pasaron vergonzosas a adornar dependencias ministeriales. Algunas de ellas se encuentran hoy en otros museos, producto de la confusión que creó la dictadura, pero pertenecen al Museo de la Solidaridad, porque a él y sólo para él fueron donadas", señala el historiador chileno Miguel Rojas Mix, quien participó de la conformación de la colección y luego en su reactivación en el exilio. "El museo quedó cautivo en Chile... y los organizadores, que salen al exilio, deciden crear entonces un nuevo museo", cuenta Rojas Mix en el volumen Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende (MIRSA) 1975-1990, que acaba de publicar el Museo de la Solidaridad y que sirve como catálogo razonado de las obras reunidas en ese periodo, contabilizadas hasta el momento en 1.100 entre pinturas, grabados, dibujos, textiles y esculturas.
"Hasta ahora no se sabían los detalles de la conformación de la colección resistencia, cómo funcionó y dónde estuvo. En esta investigación nos dimos cuenta de que este museo se genera para mantener vigente el reclamo internacional contra la dictadura. En términos políticos y de derechos humanos, fue una estrategia de propaganda", señala Caroll Yasky, encargada del Area de Colecciones del museo y quien lideró la investigación junto a Carla Macchiavello.
En 1975 se estableció en Francia un Secretariado General que encabezó las donaciones, con los críticos Mario Pedrosa, Miguel Rojas Mix, el artista José Balmes y el intelectual Jacques Leenhardt. Además de Miria Contreras, "La Payita", quien fuera la secretaria personal de Salvador Allende en Chile y quien se encargó de coordinar el resguardo de las obras desde Cuba, donde se exilió. "Sin La Payita el Museo de la Resistencia no existiría", escribe el artista argentino Julio Le Parc en el catálogo, quien además prestó durante años su propia casa para guardar obras del museo. "Sus profundas convicciones, su voluntad, su capacidad de convencimiento, su forma simple y encantadora de comunicar hicieron que esa idea del Museo de la Resistencia se fuera concretando", agrega Le Parc.
Junto al Secretariado General se fueron armando comités en distintos países, donde artistas, curadores e intelectuales de toda índole, pero con redes importantes, se comprometieron a conseguir donaciones. Por ejemplo, en Cuba estuvieron Nicolás Guillén y Alejo Carpentier; en Francia, Roland Barthes, Julio Cortázar y el mismo Julio Le Parc; en México, Carlos Monsiváis y Juan Rulfo; en España, Joan Miró, Juan Genovés, y en Venezuela, Carlos Cruz-Diez y Oswaldo Viga. El acopio de obras se dinamizó a pesar, nuevamente, de que no se tenía una sede para el museo. Artistas como Alexander Calder, Eduardo Chillida y Víctor Vasarely volvieron a donar obras, tal como lo hicieron en el primer periodo, y a ellos se sumaron creadores de Colombia, Panamá, Polonia, Suecia, Finlandia, Alemania, Estados Unidos y Unión Soviética, entre otros. "Cada país es un universo a explorar. Las donaciones fueron muy diversas, en algunas primó un sentido más estético, en otras lo que importaba más era el apoyo. Por ejemplo, de Panamá hay una serie de bordados molas que se han exhibido pero no con la importancia que merecen, ya que se ha privilegiado a los artistas consagrados, pero en esa diversidad está la riqueza de la colección", señala Yasky.
En el exilio, las obras itineraban en exposiciones en diferentes sedes y países lo que aseguró la difusión de la situación dictatorial que se vivía en Chile. Luego las obras quedaron en distintos lugares. En Francia estuvieron en el taller de Julio Le Parc, en el convento Sainte-Marie de La Tourette; en España, en casas particulares y en el Museo Popular de Arte Contemporáneo Villafamés; en Cuba, en Casa de las Américas, y en Suecia en el Moderna Museet.
El regreso
En 1990, con la vuelta a la democracia, se debía generar el ingreso de las obras a Chile. No fue algo fácil: muchas piezas se perdieron o algunas los mismos artistas decidieron reemplazarlas por otras diferentes a las que ya habían exhibido. Joan Miró, por ejemplo, que fue muy activo en el Museo de la Resistencia, recién en los 90 se atrevió a hacer la donación formal de su cuadro Cabeza de mujer pájaro (1976), para asegurarse de que cayeron en las manos correctas.
La heroína de este periodo fue la galerista Carmen Waugh, pieza clave en la fase del exilio y quien se convirtió en la primera directora del museo, una vez que se creó la Fundación Arte y Solidaridad y se instaló la primera sede en una casona de calle Herrera, para en 2004 trasladarse a otra casa en Av. República 475, donde funciona hasta hoy. "Carmen gestionó la recuperación de las obras, cosa que se concretó en 2006, aunque siguen muchas perdidas", dice Caroll Yasky.
Hace unos años el museo realizó su primer catálogo del periodo 1971-1973, que permitió ordenar la colección y gestionar la recuperación de algunas obras que se quedaron en Chile, pero en otros museos. "En 2017 finalmente recuperaremos las obras que hasta ahora estuvieron en depósitos del Museo de Bellas Artes. El traspaso es un hecho que ya está aprobado por el Consejo Nacional de Monumentos, son 43 obras", cuenta la directora del museo, Claudia Zaldívar, quien en su gestión ha puesto el foco en la investigación de su colección y en volver a estrechar lazos con los países involucrados en el Museo de la Resistencia como México, del que ahora se exhibe su historia particular. El próximo año se continuará con Inglaterra y Cuba.
"Este catálogo nos ha ayudado no sólo a conocer lo que tenemos, que es un ejercicio que todo museo necesita hacer, sino que en nuestro caso ha hecho que rearticulemos las redes internacionales que hicieron posible esta colección para activarlas contemporáneamente", concluye Claudia Zaldívar.
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