Aves en papel
Las guías de campo, esos libros con que fanáticos de la flora y fauna salen a recorrer la naturaleza de nuestro país, han sido para muchos fieles compañeras en este verano que ya acaba. Claudio Vidal, uno de los creadores de la más reciente y actualizada guía sobre las aves de Chile, cuenta del trabajo de décadas que se plasma en sus páginas, el fanatismo creciente por la observación de aves y los desafíos de conservación que se vienen para el futuro.
Veinte años. Eso es lo que se demoraron Enrique Couve (63), Jorge Ruiz (51) y Claudio Vidal (42) en elaborar Aves de Chile, sus Islas Oceánicas y Península Antártica, que fue publicado en octubre pasado y es la guía más reciente de estas especies de nuestro país. Muchas salidas a terreno y muchas reuniones que se plasman en más de 500 páginas, que vienen en un cómodo tamaño y con forro plástico para resistir los embates del clima, y que fascinan con sus ilustraciones a color de diversas aves, tantas que el instinto automático es salir a buscarlas.
Vidal (fotógrafo de naturaleza y ornitólogo de campo) es socio junto a Couve (diseñador industrial y también ornitólogo) de Far South Expeditions, un tour operador en Punta Arenas que pasea por todo Chile a fotógrafos que quieren conocer nuestra naturaleza, sobre todo a extranjeros. Pero, además, la dupla se ha dedicado por años a publicar guías de campo y libros fotográficos que retratan nuestra biodiversidad. Aves de Torres del Paine; Aves del Canal de Beagle; Hongos, líquenes y musgos, son algunos de sus títulos. Para su última obra, incorporaron a su equipo al veterinario e ilustrador Jorge Ruiz, en una tarea que, reconoce Vidal, no fue sencilla: "Es difícil articular un grupo de trabajo estando geográficamente separados (Ruiz vive en Valdivia). Teníamos que coincidir en expediciones a terreno y reuniones. Después elaborar las ilustraciones y comenzar a digerir, editar, adaptar todo ese conocimiento que iba fluyendo. Y por supuesto, no era suficiente basarnos sólo en nuestra experiencia".
¿En qué más se basaron?
No me gusta la palabra viral, pero hay muchísima gente produciendo conocimiento y esto teníamos de alguna manera que filtrarlo, para el propósito de nuestro libro y el formato. Además, todo lo que hacemos se asienta en un cúmulo de investigación y contribuciones de muchas personas a lo largo de los años.
¿Y quiénes son sus referentes?
Los tres autores somos de distintas generaciones y nos hemos relacionado con diferentes escuelas, a las que les rendimos harto tributo en nuestro libro. Enrique interactuó mucho con los más antiguos, y ahí está el trabajo de Goodall, Johnson y Philippi, que son realmente los padres de la ornitología chilena y publicaron en los años 50 un libro que se llama precisamente Aves de Chile. Ese fue un trabajo monumental que tuvo ediciones en español y en inglés, y en el cual hubo muchas colaboraciones de extranjeros residentes en Chile, como Guillermo Millie, Francisco Behn, Luis Peña, Dillman Bullock, entre otros. Ellos eran los más entusiastas y realmente ahí hubo un centro de "caballeros" de la ornitología.
¿Cuáles lo influyeron a usted?
Yo empecé con Guía de campo de las aves de Chile, de Braulio Araya y Guillermo Millie, otra gran contribución, en una guía que tuvo varias ediciones, la primera del año 1986. Mucha gente empezó con ese libro, que a pesar de todas las limitaciones que podría tener uno en blanco y negro, para los tiempos era súper adelantado. Era un fantástico catálogo, con ilustraciones de Mariano Bernal. Cada uno de nosotros, en la dedicatoria, escogió un ornitólogo para homenajear: Braulio Araya, Claudio Venegas, director del Instituto de la Patagonia, y Roberto Schlatter, científico y fantástico ornitólogo de campo que trabajaba en la Universidad Austral y que desafortunadamente falleció el año pasado, meses antes de nuestro lanzamiento. Cada uno de ellos sembró el entusiasmo en nosotros.
¿Sus expectativas son sembrar ese mismo entusiasmo en otros?
Creo que cada una de estas publicaciones, que son pocas, gatilla un nuevo interés y gente que vuelca su mirada a la historia natural, a la biodiversidad y a la conservación. Estos libros son un tremendo vehículo de educación, porque una guía de campo te acompaña a tus jornadas en terreno y adquiere un valor sentimental. Con él tú comparas, descubres, disciernes y sacas nuevas conclusiones. Nada de lo que está escrito en un libro como este es definitivo, siempre el observador puede detectar nuevas cosas. Esa es la belleza de esto, todas las contribuciones que aparecen en las redes sociales, y que hacen los grupos de interés y de ciencia ciudadana, permiten que este conocimiento se transforme en algo alcanzable, no sólo para los investigadores, sino para los entusiastas de las aves en general.
¿En verdad han visto todas esas aves que están en el libro?
El libro tiene dos grandes separaciones. Una es la parte general de las especies de Chile, es decir, las aves residentes y visitantes regulares de nuestro país. De esas secciones pienso que cada uno de los autores las ha observado a todas. Pero después viene un capítulo especial, que se refiere a las especies accidentales, la adenda, que es súper interesante y es más móvil, porque siempre se van sumando nuevas especies.
En ese capítulo no las han visto todas entonces.
Claro. Sólo desde que se editó el libro se van a sumar unas 10 especies, porque la gente hace nuevas observaciones cuando ve el ejemplar de un ave errante, que posiblemente no se va a repetir nunca, o en muchos años, y eso es inevitable considerando la extensión de nuestro país. Hay muchas aves que están alrededor tuyo, pero por diferentes razones no las puedes ir a ver. También están los registros históricos, aves que fueron observadas hace siglos y nunca más volvieron a Chile, entonces es muy raro que alguien pueda decir que las ha visto todas. Y bueno, no es el propósito tampoco, eso mataría la belleza, el romanticismo del asunto.
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De izquierda a derecha: Martín pescador y Cernícalo[/caption]
Pocas, pero vistosas
Aunque Aves de Chile se ve un libro gordo y contundente, Claudio Vidal explica que la característica principal de Chile, y que lo hace un país tan privilegiado en esta área, es que las aves son pocas y fáciles de ver. "Desde chicos nos enseñan que somos una isla, divididos por los Andes, la corriente de Humboldt, los glaciares y los desiertos. Vivimos en un aislamiento que también hace que la fauna sea única, pero cualquiera de nuestros vecinos tiene, fácil, el triple de especies regulares".
¿Le parece que esa situación es una ventaja?
Por un lado sí. Puedes observar sin sentirte sobrepasado, porque naturalmente va a haber muchas interrogantes, pero uno puede observar una especie y con cierta naturalidad y destreza decir "esto es lo que estoy viendo". Eso no sucede en Perú, Brasil, Bolivia o Colombia, porque hay tantas aves singulares que te resulta virtualmente imposible saber qué estás viendo si no vas con un experto. Hay muchas especies a las que solo las vas a escuchar, porque viven en la floresta amazónica, en condiciones mucho más impenetrables. Chile es un país de espacios abiertos que te permite una observación amigable y buenos avistamientos.
También buenas fotos…
¡Por supuesto! Buenas fotografías. Y en eso la guía de campo juega un gran rol: te hace el ejercicio mucho más agradable, porque tienes la satisfacción de haber identificado algo. Por eso tratamos de que las ilustraciones fueran generosas, grandes, un lujo que no se lo puede dar Perú o Bolivia, porque son demasiadas aves. Además, somos privilegiados, porque tenemos guías de campo en español; en otros países la mayoría de las contribuciones son de extranjeros y están en inglés.
¿Cómo se hace una observación respetuosa de las aves y su entorno?
Muchas veces se traspasan barreras invisibles y yo creo que para hacerlo bien, de forma virtuosa, hay que guiarse por un código de ética que cientos de observadores han ido construyendo, para que no interfieras con los ciclos vitales. La mayoría de la gente ya no va con binoculares a terreno, sino con una cámara fotográfica, y obviamente quieren obtener la mejor foto para compartirla. En ese ejercicio naturalmente puedes interferir y tenemos la tarea de que cada entusiasta sea responsable y que los movimientos y ruidos que hagan no las perturben. Lo mismo con los terrenos en los que se adentra.
Hoy en día ver aves es algo cool, no algo nerd.
Yo te diría que sí, que antes era vergonzoso salir con binoculares al cuello y decir que eras observador de aves, y ahora es algo respetado. Como colectivo, avanzamos en un proceso positivo en pro de la conservación. Lamentablemente, en lo macro, a nivel gubernamental y empresarial, veo que vamos en un proceso inverso, porque estamos perdiendo biodiversidad y hábitats.
¿Cómo afectaron los incendios a los pájaros?
Todas las aves que habitan el matorral chileno y el bosque esclerófilo se vieron afectadas. La perdiz, la tenca, canastero, churrín del norte, tapaculo, turca, que sólo habitan en Chile (endémicas). Y ni hablar de los mamíferos, reptiles e insectos. Efectivamente creo que los proyectos de gran impacto económico han estado correlacionados a un gran impacto ecológico. Naturalmente se necesitan empleos y dinamismo en la economía, pero de alguna manera tenemos que hacer una ponderación adecuada de cada cosa. Tenemos que ser responsables con el valioso patrimonio de biodiversidad que tenemos, el que se ha degradado de manera muy acelerada en las últimas décadas.
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