BBC: Qué puede aprender Chipre de América Latina

La isla mediterránea, cuyo Parlamento vota este viernes un paquete para evitar el "colapso económico", tiene mucho que aprender de la región. Sin embargo, quizá no debe ver allí un camino a seguir, sino una advertencia.




Chipre vive momentos críticos. El Parlamento vota este viernes un paquete de leyes comprendidas en el llamado "plan B", para reunir los 5.800 millones de euros (US$ 7.500 millones) que le exige el Eurogrupo a cambio de un rescate.

A medida que la crisis financiera de la isla mediterránea va tomando nuevas aristas, un coro de analistas describe cada nuevo acontecimiento como "sin precedentes".

Congelar todas las cuentas bancarias, tratar de que los clientes paguen los platos rotos, hablar de nacionalizar los fondos de pensiones del país. Todas estas ideas son casi desconocidas en un Estado europeo moderno.

Pero hay una parte del mundo donde este tipo de medidas son muy familiares. Durante las últimas décadas, los sudamericanos han pasado por todas estas pruebas y tribulaciones.

Y mientras que algunos países de la región han resurgido fortalecidos de entre las cenizas, otros todavía están atascados en un pantano de agitación económica.


La "confiscación" brasileña

Para los brasileños, los acontecimientos de Chipre en los últimos días han traído recuerdos de un tiempo que preferirían olvidar.

En artículos periodísticos sobre los bancos en problemas de la isla mediterránea, una de las expresiones repetidas es "o confisco".

Ese término -"la confiscación" - siempre estará asociado en la mente de Brasil con el 16 marzo de 1990, el día después de la asunción del primer presidente democráticamente electo del país desde el fin del régimen militar.

El nuevo líder, Fernando Collor de Mello, designó como ministra de finanzas a Zelia Cardoso de Mello, la primera mujer en ocupar el cargo (que no tenía parentesco con él).

En su primer acto, Zelia, como se la conocía, fue a la televisión nacional para decirle al país que todas las cuentas bancarias estaban congeladas, y que nadie podía acceder a más de 50.000 nuevos cruzados, la moneda de la época (una suma que en aquel entonces equivalía a unos US$1.250).

La medida era parte de un paquete de medidas conocidas como el Plan Collor, cuyo objetivo era la lucha contra la inflación alta y crónica del país.

El resto del dinero de los titulares de cuentas fue intocable durante los siguientes18 meses, momento en el cual valía mucho menos, gracias a la inflación que el propio plan pretendía reducir.

El plan tuvo cierto éxito momentáneo. La inflación anual se redujo de casi el 3.000% en 1990 a menos del 500% en 1991, pero luego se disparó en los años siguientes. Finalmente, fue otro ministro de Finanzas, Fernando Henrique Cardoso, quien pudo frenar la hiperinflación con su Plan Real.

Su éxito se vio recompensado cuando ganó las elecciones presidenciales de 1994 en Brasil, y luego le siguió un segundo mandato en el cargo, de cuatro años.

Desde entonces, la confiscación pasó a la historia como una medida que hizo sufrir a los brasileños sin sentido.

Desde un punto de vista europeo, el aspecto más sorprendente es que los brasileños lo hayan soportado. No hubo ninguna protesta pública inmediata, a diferencia de lo que sucede en Chipre ahora.

Las protestas callejeras contra el gobierno de Collor finalmente sucedieron, pero no fue hasta 1992, después de que el presidente se viera envuelto en un escándalo de tráfico de influencias, que presentó su renuncia.

El corralito argentino

Dado que los intentos de imponer una confiscación en Chipre han enfrentado tanta resistencia, otras opciones están siendo exploradas.

El acuerdo de rescate de la Unión Europea exige que el gobierno de Nicosia ofreza 5.800 millones de euros (US$ 7.500 millones) como parte del plan de rescate de 10.000 millones de euros. Si los clientes del banco se niegan a pagar, alguien tiene que hacerlo.

La última idea es apropiarse de los fondos de pensiones de las corporaciones locales, que podrían aportar entre 2.000 y 3.000 millones de euros.

Una vez más, se trata de una idea aún no probada en gran parte de Europa, pero hay un precedente importante en América del Sur.

Argentina no tiene acceso a los mercados de crédito mundiales desde su crisis económica y el default (cesación de pagos de la deuda de US$ 102.000 millones) declarado en 2001-02.

Uno de los puntos más graves de la crisis fue el tristemente célebre "corralito", o en términos más formales la restricción del retiro de los depósitos de los bancos argentinos, que ocurrió el 3 de diciembre de 2001.

El país ya llegó a acuerdos con la mayoría de sus acreedores. Sin embargo, antes de que pueda acceder a nuevo crédito, necesita saldar sus deudas pendientes, la mayoría de las cuales se le deben al grupo informal de acreedores del Club de París, que representa a 19 de las mayores economías del mundo.

Mientras tanto, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha tenido que buscar soluciones creativas a la escasez de efectivo.

En noviembre de 2008, convenció al Congreso de la Nación de aprobar un plan de nacionalización de las pensiones por valor de al menos US$23.000 millones, una suma mucho mayor que la que ahora está en juego en Chipre.

Esa y otras medidas han reforzado la imagen de la Argentina como un paria financiero.

Sigue siendo un miembro del G-20, a pesar de que su crisis financiera le hizo quedar fuera de las 20 mayores economías del mundo. Pero todavía puede ser expulsado del Fondo Monetario Internacional, que no confía en sus cifras oficiales de inflación.

Argentina puede tener el músculo para seguir su propio camino, pero el pequeño Chipre es mucho más dependiente de la buena voluntad internacional para mantenerse a flote.

Moneda bajo llave

Por supuesto, los problemas en Chipre son parte de una crisis mucho más grande que afecta a toda la eurozona, causada por un régimen monetario de "una talla única para todos" que no les da a las naciones miembros ninguna flexibilidad.

Argentina ha sufrido de la misma manera.

Chipre, que adoptó el euro en 2008, tiene su propia política monetaria decidida por el Banco Central Europeo en Fráncfort.

Por el contrario, Argentina siempre ha mantenido su propia moneda, el peso. Sin embargo, bajo la Ley de Convertibilidad, aprobada en 1991 y abandonada en enero de 2002, su valor se fijó en paridad con el dólar estadounidense: un peso equivalía a un dólar, lo que se conoció como el "uno a uno".

Esa política fue obra del ministro de Economía del presidente Carlos Menem en ese entonces, Domingo Cavallo, como una manera de restaurar la credibilidad de la moneda después de años de inflación galopante.

Inicialmente, funcionó bien. Pero más tarde, los esfuerzos para defender la paridad cambiaria condujeron a recortes de gastos poco populares, ya que la política monetaria era en efecto digitada desde Washington, no Buenos Aires.

Argentina había dejado que su deuda pública se saliera de control, como ocurre en Chipre ahora: aunque la posición de Chipre es peor, con una deuda pública que ahora lega al 87% del PIB, frente al 62% del PIB en Argentina en 2001.

Y para colmo, Chipre tiene un sector bancario al borde del colapso.

En resumen, la isla mediterránea tiene mucho que aprender de América Latina. Sin embargo, debe tomar ejemplos de la región no como un camino a seguir, sino como una terrible advertencia.

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