Cantos, discursos y recuerdos: así fue el homenaje a Juan Radrigán en el Teatro Antonio Varas
Con palabras de sus discípulos, familiares y amigos, el acto en honor hacia el dramaturgo, que comenzó a las diez de la mañana de hoy, se impregnó de sentimientos y agradecimientos por el legado de su obra en nuestro país.
Dicen sus cercanos que, de haber visto el acto, se hubiera reído de los que observaban desde las butacas. Se le recuerda como un hombre alegre, con una risa encantadora y un temperamento del que desbordaba jolgorio. Siempre un hombre del pueblo, y ese pueblo fue el que le dijo adiós en su despedida. Así fue el homenaje a Juan Radrigán en el marco del Duelo Oficial declarado por el Gobierno de Chile.
La cita fue a las diez de la mañana en el Teatro Antonio Varas. Un teatro rebasado, al máximo de su capacidad, con visitantes sentados a las orillas de sus butacas, en los pasillos y otros que simplemente no pudieron ver el acto. Dos horas y media de homenaje que parecieron insuficientes para las voces y aplausos interminables que seguían replicándose aún al momento en el que el féretro bajaba del escenario.
El acto comenzó con un mini documental realizado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en que las palabras de Isidora Stevenson, Rodrigo Pérez y Florencia Martínez hablaban de la relevancia de la obra de Juan Radrigán para el teatro chileno. El lugar se fue estrechando a medida que los minutos avanzaban, y entre los rostros se distinguían actores, dramaturgos, escritores, directores, autoridades y familiares.
Poco a poco, aquellos que conocieron más de cerca al destacado autor, tuvieron la oportunidad de dirigirle alguna palabra. Le cantaron, le recitaron y le recordaron. El actor Héctor Noguera fue uno de ellos, quien se refirió a la sonrisa del actor y a su capacidad constante de reír y de hacer reír. "Tenía una risa muy hermosa y lo sabía. Por eso siempre tiraba el chiste, para que lo viéramos reír. Era vanidoso", contó el actor.
En su honor, también fueron representados extractos y adaptaciones musicales de algunas de sus obras más famosas, como Las Brutas, Hechos Consumados, Fantasmas Borrachos y Amores de Cantina, entre otras que fueron interpretadas por los actores José Soza, Catalina Saavedra, María Izquierdo, Amparo Noguera, Iván Álvarez de Araya, Claudia Di Girólamo, Rodrigo Pérez y otros.
Homenaje a Juan Radrigán. Foto: Mario Tellez / La Tercera
Llantos y risas
Como una obra misma, el homenaje a Juan Radrigán se tiñó de distintas emociones. Mientras las palabras quebradas del actor y dramaturgo, Luis Barrales, afloraban las memorias más melancólicas de Radrigán, los recuerdos de uno de los fundadores de la compañía Locos del Pueblo, Víctor Faúndez, causaban estrepitosas risas en base a las anécdotas más pintorescas y su relación con el fallecido escritor. Recordó Faúndez su paso por Concepción en 1995, cuando lo conoció, y le dijo "patudamente" –como relata– que no era tan conocido.
Lo llevó a una pequeña feria de libros y "puesto por puesto fui preguntando por Juan Radrigán, pero nadie lo conocía. ¿Ves?, le dije yo, no eres tan conocido". Faúndez cuenta que el autor lo invitó a comerse unos damascos que compraron en la vega. "Estaban tibios", cuenta. "Después le dije que mejor nos fuéramos porque estaba que me cagaba. Ahí fue que me dijo que la venganza era dulce y tenía sabor a damasco". Las risas estallaron entre los asistentes que de pronto eran un público en aquél homenaje en forma de teatro. El cuerpo de Radrigán seguía allí, dentro de un ataúd rodeado de flores, iluminado, al centro del escenario.
Su hija, Flavia Radrigán, también subió. Habló de su infancia. Habló de Gustavo Meza, el hombre que le dio la mano a Juan Radrigán varios años atrás. En su rostro había una sonrisa, pero confesaba estar triste, y decía que no aceptaba verlo partir. Luego habló su viuda, la actriz Silvia Marín, quien, después de unas palabras, le dedicó un cántico en mapudungun respaldada por los gritos indígenas de otros miembros del público y un estremecedor final que desembocó en la salida del féretro hasta la calle Morandé, donde el cortejo funerario lo llevó hasta el Cementerio Parque Manantial, en la comuna de Maipú, donde fue enterrado.
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