Columna de opinión: ¡Maldito seas, Neil Amstrong!
</p>El periodista norteamericano Ted Gioia, autor de The history of jazz, repasa las consecuencias que tuvo en la historia el alunizaje del hombre en 1969.</p>
Esta semana, hace 40 años, los escritores de ciencia ficción fueron celebridades de los medios de comunicación. Cuando Neil Armstrong pisó la superficie de la Luna, el 21 de julio de 1969, su "gigantesco salto para la humanidad" no sólo cumplía la promesa del Presidente Kennedy de realizar una expedición lunar antes de finalizar la década, también validaba los sueños estrellados de una legión de escritores de ficción.
Mucho antes de que se fundara la Nasa, el ABC de la ciencia ficción (Asimov, Bradbury, Clarke) y otros narradores habían escrito crónicas de la exploración del universo en obras de ficción imaginativa. El día del alunizaje, Arthur C. Clarke dijo que la misión espacial era un "pago a cuenta del futuro de la humanidad". La cadena ABC juntó a Asimov y Frederik Pohl, dos veteranos de la ciencia ficción, y Ray Bradbury, que siempre se había inclinado más por Marte que por la Luna en sus escritos, probó ser el aguafiestas del día: abandonó la Moon Party de David Frost, un peculiar menjunje televisivo británico que juntó la cobertura noticiosa con entretención extraña. Sin embargo, ante la CBS declaró: "Este es un esfuerzo que se volverá inmortal. Llevaremos nuestra semilla al espacio y la plantaremos en otros mundos y después nunca tendremos que volver a hacernos la pregunta sobre la muerte".
Las grandiosas predicciones que se hicieron ese día mostraron ser prematuras, por decir lo menos. Aunque el programa Apolo fue un éxito, se convirtió en el fin de las expediciones lunares tripuladas y no en el comienzo de una nueva era en la exploración espacial. Quién habría adivinado que después de Apolo 17, en 1972, no habría más astronautas que volverían a viajar a la Luna. Un ejemplo de cuán rápido cambiaron las cosas: una década más tarde, cuando la gente hablaba de caminar en la Luna, habitualmente se refería al paso de baile de Michael Jackson.
Con el beneficio de la retrospectiva, deberíamos admitir que el alunizaje del Apolo 11 fue el fin de los días de gloria de la ciencia ficción. Con la conclusión del programa Apolo, la Nasa se convirtió en una agencia más burocrática que heroica. Es revelador que el desastre del Challenger, de 1986, fue el siguiente momento en que los cohetes espaciales conquistaron la atención del público general.
Seamos honestos, los escritores de ciencia ficción son muy parecidos a quienes hacen pronósticos en las bolsas de comercio. Cuando sus predicciones se vuelven realidad, todos les escuchan. Pero cuando los pronósticos yerran completamente, la audiencia desaparece. Tantas y tantas de sus historias (sobre viajes en el tiempo, telepatía, invasiones alienígenas, holocaustos nucleares) nunca se hicieron realidad (¡a Dios gracias!).
BAJO PERFIL
Por estos días, la ciencia ficción está experimentando un cierto regreso, pero la Luna tiene un bajo perfil en estos esfuerzos de renovación. El establishment literario ha descubierto a Philip K. Dick. Sus novelas están ahora incluidas en The Library of America, y él representa un impactante caso de estudio sobre cómo un autor alguna vez despreciado puede rehabilitarse. Pero es revelador que Dick rara vez haya necesitado naves espaciales para hacer funcionar su magia. Mientras sus pares estaban imaginando viajes a la Luna durante los 60, Dick se dio cuenta de que existían otras formas de hacer un viaje, unas que venían empaquetadas en pequeñas botellas o sobres. Sus conceptos de "realidad alternativa" se han sostenido en pie bastante tiempo después de que la exploración espacial se volviera añeja.
Aun así, es difícil para los fans de la ciencia ficción ver la Luna llena y desecharla como una causa fracasada. Ha sido un camino cuesta abajo por 40 años, pero no se necesitaría mucho para cambiar las cosas. Creo que se puede afirmar con seguridad que si alguna vez enviamos a un equipo de astronautas a Marte o más allá, la Nasa y sus proveedores no serán el único sector de la economía que tendrá un impulso. Unos pocos soñadores que estarán trabajando duro en sus procesadores de texto podrían obtener unos cuantos minutos de fama.
Esta columna, de la que ofrecemos una versión editada, salió publicada en el sitio web www.conceptualfiction.com
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.