Columna de Eduardo Engel: Campaña presidencial, ¿de qué estamos hablando?
Los programas podrían servir de base para una discusión interesante sobre el país que queremos y qué propone hacer cada candidato en los cuatro años que vienen para avanzar hacia dicho ideal.
Siempre me ha llamado la atención cómo los analistas políticos hacen afirmaciones y enarbolan teorías que son aceptadas sin mayores cuestionamientos. Si uno pide evidencia le responden con una anécdota, muchas veces una buena anécdota, pero al fin y al cabo sólo una anécdota. No estoy hablando de las grandes teorías, estoy hablando de los análisis de corto plazo, de esos que nos sirven para ir interpretando el acontecer político nacional.
Algo de lo anterior sucede con la afirmación que desde todos los sectores se viene haciendo ya por meses de que a Piñera no lo afectan los conflictos de interés. Que el electorado lo conoce y valora otras cualidades en él, que no hay nada nuevo respecto del carácter del candidato en las revelaciones recientes, que el impacto electoral será nulo. Después de todo, argumentan, se ha mantenido arriba en las encuestas a pesar de que, semana tras semana, seguimos teniendo novedades sobre aquellos temas que su madre consideraba de mal gusto comentar en público.
Uno de los aportes valiosos que ha hecho la economía a las ciencias sociales es enfatizar la importancia de inferir las motivaciones de las personas más de su comportamiento que de sus declaraciones. Y la conducta del candidato Piñera esta semana no es consistente con una supuesta irrelevancia electoral de los conflictos de interés que derivan de su patrimonio. En efecto, en varias ocasiones había dicho que no podía revelar el valor de su patrimonio hasta que lo hiciera el Servel, pero el jueves de esta semana se adelantó al ente regulador y llamó a una conferencia de prensa para dar a conocer el monto total y comentar los detalles. Si realmente no tuviera costo político la revelación de la incorporación temprana de sus hijos y nietos a las sociedades familiares o que su patrimonio declarado sea solo una fracción del patrimonio que estiman fuentes internacionales, no habríamos observado este cambio de planes.
Existen escenarios alternativos que me parecen tanto o más plausibles que aquel de que los conflictos de interés no afectan a Piñera. Uno es que existe un voto duro inmune al tema, pero que esto no sucede con los indecisos que pueden terminar decidiendo la segunda vuelta. Otro agrega al escenario anterior que el electorado es hoy mucho más exigente y sofisticado que hace una década, por lo cual aún parte del voto duro de Piñera puede terminar desertando si no le parecen creíbles o aceptables las explicaciones que ha dado el presidenciable.
Además de las declaraciones de intereses y patrimonio, el jueves de esta semana el Servel también publicó los programas de los candidatos a las primarias presidenciales. Estos pasaron desapercibidos, porque toda la atención mediática estuvo en el manejo de sus platas por parte de Piñera, el Partido Socialista y el Partido Comunista.
La exigencia de publicar las declaraciones de intereses y patrimonio y los programas son parte de la reforma a las campañas electorales aprobada por el Congreso el año pasado. Las declaraciones son para transparentar y evitar conflictos de interés, los programas para contribuir a campañas con mayor énfasis en contenidos y propuestas. De hecho, en elecciones anteriores varios candidatos, sobre todo aquellos que iban adelante en las encuestas, dieron a conocer sus programas sólo un mes antes de la elección.
Los cinco programas publicados este jueves tienen diferencias interesantes, tanto en lo formal (diseño y lenguaje) como en los contenidos. Por ejemplo, el programa que más veces menciona las palabras pobreza o pobres es el de Felipe Kast (18 veces). Le siguen José Manuel Ossandón y Beatriz Sánchez, con nueve y siete menciones, respectivamente. Mayol y Piñera mencionan estos vocablos sólo cinco veces.
También vale la pena comentar las menciones de impuestos. El vocablo aparece 25 veces en el programa de Ossandón, 15 veces en el de Kast, 10 veces en el de Mayol, ocho veces en el de Sánchez y ninguna vez en el programa de Piñera. Esto último no deja de llamar la atención, dado que la campaña del ex presidente ha destinado muchos esfuerzos a posicionar y defender una rebaja de impuestos a las empresas. Tal vez dicha rebaja no se menciona en el programa porque obligaría a especificar los impuestos que se van a subir para evitar que la carga tributaria baje, como se promete desde el entrono del ex presidente será el caso. Finalmente, en cuanto a menciones del crecimiento de la economía, el orden es el mismo que para las menciones de impuestos: yendo desde un máximo de 30 menciones (Ossandón) a un mínimo de sólo tres (Piñera).
Los programas podrían servir de base para una discusión interesante sobre el país que queremos y qué propone hacer cada candidato en los cuatro años que vienen para avanzar hacia dicho ideal. Si los políticos quieren recuperar la confianza ciudadana, condición sine qua non para dar gobernabilidad a quien presida el país entre 2018 y 2022, deben pasar más tiempo haciendo y contrastando propuestas y menos tiempo respondiendo por conflictos de interés que resultan de cómo invierten su patrimonio. Y para esto deben resolver sus conflictos de interés de una vez por todas.
Es por eso que quiero insistir en las bondades de un fideicomiso diversificado y público, tanto para candidatos como para partidos de alto patrimonio. Un portafolio de bonos de gobierno y otros instrumentos similares, donde los conflictos de interés son imposibles y el portafolio puede ser de conocimiento público, terminando con sospechas sobre eventuales contactos entre el mandante y el administrador en un fideicomiso ciego.
No es bueno que quien puede terminar siendo presidente tenga inversiones en empresas (Entel, Corpesca, Banco Chile y Aguas Andinas en el caso de Piñera, según informa La Tercera en su edición del viernes). Tampoco es bueno que un partido político tenga bonos de empresas que pueden entrar en riesgo de insolvencia y donde los reguladores que tomarán decisiones que afectan dicho riesgo podrían militar en el partido inversionista. El Consejo Asesor Presidencial que lideré en 2015 estimó, unánimemente, que un fideicomiso diversificado era mejor que uno ciego. Si se hubiese tomado en cuenta esta sugerencia, hoy estaríamos hablando más de las propuestas de los candidatos y menos de su patrimonio.
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