Crimea, el enclave rusohablante que cobra protagonismo en la crisis de Ucrania

La península de Crimea, situada en la costa norte del mar Negro, es formalmente la única república autónoma de Ucrania. Su importancia estratégica radica en que allí está la principal base de la flota rusa en el Mar Negro.




La república autónoma de Crimea, poblada por una mayoría rusohablante e históricamente vinculada a Rusia, ha cobrado protagonismo en las últimas horas con el recrudecimiento de las tensiones en este territorio entre partidarios de Moscú y de Kiev, desde la destitución la semana pasada del presidente ucraniano Viktor Yanukóvich, quien es aliado de Rusia.

La península de Crimea, situada en una península que separa el Mar Negro del Mar de Azov, es formalmente la única república autónoma de Ucrania.

Con una superficie de casi 27.000 km2 (como la isla de Haití), consta con 2 millones de habitantes y es mayoritariamente rusohablante. Su capital es Simferopol, donde hombres armados prorrusos tomaron el jueves el control de edificios gubernamentales.

Su importancia estratégica radica en que

 en la ciudad de Sebastopol, está la principal base de la flota rusa en el Mar Negro, además de existir una fuerte identidad rusa.

Su historia está marcada por las numerosas invasiones que ha sufrido a lo largo de los siglos y, más recientemente, por sus estrechos vínculos con Rusia.

Con el nacimiento de la URSS, Crimea se convirtió en república autónoma dentro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. 

Permaneció bajo control alemán durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial tras ser invadida en 1941, y solo al final de la contienda, fue reconquistada por Moscú.

El colaboracionismo con Alemania de los administradores tártaros de Crimea empujó a Stalin a diluir su estatus y convertirla, en 1954, en una región de la naciente República Socialista Soviética de Ucrania. Ambas repúblicas formaban parte de la Unión Soviética gobernada por Nikita Kruschev.

En aquellos años, la región cobró notoriedad internacional al convertirse la ciudad de Yalta en el escenario de la famosa conferencia de paz, celebrada en febrero de 1945 entre Winston Churchill, Joseph Stalin y Franklin D. Roosevelt. 

La desintegración de la Unión Soviética a principios de los años noventa del siglo XX trajo consigo también la pugna por este territorio entre Moscú y Kiev.

Si en 1992 el legislativo ruso aprobó una resolución que anulaba la cesión de Crimea a Ucrania en 1954. Kiev insistió en mantenerla bajo su control y tutela administrativa, pero la flota rusa del Mar Negro siguió estacionada en el puerto crimeo de Sebastopol.

En 1994 Ucrania celebró sus primeras elecciones presidenciales y el electo Yuri Meshkov apoyó públicamente la reunificación con Rusia y favoreció la adhesión a Moscú.

Ese mismo año, el parlamento de Crimea votó mayoritariamente por la restauración de su Carta Magna, aprobada en 1992 y poco después anulada por la Justicia ucraniana.

Las tensiones entre el gobierno de Crimea y Kiev provocó finalmente la abolición de la presidencia de Crimea y el control de esta región por el gobierno ucraniano desde 1995.

El presidente ucraniano de ese entonces, Leonid Kuchma, ahogó además las aspiraciones secesionistas y firmó la legislación pertinente para que Crimea pasara a estar bajo estricto control del gobierno de Kiev.

La constitución de junio de 1996 dotó a la región de cierta autonomía pero impidiendo cualquier legislación contraria a la administración ucraniana.

Recientemente, en 2010, tras años de litigios, los parlamentos de Ucrania y Rusia llegaron a un acuerdo que prevé prolongar la presencia de la flota rusa en el Mar Negro hasta 2042, a cambio de una  reducción del 30% en el precio del gas ruso.

Incluso así, las aspiraciones rusas de gran parte de la población nunca se han diluido y Crimea sigue siendo una espina en el corazón ucraniano.

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