Crisis en las divisiones inferiores: El fútbol joven no madura

Algo no funciona en el seno del fútbol formativo. Los fracasos de las selecciones reabrieron el eterno debate. Formadores, captadores, directivos y seleccionadores analizan los motivos de la crisis.




El descalabro vivido en el Campeonato Sudamericano Sub 17, disputado en Paraguay, sirvió para sacar varias conclusiones. Convertir dichas conclusiones en enseñanzas se antoja, a estas alturas, la principal de las tareas.

La primera de ellas, quizás la más genérica, es que algo no termina de funcionar dentro del engranaje del fútbol formativo chileno. O que no funciona del todo bien, lo que viene a ser lo mismo. La segunda es que alguien, más allá del terminado pobre proceso del argentino Hugo Tocalli, debe asumir responsabilidades o, al menos, comenzar a actuar responsablemente. La tercera, entroncada con las dos anteriores, es sin duda la más compleja, ya que pasa por identificar las falencias de todo el proceso. La labor de selección de los jugadores, la falta de competitividad en las divisiones menores o el centralismo existente en materia de formación de futbolistas, parecen algunas de las principales fallas del sistema.

Y es que si el problema no es la materia prima -como se han apresurado a defender, tras la debacle sufrida en Paraguay, directivos, técnicos y especialistas del ámbito del fútbol joven- ha de ser, entonces, de quienes manipulan dicha materia.

El proceso de selección

"Cuando le dieron la sede del Mundial a Chile, hace cuatro años, nosotros tratamos de hacer un proyecto piloto desde el club para preparar a esos jugadores que, por su edad, iban a llegar al Mundial. Si se hubiera hecho un trabajo específico de ese tipo en todo Chile, el resultado podría haber sido distinto". El que habla es Alfonso Garcés, jefe de captación de Universidad Católica, con la experiencia que le confieren sus más de treinta años dedicados al fútbol formativo chileno. Un área de trabajo a la que, en opinión de Garcés, no todos dedican el tiempo el tiempo necesario. "Desde la ANFP nos pidieron listas sin ir a ver a los jugadores. Fue muy poco el seguimiento real que se hizo y eso propicia que se pierdan jugadores. Quilín es un centro de selección, no de formación, y en este país lo que hace falta es uno o varios invernaderos en los que se cuiden las plantitas y se estén formando constantemente jugadores", recalca.

Una opinión, la del carácter más bien aséptico y deshumanizado de los procesos de selección, que comparte también José Sulantay, ex seleccionador chileno de Sub 17 y Sub 20: "No se viaja a regiones. Es un hecho. A lo más, se llama por teléfono. En Chile hay muchos jugadores con talento innato, pero hay que conducirlos. De lo contrario, no pasan de ser 'pichangueritos'".

Falta de competitividad

Resulta poco menos que una obviedad, pero para poder competir en una instancia internacional con garantías, un jugador, por joven que sea, debe ser competitivo. Y la competitividad es algo que debe adquirirse, que nada entiende de habilidades innatas. Y sino, que se lo pregunten a Erick Guerrero, responsable de las divisiones menores de Deportes Iquique, quien lleva años denunciando las dificultades que atraviesan los clubes de regiones en este tema.

"Es una cuestión de plata. Con plata, tú puedes acometer mejoras formativas en tu club y hacer subir el nivel de la competencia. Pero ahora mismo, tú no puedes competir con los equipos de Santiago porque allí empiezan en Sub 8 y aquí en Sub 15, y la diferencia es muy grande porque la formación se logra en la competencia", sostiene el formador, antes de lamentar que el actual sistema de competición en divisiones menores conduce, irremediablemente, a un desarrollo asimétrico o, lo que es lo mismo, a un proceso formativo de dos velocidades: "El sistema de campeonato antiguo era bueno. Dividía a los equipos en dos grupos, desde Santiago hacia el norte y desde Santiago hacia el sur. Y al final acababas jugando con equipos que hacían mejorar el nivel", dice Guerrero.

"La generación de 2001 no tuvo un buen trabajo a nivel de competencia. Se ha bajado el nivel en general dentro del fútbol joven. Hay demasiadas diferencias entre los clubes grandes y los chicos, y de esa competencia es imposible sacar conclusiones", complementa Alfonso Garcés.

Santiago no es Chile

Basta con echar un breve vistazo a las nóminas de las selecciones Sub 20 y Sub 17 que naufragaron en sus respectivas citas Sudamericanas para darse cuenta del centralismo imperante. Más de la mitad de los futbolistas que fueron citados para el certamen Sub 20, procedían de equipos de la capital. Un total de 12, frente a los ocho que aportaron entidades de regiones y los tres que acudieron al llamado procedentes de clubes radicados en el extranjero. La nómina de jugadores que compitieron en Paraguay es, si cabe, aún más elocuente; 16 integrantes de conjuntos santiaguinos por sólo seis de entidades de provincias.

"En provincias somos artesanales y eso se traduce en que los jugadores tienen baches en su formación que se notan cuando uno los elige para las selecciones", indica el Negro Sulantay, natural de Coquimbo.

"Todo lo basan pensando en los clubes de Santiago. Acomodan los campeonatos pensando sólo en ellos. Queremos igualdad de condiciones. Que se nos mire como a chilenos. Chilenos de Iquique o chilenos de Puerto Montt. Ese cuento de la integración yo lo llevo escuchando desde que tenía 15 años, pero sé que nunca lo van a hacer", manifiesta, visiblemente enojado, Erick Guerrero, quien no oculta su pesimismo a la hora de analizar la realidad del deporte formativo chileno: "Yo no hablaría de crisis, porque desde que tengo uso de razón siempre hubo el mismo problema en las divisiones menores. Todos predicamos que es importante el trabajo en la formación, pero a la vez nos preocupamos sólo por el plantel de honor a la hora de invertir".

Sea cierta o no esta última observación, lo que parece del todo claro es la imperiosa necesidad de volver a construir desde la base lo que se edificó de modo imperfecto desde el tejado. "Uno quisiera que la Sub 17 no falle, porque si les va mal, dirán que fracasaron. Pero los niños no fracasan, la culpa es de los grandes", sentencia Sulantay.

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