Crítica de música: Lady Gaga, el último modelo de la industria

La cantante estadounidense es la chica de moda, el tablón en la mitad del océano, y es a ella a quien hay que apostarle todas las fichas.




Se desmayó por cansancio, porque no daba más, porque dicen que no podía respirar, y quién podría dudarlo. La noche del 14 de enero pasado, la fama y el vértigo de un ascenso meteórico le pasaron la cuenta a Lady Gaga, a esta soberana express del pop global.

A esta ídola de laboratorio que en poco menos de 15 meses sacó dos discos, se embarcó en dos giras mundiales, vendió ocho millones de discos, tuvo 35 millones de descargas digitales y apareció en cuanta revista y programa de televisión haya estado medianamente sintonizado con lo que estaba "de moda" durante los últimos meses en el mundo.

Apenas hace un año se apostaba por esta neoyorquina criada en clubes -y que tomó su nombre de una canción de Queen (Radio Ga Ga, obvio)- como una figura "ascendente", como una de esas tantas chicas con posibilidades de consagrarse durante 2009. Pero a estas alturas, y casi fuera de todo cálculo, se podría decir que ya no hay forma de sacársela de encima. S

u éxito es objetivo, avasallador, qué duda cabe, pero tan estudiado e invasivo como sólo pueden serlo esos proyectos que no son más que salvavidas para una industria decaída, con números rojos y en total decadencia.

Lady Gaga es la chica de moda, el tablón en la mitad del océano, y es a ella a quien hay que apostarle todas las fichas. Con videos millonarios, mucha ropa de vanguardia y un discurso tan bien pensado como para intentar representar a minorías sexuales, convencer al programador de radio y entusiasmar al fiestero de turno que, en la pista de baile y en plan de joda, la verdad es que baila cualquier cosa.

Y no es que sea peligroso -a lo más algo inofensivo-, pero de ahí a prentender que esta es la nueva Madonna (aunque la "Reina del Pop", otra que se las sabe por libro, dijo que "se veía" en Lady Gaga) o que es ella la que está llamada a revolucionar el mundo del pop es tan ingenuo como los mismos anuncios que en su momento colgaron a Kylie Minogue o Gwen Stefani o Fergie.

Su mezcla de europop noventero, vocalizaciones a la  Stevie Nicks, pero sin alma, y look tipo Grace Jones "en positivo" -a través de éxitos de verdad planetarios como Paparazzi, Poker face y, más recientemente, Bad romance- también pareciera convencer a la industria, gesto que no viene nada de mal considerando que esta fue la marca más rentable del año pasado y claro que hay que premiarlo.

El asunto es que este plan de crecimiento acelarado suma cinco nominaciones a los Grammy, que se entregan a fin de mes, y todo indica que ahí debería hacer la recogida del año. Por ser la más rentable, el último modelo de la factoría de la música.

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