Daniel Alcaíno y Regildo Castro llegan al Teatro de la Aurora
Los actores coinciden en la sala de barrio Italia con Malabia y El fin de mis días, dirigidas por Jorge Becker y Eduardo Herrera.
Imagine que queda expuesto, como si las paredes de su casa se volvieran transparentes o como si tuviera que contar su vida parejil ante un juez. Imagine que hay algo que no quiere mostrar, peor aún, que ni siquiera usted quiere ver. Aunque en situaciones y países distintos, eso les pasa a los personajes de El fin de mis días y Malabia, obras que coinciden hasta fin de mes en el Teatro de la Aurora.
Argentina. Trece años atrás. Hugo Zambelli testifica en el caso Prats. En el público lo observa Diamela Eltit, que después usará esa experiencia para escribir Puño y letra, el libro que Jorge Becker (Neva) adaptó al teatro y con el que debutó como director este año. Malabia muestra a Zambelli frente al juez y al abogado querellante, interrogado por su relación con el agente de la Dina, Enrique Arancibia Clavel.
"El apela a la ignorancia, a la falta de memoria, así encarna un estilo de comportamiento sobre esta situación histórica, uno que no se hace cargo de nada, no se responsabiliza", cuenta Becker.
Daniel Alcaíno interpreta a este peluquero, bailarín y artista que fue pareja del agente de la Dina desde 1974 hasta 1978, cuando el departamento que compartían fue allanado y en un mueble de doble fondo aparecieron los papeles que condenaron a su pareja por la muerte de Carlos Prats y Sofía Cuthbert.
Cariño malo
Es una tradición. Siempre que tienen una celebración, hacen camarones al ajillo, quedan malos y nadie se los come. Esta vez pasa lo mismo. La familia se reúne en el patio para celebrar que el hijo mayor se va a vivir solo. Pero antes de hacerlo, el hijo quiere hablar, remecer a una familia que le parece está mal, hablar de esas cosas que no se han dicho, impulsar a que sus hermanos también se vayan. "Es una despedida que nunca es un festejo", explica Eduardo Herrera, director de El fin de mis días.
Regildo Castro interpreta al abuelo de una familia disfuncional, que ha mantenido una relación dañada por años y que vive con su esposa, su hija y sus tres nietos, sin rastros del padre. En esa casa, que en escena se muestra con muros trasparentes, todos cumplen con sus deberes, pero las relaciones afectivas entre ellos son las que les pasan la cuenta.
Carencias, sueños incumplidos y el recuerdo borroneado del abuso enturbian su cotidianidad. "El abuso apareció relacionándolo con los secretos, con cómo las familias son capaces de mirar hacia un lado y lo que no miran deja de existir. Acá la madre no ve el abuso, no es capaz, lo niega, incluso culpa a la hija, le dice que por su culpa se fue el papá", cuenta Herrera.
La obra escrita por Ignacio de Vries estará en cartelera hasta el 28 de julio, mientras que Malabia explorará la relación entre homosexualidad, farándula y dictaduras hasta el 27 de julio. Ambas se presentan en el Teatro de la Aurora, la sala que el actor Alvaro Escobar abrió el año pasado en barrio Italia (Av. Italia 1133).
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