Demócratas se preparan para difíciles legislativas de noviembre en EEUU

Las elecciones legislativas se celebran cada dos años y son tradicionalmente difíciles para el partido del mandatario de turno. A esto se le agrega que la popularidad del presidente Barack Obama está en sus niveles más bajos desde que iniciara su mandato.




Los demócratas están preocupados por las elecciones legislativas de noviembre en Estados Unidos, en las que sus adversarios republicanos podrían consolidar, e incluso aumentar, su mayoría en  el Congreso.

"Pienso que será difícil reconquistar la Cámara de Representantes", reconoció David Beattie, encuestador cercano a los demócratas, al resumir el  estado de ánimo reinante en el partido en el poder en Washington. "No perder escaños iría contra los antecedentes históricos", señaló.

Estados Unidos celebra elecciones cada dos años, y los comicios que tienen lugar a mitad de cada período presidencial son tradicionalmente difíciles para el partido del mandatario de turno.

Este año, la popularidad del presidente Barack Obama está en sus niveles más bajos. Su impopularidad se ha visto alimentada por la caótica implementación de la reforma del sistema de cobertura sanitaria, muy criticada por la derecha, entre otros problemas.

Desde 2011, el Parlamento estadounidense está dividido entre una Cámara de Representantes dominada por los republicanos desde la segunda mitad del primer  mandato de Obama, cuando se produjo el ascenso de los conservadores del Tea  Party, y un Senado favorable a los demócratas.

La Cámara de Representantes será totalmente renovada en noviembre. Los sondeos coinciden en que los republicanos mantendrán al menos su cómoda mayoría  de 17 bancas sobre un total de 435. Sólo un tercio de los senadores serán renovados.

Esta cohabitación legislativa explica la parálisis que ha registrado el  Parlamento en los tres últimos años, pese a que en diciembre y en enero la  situación se desbloqueó para poder aprobar el presupuesto.

Para el presidente, que en este panorama tiene garantizado que sus  proyectos puedan ser por lo menos aprobados parcialmente, es absolutamente  vital mantener la mayoría en el Senado.

UNA POSICIÓN DIFICIL

"Los dos últimos años de su mandato serán para Obama un verdadero infierno" si no cuenta ni siquiera con el Senado, señaló Larry Sabato, de la universidad  de Virginia, que cada semana analiza las evoluciones del mapa electoral para su famosa "Crystal Ball" (bola de cristal).

Los demócratas y quienes los respaldan financieramente están ante un  dilema: ¿vale la pena gastar decenas de millones de dólares en intentar  reconquistar la Cámara o es preferible concentrar los esfuerzos en salvar el Senado.

El comité de campaña de los demócratas en la Cámara de Representantes logró hasta fines de 2013 captar unos 75,8 millones de dólares, 15 millones más que  los republicanos. Pero los donantes más importantes podrían reservar su apoyo  económico a la campaña para el Senado.

"Los donantes demócratas como yo centrarán probablemente, o incluso con  seguridad, su atención y su dinero en las elecciones al Senado", dijo a la  publicación Politico Win McCormack, editor de la revista Tin House.

Sin embargo, los propios políticos demócratas dudan de sus posibilidades.

"No puedo prever con certeza que los demócratas reconquistarán la Cámara",  dijo Debbie Wasserman Schultz, presidenta del comité nacional del partido.

"Estamos en una posición difícil", admitió a su vez en enero - en una carta  dirigida a los donantes - el comité demócrata del Senado, el organismo encargado  de captar fondos para la campaña electoral para esa cámara.

La mayoría demócrata en el Senado es frágil (55 bancas contra 45) y las miradas se concentran en Luisiana, Arkansas, Alaska y Carolina del Norte, estados que votaron por el republicano Mitt Romney en la elección presidencial  de 2012 y donde los senadores demócratas salientes tienen un panorama  complicado.

Lo paradójico de este ciclo electoral es que la imagen de los republicanos del Congreso ha tocado fondo tras el desastre del cierre parcial de las  administraciones federales en octubre, del cual la opinión pública los hace  responsables.

Pero la impopularidad récord de los republicanos a nivel nacional (76% de  los estadounidenses desaprueban su trabajo en el Parlamento, según una encuesta  de la consultora Quinnipiac de enero), no se traduce obligatoriamente en una  desventaja electoral directa en las elecciones locales, puesto que los  legisladores demócratas tampoco han salido muy bien parados.

De acuerdo al mismo sondeo, 66% de los estadounidenses tiene una mala opinión de los legisladores del partido del presidente.

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