Diario de viaje en el Estados Unidos de Trump

Trump

Los estados del Medio Oeste estadounidense fueron los que coronaron al candidato republicano como Presidente electo el pasado martes. La Tercera viajó a tres de ellos -Michigan, Ohio e Indiana- para buscar respuestas y conocer los motivos que instalaron al magnate en la Casa Blanca.




1 Municipio de Clinton, Michigan: la derrota desde el corazón automotriz

Ford, Chrysler, GMC, Jeep. Las marcas de automóviles se repiten en ese orden en el estacionamiento de un inmenso centro comercial en el municipio de Clinton, Michigan, a 40 minutos de Detroit, la ciudad más importante del estado. El orgullo local es haber sido la cuna del desarrollo automotriz estadounidense y, por décadas, el lugar desde donde los productos salían al mundo: no por nada a Detroit se le conoce acá como la "Motor City".

Los espacios están hechos para el automóvil. Las casas están separadas una de la otra y los locales se dispersan a lo largo de un kilómetro alrededor de una carretera. Quizás eso explica por qué el domingo pasado, apenas a un par de kilómetros de distancia, en el anfiteatro Freedom Hill, los estacionamientos se hicieron pocos para recibir a un Donald Trump que a esa hora volaba a matacaballo por el país en una serie de actos finales de campaña.

Michigan fue el estado que Trump ganó en forma más estrecha, por poco más de 13 mil votos, o 0,3 puntos de diferencia con Hillary. Quizás porque Detroit está especialmente agradecida de la gestión de Barack Obama, quien hizo un plan para no dejar que la industria automotriz quebrara y desapareciera del estado durante su gestión.

Pero incluso eso no fue suficiente para lograr que una mayoría votara por una candidata cuyo apellido recordaba a un fantasma de la zona. En el municipio de Clinton, tradicionalmente demócrata, Clinton perdió por un margen importante, en parte porque se culpa a su esposo, Bill, de firmar el Nafta, el acuerdo comercial con México y Canadá al que se culpa de acelerar el declive de la zona.

Con todo, hay un cierto tabú en decir que se apostó por el ahora Presidente electo. A Erin Peters (30) le cuesta reconocerlo. No es una vez, ni dos: son tres veces las que hay que preguntarle para saber por quién votó en la elección. "Los dos candidatos eran muy malos", dice primero. "Era como tirar una moneda al aire", señala después. Y luego, afirma que votó por Trump, asegurando que, al final, era "la opción menos mala entre dos opciones malas".

La zona es fuertemente de raza blanca y de gente mayor de 40 años, dos grupos de votantes que favorecieron a Trump, de acuerdo a los resultados de la elección. Sin embargo, como prueba de esa sociedad dividida, en los cafés del municipio hay personas que lamentan la decisión. Mike Starks (28) siente que el gran problema estuvo en que la campaña de Clinton no logró movilizar a la gente ni entusiasmarla con un mensaje. "¡Perdió el 10% de los votantes de Obama!", dice, remarcando lo grave de la situación

Edin Sijercic (39), un inmigrante de Bosnia, también está molesto por el triunfo de Trump, aun cuando matiza diciendo que cree que es imposible que cumpla sus promesas de campaña. "Donde vayas acá en Estados Unidos, los que hacen el trabajo duro son los inmigrantes", señala. "Trump sabe eso".

Aquí, en el Medio Oeste, la falta de confianza hacia la elite de Washington está a la orden del día, y la decepción por las promesas incumplidas ha hecho mella en la elección.

La expectación, en todo caso, se balancea con otro elemento en juego: el hecho de que será esta zona la que deberá cobrarle a Trump su palabra y exigirle, por ejemplo, que consiga trabajos.

Además, la solución está justo al lado de la zona. Al volver a Detroit, se ven carteles que advierten de la cercanía de un túnel que conecta con Canadá, el país al que muchas figuras públicas estadounidenses dijeron que se irían. Tal vez por eso es que en la terminal de buses de la ciudad hay risas cuando la conductora de la línea Greyhound que viaja a Toronto dice una frase que se escucha todos los días, pero que esta semana tiene un significado especial: "¡Ultimo llamado para los que van a Canadá!".

2 Toledo, Ohio: la historia del musulmán que votó por Trump

El tono de Jamil Farhi (58) recuerda al de un didáctico profesor que cuenta una historia con los detalles más mínimos. El, que trabajó durante cerca de 30 años para la firma Shell, se casó con una estadounidense, se afincó en Toledo, Ohio -una de las ciudades más castigadas por la recesión de 2008 y con los mayores aumentos de pobreza urbana-, dice que es musulmán, que vino de Siria y que encuentra que Donald Trump ha tenido frases que rayan en la intolerancia; explica con detalle cuál fue su proceso para que el martes pasado terminara marcando en la papeleta el nombre del magnate.

"No fue fácil", dice Jamil, quien ahora se dedica a ser chofer de Uber en su tiempo libre. Al comienzo, él estaba por John Kasich, gobernador de Ohio y uno de los dirigentes republicanos que aseguró públicamente que no votaría por Trump. Farhi votó por Kasich en la primaria, y luego de la derrota consideró darle una oportunidad a Hillary Clinton, por lo que le parecía un comportamiento inaceptable de Trump.

"Pero luego ocurrió lo del FBI", continúa, aludiendo al testimonio del director de esa agencia, James Comey, en julio recién pasado, donde contó con detalles la forma en que la candidata demócrata había manejado un servidor privado para sus correos públicos. "Una de las cosas que yo más admiro de Estados Unidos es que tiene un sistema de contrapesos. Yo confío en que si Trump trata de hacer algo que no corresponde, los otros poderes lo detendrán. Pero Hillary Clinton se sintió por sobre la ley. Y eso me decidió a votar contra ella".

Mientras pasa por calles rotas, casas con las ventanas tapiadas, murales en español que incluso tienen una bandera de Chile y un letrero monumental de la dupla Trump-Pence cubierto con alambre de púas, Jamil dice que el resultado del martes no le sorprendió. "Mucha gente de edad que no votaba hace décadas salió a votar. Yo sabía que eso iba a pasar, porque había muchísimas personas que no querían reconocer que iban a votar por Trump, que les daba vergüenza, porque era racista y por lo que decía, pero que finalmente lo iban a hacer igual".

El reconoce que hubo un momento en que dudó de su decisión. Cuando Trump planteó controles especiales para las personas de religión musulmana, sintió que podía estar yendo demasiado lejos, en una fórmula que le haría perder el control. "Pero después pensé que, en realidad, hay muchas cosas que Trump hizo sólo para llamar la atención", explica. "No creo que en realidad vaya a hacer eso, y si lo quiere hacer, lo van a frenar los otros poderes, porque iría contra la Constitución".

Aunque Toledo ha mejorado levemente su situación económica, la pobreza sigue siendo muy elevada. Eso puede haber sido uno los factores que hicieron que, pese a que se anticipaba que Ohio sería un estado muy disputado, se terminara decantando por Trump por una diferencia de casi nueve puntos sobre Hillary.

"Esa es gente de edad, que sólo apareció para votar ahora, que estaba queriendo decir algo", dice Jamil, y luego relata lo que más le preocupa de la sociedad estadounidense: la pérdida de valores familiares. "Los jóvenes se van muy rápido de la casa y dejan a sus padres solos. Cuando envejecen, los mandan a un asilo. La lógica de este país es que te debes batir por ti mismo: es muy distinto de lo que pasa en mi país o el tuyo, donde la familia es importante", señala.

Y tras esas palabras, mientras las ajadas construcciones de Toledo se enfrentan a nubes que hacen presagiar una lluvia, Jamil lanza su teoría de lo que ocurrió el pasado martes. "Hay muchas personas que votaron a Trump porque se sienten solas. Rechazan el país en que nos hemos convertido. Quizás por eso había tanta gente de edad votando por él, aquí, o en estados como Florida. Es un tema del que Estados Unidos se debe hacer cargo como sociedad. Espero que Trump pueda lograr mejorar algo de eso".

3 Fort Wayne, Indiana: el joven que cree que Trump puede unir a EE.UU.

"Necesitamos que alguien una al país", dice Zachary James, un joven de 26 años que, tras asegurar eso, cuenta sorprendentemente que votó por Trump porque no confía en Hillary Clinton ni en los políticos tradicionales. Dice que su opción era o votar a Trump o no ir a votar, pero que nunca evaluó votar por un candidato de otro partido, porque eso habría sido "perder el voto".

Zachary es un ejemplo de uno de los fenómenos más cruciales de la elección: votantes para los que la conducta de Clinton fue mucho más reprochable que la de Trump, y ante los que la larguísima trayectoria de la candidata les parecía algo demasiado difícil de dejar pasar. "Ella es la encarnación de todo lo malo en la política", asegura. "Estoy de acuerdo con que mi voto es más contra Hillary que por Trump".

El es estudiante en Fort Wayne, una de las ciudades más importantes de Indiana, el estado donde es gobernador el que será vicepresidente de Donald Trump, Mike Pence. Cuando el magnate lo sumó a su fórmula, se acabó cualquier posibilidad de que el lugar votara por los demócratas: los republicanos, de hecho, terminaron sacándole 20 puntos a la fórmula integrada por Hillary y Tim Kaine.

Y, de hecho, Indiana había sido una de las grandes sorpresas de la elección de 2008, cuando Barack Obama logró, fuera de todo cálculo, una estrecha victoria sobre John McCain. Ese año, que fue el de la crisis gatillada por el desplome de Lehman Brothers, el entonces candidato republicano tuvo una frase que le marcó la campaña: en medio de la crisis, aseguró que "los fundamentos de la economía están sólidos". El Medio Oeste de la clase trabajadora -que ya vivía las consecuencias de esa crisis- no se lo perdonó, y los estados se fueron en masa con Obama.

Pero este año, fue Trump quien, ya sea por acción o por oposición, jugó a atraer a los votantes. Fue en una iglesia de Fort Wayne cuando, en mayo pasado, aseguró ante una sorprendida audiencia que no se podía permitir que China "siga violando a Estados Unidos". Y en varias ocasiones, el gobernador Pence viajó hasta allí para tener actos públicos donde debía matizar los exabruptos del magnate.

Sin embargo, a gente como Zachary parece no importarle eso. Aun cuando se desligan del mensaje racista, de frases como las que se escuchaban entre los asistentes a actos en New Hampshire a inicios de año que pedían "recuperar al país" de manos de los inmigrantes, o no comparten que haya seguidores de Trump que pidan que Clinton vaya a la cárcel -como un solitario manifestante que gritaba en el cierre de campaña de Hillary en Filadelfia el lunes pasado-, sí comparten la profunda decepción por la política que parece ser el sello común de los votantes del magnate.

Mientras se despide antes de ir a estudiar, Zachary dice que la campaña fue frustrante. Que su sueño es ver al país unido en una sola visión. Que espera que Trump capitalice eso. Pero también muestra ese sentimiento de distancia con las grandes ciudades, los centros urbanos y el establishment. Lo dice con una frase, mientras ríe y explica que él sabía que la elección iba a salir como salió, por el abandono en que sienten que los han dejado.

"Es cosa de que te vayas a 10 kilómetros de esta ciudad", explica Zachary, y muestra un puente que a lo lejos cruza un río. "Cuando sales para allá, en cualquier dirección, lo que te vas a encontrar es con maíz. Y sólo con maíz".

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