El impacto del acuerdo en la Pequeña Habana

En la "capital" del exilio cubano en Estados Unidos, el anuncio sobre la reanudación de las relaciones entre La Habana y Washington ha generado escepticismo. Pero al mismo tiempo los más jóvenes plantean que se debe terminar con el embargo de una vez por todas.




Las cinco décadas de enfrentamiento que Barack Obama y Raúl Castro intentan clausurar con el acuerdo anunciado el miércoles y que incluye el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, no han pasado en vano en Miami, la ciudad en el estado de Florida considerada la capital del exilio cubano. Si bien los anticastristas más radicales son los que aún se hacen notar, se percibe un cambio en la opinión de los cubanoamericanos, especialmente entre los más jóvenes y quienes salieron de la isla en los últimos años, ya que ellos no comulgan con las consignas del pasado, se oponen al embargo impuesto por Estados Unidos en 1962 y apoyan la apuesta del Presidente norteamericano de impulsar una nueva política hacia Cuba.

El lugar más tradicional de reunión y encuentro de los cubanos de Miami es el restaurante Versailles, en la Calle Ocho de la Pequeña Habana. Durante décadas ha sido punto obligado de quienes estaban por el derrocamiento del régimen cubano y de las manifestaciones anticastristas. Así, fue uno de los epicentros del caso del "balserito" Elián González y donde estallaron en júbilo cuando en julio de 2006 pensaron que Fidel Castro no sobreviviría a la enfermedad intestinal que lo obligó a delegar el poder en su hermano Raúl. Por algo muchos le dicen "El Pentágono", porque ahí muchas veces se ideó la forma de fulminar al gobierno comunista de la isla.

Sin embargo, el Versailles, y por lo tanto Miami, ya no es el lugar de las voces unánimes a favor de la política más dura contra La Habana, ya que muchos apoyan el fin del embargo. De esta forma, mientras René Díaz Iturrey, quien llegó a Estados Unidos en 1968, está en contra del pacto Obama-Castro porque eso contraviene la ley Helms-Burton, Pablo Mas Vidal, hijo de chilena y que salió de Cuba en 1961 se muestra a favor del descongelamiento de las relaciones que lleven al fin de las restricciones, porque "la realidad ha mostrado que el embargo no existe".

Pero aquellos como Díaz Iturrey aún se sienten fuertes políticamente, al contar con tres senadores y un puñado de congresistas que hasta ahora apoyan la línea dura del exilio. "Los cubanos no están de acuerdo con las medidas de Obama y se lo harán saber. Hay que impedir que ese cambio se lleve a cabo". Incluso algunos consideran a Obama un traidor y lo acusan de "comunista" por haber acordado el restablecimiento de las relaciones y la entrega de los tres agentes cubanos, a pesar del intercambio de Alan Gross.

Al contrario, Nicolás (que se niega a decir su apellido por temor a algún tipo de represalias de quienes van al Versailles), sostiene que hay que acabar con el embargo, porque "son otros los países que están haciendo negocios con Cuba, así que ya es hora de que parte de ese dinero venga para acá". El llegó a Estados Unidos en 1961. Su padres lo enviaron solo, pensando que estaría unos tres meses, el tiempo que tardaría en caer el gobierno de Fidel Castro. Pero el tiempo no les dio la razón y se resignaron a esperar que el cambio se produjera con la muerte de los hermanos Castro, algo que hasta ahora no ha ocurrido. De la misma forma, muchos de los cubanoamericanos que se instalan afuera del Versailles a tomarse un café bien cargado y con mucha azúcar, sostienen ante La Tercera (adentro del restaurante están prohibidas las entrevistas, por política del local) que  existe una "actitud esquizofrénica" de parte del exilio de negarse a relajar las restricciones pese a que "todos mandan dinero a Cuba", lo que convierte a Miami en la mayor fuente de remesas que llegan a la isla.

"¡Viva Fidel! ¡Viva Obama!"

Además, muchos de ellos, algunos de los cuales son veteranos de la guerra de Vietnam, reconocen que el mundo es otro, que el tiempo incluso los ha cambiado a ellos y que las nuevas generaciones de exiliados tienen otra mentalidad, más abierta. Una situación que es mucho más evidente en otras ciudades como Nueva York o Chicago, donde las comunidades cubanas se alinean más con las políticas demócratas y no con las de los republicanos como ocurre en Miami.

Tal vez como un ejemplo es que en un lapso de 20 minutos pasaron dos veces jóvenes que a modo de broma gritan hacia el Versailles desde sus autos frases como: "¡Abajo, los feos. Viva Fidel!" o "¡Viva Obama!".

Una encuesta del Instituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de Florida confirma los cambios de opinión en el exilio. Ya es una mayoría (52%) la que se opone al embargo, cifra que entre los jóvenes de 18 a 29 años sube a 62%. Incluso, el 58% de los llegados después de 1965 dijo estar en contra del bloqueo económico.

Como no, si son ellos los que aún tienen familia en la isla, son los que mandan dinero para allá e incluso son los que cada vez que tienen una oportunidad viajan a Cuba. Precisamente la generación a la que podría haber apuntado Obama con su decisión: jóvenes electores que empiezan a ser mayoritarios aunque todavía sean más silenciosos.

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