El regreso de Tennessee Williams
El gran dramaturgo estadounidense revive en la cartelera local con dos de sus obras emblemáticas. La próxima semana debuta Un tranvía llamado Deseo y en agosto llega El zoológico de cristal.
PARA 1957 Tennessee Williams ya había escrito buena parte de las obras que lo convirtieron en uno de los más grandes dramaturgos estadounidenses y en un maestro del realismo. Tenía 46 años, llevaba más de una década de éxitos teatrales, acumulaba dos premios Pulitzer y un par de adaptaciones al cine que habían extendido su fama y le habían dado dos nominaciones al Oscar. Pero no estaba conforme.
"He estado viviendo por años con un talento parcial y a veces totalmente 'bloqueado', que sólo fue completamente liberado en Un tranvía llamado Deseo y por la especial razón de que pensaba que estaba muriendo, y ese pensamiento eclipsó la ansiedad que siempre bloqueó mi talento", le escribió el 3 de abril de 1957 al cineasta Elia Kazan. Aunque claramente no fue su única creación que pasó a la historia, Williams tampoco se equivocaba. Un tranvía llamado deseo es considerada su obra maestra, con versiones incluso en ópera, ballet y animación. Y Blanche DuBois se transformó en un personaje capital del teatro del siglo XX, encarnado por Vivien Leigh, Jessica Lange y Marge Simpson.
La obra volverá a los escenarios locales el próximo viernes 28 de marzo en el GAM. Amparo Noguera y Marcelo Alonso protagonizarán la puesta en escena de Alfredo Castro que tiene "ciertas intencionales infracciones y transgresiones", cuenta el director. Pero el centro de la historia se mantiene, según lo que Williams escribió en 1947.
Blanche DuBois, una aristócrata madura y decadente, llega a la casa de su hermana Stella. Ella vive en un barrio pobre junto a su marido Stanley Kowalski, un inmigrante que resulta tan rudo como atractivo para Blanche. La tensión sexual es evidente desde su primer encuentro. Y seguirá creciendo mientras ella se hunde en una crisis que se agrava hasta estallar.
Pero hay cambios. Castro y el dramaturgo Roberto Contador cortaron los personajes secundarios y se concentraron en los protagonistas de la historia: Blanche (Noguera), Stella (Paloma Moreno), Stanley (Alonso) y Mitch (Alvaro Morales), el amigo que se interesa en la recién llegada. Además quitaron las referencias estadounidenses. Ya no están en Nueva Orleans, ni escuchan blues, ni viven entre negros, y Stanley ni siquiera es polaco, simplemente extranjero. "El contexto, la ética y las morales hay que ponerlas al día", dice Castro.
La idea fue limpiar. Sacar personajes, referencias, estereotipos. "Esta obra está cargada de mitos de cómo hay que hacerla", dice el director. Mitos como el de la recordada versión cinematográfica que dirigió Elia Kazan y que protagonizaron Vivien Leigh y Marlon Brando, ganadora de cuatro premios Oscar (entre ellos, Mejor Actriz para Leigh). La búsqueda de Alfredo Castro fue por otra parte. Se fijó por ejemplo en el humor de Blanche y en sus relatos de un pasado glamoroso que bien podrían ser sólo la fantasía en que se esconde para no enfrentar la realidad, el paso del tiempo y los cambios de una sociedad convulsionada. "Es todo ficción. Lo único donde no hay mentira es en el deseo de Blanche y en lo que dice de la muerte", asegura .
El realismo acá también va por otro lado. No es ni estadounidense ni a secas. Es un "realismo de tristeza vaga" como lo llamó el director, convencido de que el carácter chileno se adapta mejor a una latencia que a una explosión. "Somos un pueblo muy melancólico, por lo que el realismo no puede tener el tono de los argentinos, con peleas a gritos", explica.
Un tranvía llamado deseo no será la única obra de Williams que se presentará este año en Chile. En agosto el Mori Vitacura estrenará El zoológico de cristal, dirigida por Andrea García Huidobro y con las actuaciones de Coca Guazzini, Emilia Noguera y Cristián Carvajal La obra de 1944 fue el primer gran éxito del dramaturgo, con su historia de una familia disfuncional, sin duda inspirada en la suya.
Hijo de un vendedor viajero, bueno para el alcohol, los juegos y las mujeres, Williams se crió junto a sus abuelos, su madre sobreprotectora, su hermana esquizofrénica y un hermano que tenía el favoritismo de un padre que poco veía. Su historia alimentó su obra. Pero en sus personajes no sólo apareció su familia, también sus amantes e incluso él. Homosexual en época de puritanismo, Williams retrató la pulsión del deseo, la represión y la culpa, la frustración producida por un sistema que ahoga sensibilidades, la crudeza y la violencia de las relaciones, la soledad y la locura. Retrató su mundo y sus demonios.
"Blanche es Tennessee Williams, pero con una mirada bastante dura, muy autocrítica", dice el director Fernando González, corroborando la visión de Castro que cree que el dramaturgo se retrató en Blanche. No faltan razones para sospechar. Stanley podría ser Pancho Rodríguez, un amante latino y violento que tenía por esos años. La historia de caída en desgracia podría ser como lo que vivió a los siete años, cuando llegó a un barrio pobre y feo de Missouri, donde sus nuevos compañeros lo molestaban por sus gustos refinados. Y claro, podría reflejarse en Blanche porque no podía ser él mismo y mostrar el deseo homosexual en tiempos de censura.
Pero Blanche DuBois es más. Es lo que es y lo que ha inspirado. Como la influyente obra de su creador, ha dejado huella. No es raro que cada ciertos años destaque un dramaturgo realista en Estados Unidos y que alguien salga a decir que "es el nuevo Tennessee Williams". El es el referente. Eso pasó por ejemplo con Sam Shepard (Locos de amor) y Tracy Letts (Agosto). Pero la experiencia chilena es distinta. Su "debut" fue tarea del Teatro Experimental que en 1963 montó Tres Tennessee Williams, a partir de textos cortos suyos.
A pesar del Pulitzer, dos premios Tony y los cuatro Oscar que ganó Un tranvía llamado deseo, la obra recién llegó a Chile más de 30 años después de su estreno estadounidense. Fue el segundo montaje local de su autoría. "Si el tiempo me lo permite, estaré por allá", dicen que mandó a decir al equipo que montó la obra en 1978. Dirigida por Fernando González, tuvo un elenco encabezado por Malú Gatica, John Knuckey, Sergio Aguirre y Gloria Münchmeyer. Sólo 19 años después volvió a montarse, pero en una versión del Ballet de Santiago. Al teatro sólo regresó el 2001 en una puesta en escena a cargo de actores jóvenes entre los que estaba Catherine Mazoyer. No hay más versiones locales hasta ahora de Un tranvía... Bien poco para un clásico de esa magnitud. Y tampoco hay muchas versiones de sus otras obras, un par de puestas en escena locales y otras tantas visitas extranjeras.
¿Dónde está la huella de Williams en Chile? Claramente no es en los montajes. Pero Castro y González coinciden en que su influencia se trasluce en la dramaturgia de mediados del siglo XX. "Pienso que influyó mucho. No sé si fue un estilo de época o influencia directa de él, pero en los 50 y 60 se notaba, por ejemplo en lo que hacía Alejandro Sieveking en un momento", dice González. Castro también menciona a Egon Wolff, Sergio Vodanovic y Luis Alberto Heiremans.
A pesar de los pocos montajes y de las citas tangenciales a través de una dramaturgia pasada, quizá nunca hemos dejado de ver a Williams. ¿Cómo? A través del cine. Hollywood lleva la marca más popular y visible del dramaturgo. Basta pensar en Blue Jasmine, la última película de Woody Allen, que está incuestionablemente inspirada en Un tranvía llamado deseo. El personaje de la premiada Cate Blanchett es sin duda otra Blanche DuBois. De alguna forma Tennessee Williams siempre estuvo, pero este año al fin se está dejando ver.
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