Formal Cool: La nueva noche
Se decía que iba a ser el mejor desfile del año. Que sería top. Que estarían presentes todas las figuras de la escena trendy nacional: actores de buen look, guionistas, chicas televisivas de esas que no andan contando sus intimidades a cambio de dinero y mujeres famosas por su elegancia y estilo. Era inevitable que, los que habían reservado ya el día en sus respectivas agendas, i-phones o blackberrys –está muy de moda anunciar eventos con un mail que dice Save The Date (reserve la fecha), pero sin especificar lugar ni hora– estuvieran pensando durante días en qué se pondrían para esa ocasión. Hasta que finalmente llegó la invitación definitiva a las oficinas o domicilios de los convocados. Firmaba Paco Rabanne. Y decía: Dress Code: Formal Cool.
Comenzó así el proceso de descarte frente al clóset. Lo formal-formal, el "white tie" de los ingleses y norteamericanos, quedó fuera. Los trajes de gala y vestidos largos, con mayor razón. ¿Semi formal entonces? ¿Qué hacer? No se trataba de una duda menor. El término Dress Code se usa internacionalmente para referirse a los requisitos de vestimenta que tiene un evento social. En algunos casos, escoger ropa inadecuada puede significar que, simplemente, no te dejen entrar. O que hagas el loco y todo el mundo te mire de pies a cabeza.
Lo más parecido que se había visto antes en alguna invitación de este tipo era la frase "tenida espectacular", que comenzó a usarse en Chile hace unos cinco años. Pero aquí no se pedía llamar la atención con un look sorprendente, sensacional o fastuoso, como sugiere el adjetivo "espectacular". No. Aquí el requisito era verse cool. ¿Y qué diablos significa vestirse así? ¿Habrá algún concepto más ambiguo y difícil de definir?
María Eugenia Zavala, relacionadora pública de Puig Chile, la empresa que organizó el evento, explica: "Esto del formal-cool se nos ocurrió en una de las muchas reuniones que tuvimos para preparar el desfile. Si poníamos la palabra 'gala', la gente podía llegar sobrevestida, y si decíamos que era informal, iban a aparecer en jeans. Nuestra idea era que los invitados fueran arreglados, pero siguiendo las tendencias europeas".
Finalmente, el día del esperado evento, chilenas y chilenos acudieron al salón del piso -4 del hotel W Santiago con el uniforme nacional: el negro, en su versión más fome. Con excepción, claro, de algunos personajes que llamaron la atención por su capacidad para ser osados en la medida justa. ¿Algunos ejemplos? Ignacio Pérez Cotapos, director de la revista ED, quien llegó con una chaqueta de terciopelo color berenjena. Pablo Mackenna, quien se dejó fotografiar con un vistoso guante que tenía dibujados los huesos de la mano. Y su mujer, la actriz Javiera Díaz de Valdés, quien se sentó en la primera fila con una túnica en negro y dorado infartantemente corta. Llegaba a dar nervio que cruzara las piernas y se le viera todo lo que su panty (no eran leggins)– dejaran traslucir.
AHORRO Y DIVERSION
En el mundo de las pasarelas internacionales, la tendencia formal cool, o como se la quiera llamar, lleva un tiempo dominando las propuestas de ropa para después de la caída del sol. Los trajes y vestidos de alta-alta noche, ultra elegantes y provistos de capas y capas de tela, han ido cediendo terreno paulatinamente a opciones más sencillas, dotadas de una elegancia menos fastuosa y con un dejo de relajo que les da el ansiado toque cool.
Julián Posadas, consultor de moda colombiano y asesor de la firma internacional The Fashion Group, se refirió a este tema en una concurrida conferencia que dictó en Colombiamoda, donde revista Mujer estuvo presente. "La ropa de noche está enfrentando una corriente post traje de gala. Hay una nueva sencillez, con prendas muy ponibles", dijo, mientras mostraba las colecciones para el próximo otoño austral, en las que este concepto es más patente: Yves Saint Laurent y Kenzo con sus brocados; Carolina Herrera con pantalones de caída amplia; Balenciaga, Bottega Veneta y Hermès con el satén.
Las prendas clave de este nuevo concepto de formalidad son, según Posadas, las chaquetas con vuelos en la cintura, los drapeados, los vestidos de un solo hombro y los looks "retrosexuales", como llama a los diseños para féminas pero de inspiración masculina y con un aire retro. Una opción que recuerda a esas típicas fotos antiguas de mujeres ultra delgadas, fumando cigarrillos con boquillas eternamente largas.
Estas propuestas se estructuran en torno a dos parámetros centrales. El primero es el ahorro. Porque la crisis económica que ha golpeado al mundo de la moda –y que recién comienza a dar atisbos de mejoría– ha hecho que las consumidoras opten por modelos un poco más sobrios y austeros, que se lllevan con dignidad en varias ocasiones. Y también porque cada día se privilegian más los conjuntos que pueden "separarse", para usar sus partes de diferentes maneras, dependiendo de la ocasión.
En segundo lugar está el concepto de diversión. Las consumidoras de moda tampoco están con el ánimo tan bajo como para una austeridad como la de la postguerra. La tendencia actual es "aggiornar" el look con accesorios que aporten humor y den la sensación de que, finalmente, nada es tan grave; ni siquiera la quiebra del banco Lehman-Brothers. Y para eso entran en escena, entre otras apuestas, los eróticos zapatones de Dior y Prada, las botas a lo pescador de Rick Owens, los guantes sin dedos de Michael Kors y Alexander McQueen, y los sin manos, de Balmain y Chanel.
En Chile, los creadores de moda están haciéndose cargo de esta tendencia con propuestas que renuevan el clásico negro nocturno. Un buen ejemplo es Pola Thomson, quien creó una colección de coordinates –así les llaman las revistas en inglés a las piezas combinables– que recuerdan la moda de fines de los 80 y comienzos de los 90. Hay faldas, chaquetas, blusones cortos. Piezas que se mezclan entre sí para aportar elegancia y variedad al mismo tiempo. Ropas que usan el negro, pero no son un predecible little black dress.
"Al hablar de prendas de noche para festejos de cualquier tipo, se piensa en ropa que no nos ponemos nunca, salvo para alguna ocasión, y eso me parece un poco absurdo", explica Pola. "Creo que cualquier día puede ser especial. Si voy a invertir, opto por algo que me guste muchísimo y que me voy a poner hasta que se caiga a pedazos. Para mí, una prenda elegante es plástica, en el sentido de que la puedes transformar, combinándola de distintos modos, y al final te sirve de noche o de día, dependiendo de cómo la acompañes".
Gabriela Farías, dueña de la tienda Hall Central y diseñadora de la marca Gabriela Farías Zurita, creó este año su primera colección de ropa de fiesta, donde el toque divertido –al contrario de la propuesta de Pola– lo da el colorido y los cortes con figuras geométricas, que hacen pensar en los trajes de un arlequín.
Su propuesta recoge algunas de las necesidades que ha notado entre las clientas de su tienda a la hora de comprar prendas de noche. Entre otras cosas, piden que la ropa sea cómoda: ya nadie opta por la incomodidad a cambio de verse mejor. Y que la elegancia de la vestimenta formal sea apenas una sugerencia. "Ellas quieren disfrutar de una celebración no sólo viéndose lindas, sino también sintiéndose cómodas. La alta noche, así como la alta costura, es una fantasía en Chile, porque las instancias más elegantes para la mayoría de las personas son los matrimonios, donde finalmente se termina bailando cumbia o reggaetón", acota.
Todo esto, explica, ha hecho que el vestido elegante deje de ser la única opción para la noche. Las mujeres están prefiriendo piezas que pueden servir en diferentes instancias, por separado y en conjunto. Por ejemplo, si una falda ancha lleva por debajo un falso, es perfecta para una gran fiesta; si se saca, sirve para el día. Del mismo modo, una polera con joyas y zapatos importantes es ideal para la noche, mientras que bajo el sol se lleva con jeans y zapatillas. La versatilidad es la clave en las consumidoras de moda, especialmente entre las más jóvenes, y los creadores de tendencias están ajustándose a este precepto.
"El antiguo concepto de diseñador autoritario está desapareciendo", concluye Gabriela. "Esto hace mucho más protagonista a la portadora de las piezas que a la ropa misma. Las mujeres ya no quieren perderse nunca más dentro de un atuendo".
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