Hermann von Mühlenbrock: "Chile no puede jugarse a que la mediocridad actual la resuelva un presidente que llegue en dos años más"

"Hay que dar vuelta la página", repite el presidente de la Sofofa tras el veto laboral. Ahora, dice, el desafío es el crecimiento y que clave es el ministro Rodrigo Valdés. "No sería bueno para el país una renuncia del ministro de Hacienda", asegura.




No quedó contento con el veto con que el gobierno zanjó la reforma laboral. Tampoco lo está con el rumbo del debate constitucional. Aún así, para el presidente de la Sofofa, Hermann von Mühlenbrock, lo que ahora importa es otra cosa: dar vuelta la página y retomar el crecimiento cuanto antes.

Un desafío complejo, pero urgente, reconoce el timonel del gremio empresarial más influyente del país. Más aún cuando, en su opinión, el foco de la discusión constitucional se ha centrado en cómo cambiar la Carta Magna y no en aclarar qué es lo que realmente se busca cambiar.

¿Qué le pareció la forma en que se resolvió la reforma laboral?

Lo negativo es que se aprobó una reforma que es mala; parte de un mal diagnóstico y los análisis son precarios. Lo positivo es que se preserva el principio de la libertad de asociación. Quedó claro que para poder negociar no hay que pertenecer a un sindicato. Si así fuera, sería como que me digan que para votar debo estar inscrito en un partido político. La gran virtud del Tribunal Constitucional fue resaltar el derecho a la libertad, porque a los empresarios nos preocupa que en los últimos meses se estén restringiendo las libertades personales en distintos ámbitos. Desde que no puedo elegir colegio, que tengo que estar en un sindicato, que se debe volver al voto obligatorio y hasta con la contaminación coartamos la libertad de parrillar. Ante cualquier acción, la reacción es restringir la libertad personal y, en cambio, en otras cosas, tenemos gran permisividad, como, por ejemplo, con los estudiantes, que pueden marchar donde quieren.

El gobierno también anunció que tal como quedó la ley aumentará la judicialización. ¿Cómo lee ese tipo de declaraciones?

La primera responsabilidad de un gobierno y un Parlamento es hacer buenas leyes, que no deje espacios para interpretaciones. Si la autoridad está diciendo que la ley se presta para judicialización, es una mala ley.

¿No le genera temor llegar a los tribunales laborales? La gran mayoría de las causas las ganan los trabajadores.

Ese es un dato. Las empresas saben que, en general, los juicios laborales se pierden y eso genera un doble desafío, ser más cauteloso. Pero yo he llegado al convencimiento de que con esta mala ley, lo que hay que hacer es dar vuelta la página y seguir trabajando con los sindicatos. Los desafíos de este país son enormes y, por lo tanto, no podemos seguir pegados en una discusión.

¿Ve posible que esto vaya a motivar en algún minuto una reforma a la reforma?

Es muy probable. Si esto termina con las empresas en juicios día por medio habrá que ordenar el tema. Por eso, creo que parece absurdo que la autoridad diga que es una reforma que terminará en tribunales; el trabajo hay que hacerlo bien. Ahora, no cabe duda que modificar leyes laborales es difícil.

En ese proceso, ¿cuánto cree que se desgastó el ministro Rodrigo Valdés?

El ministro Valdés (de Hacienda) es una gran persona, ha hecho un gran aporte en generar una visión y colocar el foco de crecimiento y productividad como la gran carencia. Su lucha dentro del gobierno debe ser titánica; en términos de ajuste fiscal dio una señal potente y en este caso hizo su mejor esfuerzo.

¿No ha perdido la fe en Valdés, entonces? Esta semana se habló de su renuncia...

Es un gran economista. Una de sus obligaciones es cuidar el crecimiento, y cuando uno habla con él, lo tiene muy claro. No sería bueno para el país una renuncia del ministro de Hacienda. Hay que dar vuelta la página, no podemos seguir esperando para que este país vuelva a crecer a tasas importantes.

¿Pero es viable eso, si la relación empresariado-gobierno se tensa, por ejemplo, al dejar fuera los pactos de adaptabilidad?

La ley es mala; las pocas cosas buenas que tenía se sacaron. Hicimos 14 propuestas, hablamos en el Congreso, estuvimos tres horas con la Presidenta. Esa es nuestra opinión, pero estamos en democracia, y si gobierno y Parlamento dicen que vamos para otro lado, mi función es decir que está mal, pero la relación debe ser siempre cordial, con respeto. Cada uno está cumpliendo su rol.

Así las cosas, ¿cómo ve la situación económica hacia adelante? El último IPoM mostró cifras pesimistas

Tenemos una estimación de crecimiento de 1,5% para este año. La Presidenta, el 21 de mayo, habló de crecimiento, de productividad. Espero que no quede en el discurso, que ahora entremos en una espiral virtuosa.

Si están todos de acuerdo, ¿qué falta para retomar las inversiones?

El empresariado no es un partido político.  Son millones de decisiones individuales, en que cada uno lee de manera distinta. A unos no les gusta la reforma tributaria, a otros  la laboral, otros están preocupados por la nueva Constitución. Todas esas señales generan una situación de 'esperemos y miremos'.

Pero la mayoría de las reformas ya está resuelta...

Sí, pero cuánta incertidumbre genera el hecho de estar preocupados sobre cómo vamos a cambiar la Constitución en vez de que el gobierno diga cuál es el marco de los cambios que quiere hacer. Ese es un factor tremendo de incertidumbre. Resulta que, quizás, en la Constitución tenemos muchos puntos de acuerdo y no lo sabemos. Por ejemplo, en la Sofofa estamos trabajando fuerte el tema de las regiones y, a lo mejor, la Constitución recoge eso. O quizás alguien dice que el país es demasiado presidencialista y hay que avanzar a otro sistema.

Dice que el gobierno debiera explicitar qué es lo que quiere cambiar en la Constitución en vez de debatir sobre el cómo hacer los cambios. ¿Esa sería una señal positiva?

Al menos, en lo que se refiere a la institucionalidad económica, porque si esa institucionalidad en la nueva Carta Magna será la misma que la de la Constitución que ha acompañado a Chile en los 30 años más exitosos de su historia, bueno, ahí sería muy distinto. También los cambios podrían ir por otro lado: algunos querrán que los intendentes sean electos, que seamos federales, otros dirán que las sociedades más desarrolladas tienen sistemas parlamentarios.

Hay empresarios que dicen que el debate constitucional es lo que genera más incertidumbre, por lo menos, para el inversionista extranjero. ¿Está de acuerdo?

Estoy de acuerdo, porque cada vez que hablo con empresas auditoras o con gente que tiene contacto con el mundo de la inversión extranjera, y lo dicen en privado, no en el discurso público, lo primero que preguntan es por el tema de la Constitución. En realidad, preguntan dos cosas. Primero, '¿qué les pasó?'. Y segundo, 'un país que ha sido tan exitoso, ¿por qué quiere cambiar la Constitución?'. Y, la verdad, es que la respuesta puede ser bien larga, pero lo que uno responde es que, en realidad, no hay nada claro.

¿Si se despejara eso se darían más certezas?

Claro que sí. Y a lo mejor se les podría sumar más claridad a otras leyes que andan dando vuelta, que generan inquietud. Por ejemplo, hay mucha preocupación respecto de los derechos de agua.

¿La mejora en las expectativas económicas vendrá cuando termine este gobierno?

No podemos esperar dos años para arreglar esta situación; todos tenemos la obligación de ayudar a que esto mejore. El país no puede estar cuatro años creciendo al 2%. El costo de oportunidad del menor crecimiento es altísimo, especialmente para los más pobres. En mi opinión, no hacer algo al respecto es inmoral. Chile no puede jugarse a que la mediocridad actual la resuelva un Presidente que llegue en dos años más.

¿Cree que un próximo gobierno será capaz de desandar lo que se ha hecho?

En lo laboral, lo veo difícil, pero en la parte tributaria se puede. El sistema debió haber sido integrado. Mire la contradicción: el DL 600 se hizo en los años 80 para incentivar la inversión, y resulta que en Chile llevamos tres años sin inversión y botamos el DL 600. No sería extraño que haya que reponerlo.

¿Qué espera para la economía en 2017?

Un crecimiento del 2%. Es la estimación que tenemos para 2017, algo optimista, ya que es un 30% más alta que la de este año. El tema es que si no hay inversión es probable que el desempeño de la economía sea menor.  A eso hay que agregar que en 2017 tendremos un presupuesto más apretado, por lo que el crecimiento se debilita aún más.

¿Ya prevé un debate fiscal complejo?

Partamos, primero, de un tema filosófico: si el problema económico se arregla con gasto fiscal, no habría problema económico. Si fuera así, las economías más socialistas, esas en las que el gasto público lo hizo todo, como en Brasil, en Venezuela, no estarían en la debacle en que están. Y por eso sintonizo con el ministro Valdés, que es un tremendo activo, en la lógica de que deberíamos tener un presupuesto bastante conservador en 2017; que no hay espacio para ser expansivo.

¿Y cómo ve al ministro? Hizo un ajuste en marzo, pero la verdad es que el 68% del gasto público no se puede reducir, porque está comprometido en leyes y gasto corriente.

Cuando converso con los ministros Céspedes (Luis Felipe, Economía), Pacheco (Máximo, Energía), Furche (Carlos, Agricultura), me doy cuenta de que tienen clara la urgencia de la austeridad e imagino que son aliados importantes del ministro Valdés para hacer un Presupuesto 2017 austero y ordenado.

La gran carga del presupuesto está dada por Trabajo, Educación, Salud, Obras Públicas, Vivienda. Con algunos de ellos Valdés ha tenido sus desencuentros... 

El ministro de Hacienda es quien realmente define la política económica de un gobierno. En ese sentido, confiamos en que el ministro Valdés hará esa labor como lo han hecho todos los ministros de Hacienda de Chile, desde Hernán Büchi, pasando por Alejandro Foxley, Eduardo Aninat, Nicolás Eyzaguirre, Andrés Velasco, Felipe Larraín…

¿Y el ex ministro Alberto Arenas?

Se enredó un poco, pasó algo extraño. Mi impresión es que siendo buena persona y buen economista, actuó con sesgo ideológico.

¿Pero ve o no solo a Valdés en esto?

Espero que no esté solo; en realidad, es un deseo. Por el bien de la economía chilena, Valdés no debiera estar solo. Pero a la vista de los hechos, al menos, surge la duda.

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