Juchitán, la ciudad más golpeada por el terremoto en México
El sismo de 8,2 grados golpeó con especial fuerza a esta zona del estado de Oaxaca. Hasta anoche, de los 65 muertos, más de la mitad eran de esta área.
El pueblo de Juchitán, en Oaxaca, es el peor parado tras el sismo del jueves, el más fuerte que se ha sentido en México en 85 años. De magnitud 8,2, los vecinos no recuerdan nada parecido. Mencionan temblores, pero nunca como lo de la otra noche. El resultado, decenas de muertos, de heridos, sobre todo en el sur del país. Un buen puñado de edificios y casas derrumbadas, entre ellas, la de la señora Andrea Guadalupe, que tiene unos 55 años y es profesora. "Yo estaba con mi hermana y con mi hijo haciendo la tarea", contaba el viernes por la noche. "Tenía que escribir el nombre de unos animales. Uno era una cotorra de plumas brillantes, de las de Venezuela. Me acuerdo. Y entonces empezó a temblar. Agarré a mi hijo y nos metimos debajo del arco. Y justo se cayó el techo".
Juchitán está muy cerca del mar, a poco más de 100 kilómetros del epicentro del sismo, localizado frente a la costa de Chiapas. De Juchitán son al menos 37 de los 65 muertos que se conocían hasta anoche. Casi todos los demás son de municipios cercanos. Casi todos murieron aplastados por techos, paredes y bardas.
México ha declarado tres días de luto oficial, mientras las réplicas del terremoto, más de 600 hasta este sábado, angustian a la población.
Más de 50 de los 120 millones de mexicanos sintieron el temblor. En la Ciudad de México, los vecinos escucharon por segunda vez en dos días el estridente aviso de la alerta sísmica. Hace años que la capital instaló cientos de altavoces en las calles para avisar de los terremotos. Es uno de los efectos del devastador sismo de 1985, que dejó más de 10.000 muertos y una sociedad marcada de por vida. La primera de las dos alertas de esta semana fue un error, pero la segunda no. Tembló tan fuerte que hasta el Ángel de la Independencia, una estatua elevada sobre una columna de casi 100 metros, uno de los monumentos principales de la capital, se tambaleó.
En los estados del sur se notó aún más. Y agarró a todo el mundo por sorpresa. Huérfana de episodios traumáticos por el estilo, la gente no tenía una idea clara de lo que pasaba. Si la estampa en la capital la noche del jueves eran vecinos con mantas en calle, en el resto del país era el caos.
A eso de las 23.50 del jueves, la hora del sismo, la señora Andrea Guadalupe salió como pudo de casa, con su hijo de 11 años a cuestas. El suelo se movía, los árboles, las farolas. Hasta el mismo cielo parecía cambiar de sitio. Su hermana, que tenía la pierna quebrada, se había caído sobre los escombros del techo, las vigas de madera, los ladrillos. Guadalupe dijo que "se lastimó la pompa" y que está en el hospital.
El viernes por la noche, ella y Soledad, su comadre, formaban parte de la multitud vecinal que se agolpaba frente al Palacio de Gobierno, en el parque central.
A las 22:15 cientos de vecinos de Juchitán se acercaron todo lo que pudieron a los restos del ala sur del palacio. Dos enormes excavadoras sacaban cascotes y hierros torcidos, mientras bomberos y marinos de la Armada buscaban a un posible sobreviviente. Cada poco rato, las máquinas se retiraban y un marino se metía entre paredes rotas y gritaba, "¿alguien me escucha? ¡Si alguien me escucha que haga ruido!". A eso de las 23.00, los buscadores se retiraron y con ellos, el pueblo.
El gobierno ha habilitado varios centros en la localidad para alojar a los ciudadanos afectados. Según Alejandro Murat, el gobernador de Oaxaca, solo en Juchitán hay 7.000 casas con problemas. O sea, la mitad del total. Y sin embargo mucha gente se quedó a dormir en la calle. En algunos barrios los vecinos formaron pequeños campamentos, con carpas, mesas, sillas, mecedoras, ventiladores.
También hay quienes se han quedado para resguardar sus casas. En un barrio a 10 minutos caminando del centro, 200 vecinos organizaron un campamento en una plaza. Una pareja, Armando y Jazmín, había elegido acurrucarse en unos sillones junto a los restos de su casa. "Es que si nos vamos", decía ella, "vendrán a llevarse todo. Y por eso nos quedamos aquí, ¿qué vamos a hacer?".
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