La derecha en la encrucijada

La crisis de identidad que manifiesta la derecha chilena no difiere de la situación de este sector político en otros países. Las definiciones no están claras ni siquiera entre quienes se manifiestan como simpatizantes de este sector, como deja en evidencia una encuesta de La Tercera. 




Esta vez -a diferencia de dificultades anteriores-, la crisis en RN estalló por el ala liberal del partido. El jueves, la senadora Lily Pérez se sumó a la lista de renuncias en señal de molestia por la conducción de Carlos Larraín. 

Antes de ella, la dimisión de tres diputados -Karla Rubilar, Joaquín Godoy y Pedro Browne- selló la idea de que la derrota electoral de la Alianza y el triunfo de Michelle Bachelet terminó por golpear con mayor dramatismo a ese partido.

Ambas rupturas se dieron bajo un alegato común: en RN no existe cabida a posturas más liberales. Dicho reclamo, sumado a la discusión abierta en la UDI por la pérdida en las parlamentarias, cristalizó el debate por el rumbo que debe tomar la Alianza para dar respuesta a un electorado que se ha mostrado permeable a una nueva agenda de demandas.

Entre los máximos líderes del sector, en todo caso, aún no existe consenso respecto del propio objeto de su conquista. La respuesta a la pregunta ¿qué es ser de derecha? aparece difusa para el período que se abre.

Diversos estudios -entre ellos, uno de la UDP de octubre de 2013- muestran que el electorado de derecha está compuesto mayoritariamente por mujeres, con un porcentaje importante de jóvenes entre 18 y 29 años y la gran mayoría de grupos socioeconómicos medios.

Si hasta hace algunos años, ese segmento se identificaba con la defensa del legado del régimen de Augusto Pinochet, respaldaba de manera irrestricta el modelo económico y se ordenaba mayoritariamente tras posturas conservadoras en lo valórico, hoy las definiciones tradicionales han ido cambiando.

De acuerdo con la encuesta CEP de octubre de 2013, un 66% de ese sector estaba de acuerdo con una reforma tributaria; un 55% apoyaba priorizar la educación gratuita universitaria, y un 44% respaldaba la asamblea constituyente. Todas son reformas impulsadas por quienes estuvieron detrás de la candidatura de Michelle Bachelet.

Tres meses después y justo en medio del proceso de crisis que vive la Alianza, el giro en la agenda de quienes se identifican con la centroderecha es refrendado por un sondeo del centro de encuestas de La Tercera aplicado, entre el 14 y 15 de enero, a 304personas que se dicen representadas por el sector.

La consulta realizada a personas entre 18 y 70 años que se definen como de derecha, centroderecha, centro e independiente, reveló que en los dos primeros segmentos, un 81% apoya  una reforma tributaria para aumentar el impuesto a las empresas; un 42%, en tanto, dice estar de acuerdo con el matrimonio de parejas del mismo sexo, aunque sólo el 22% valida que homosexuales puedan adoptar.

Un 49% de quienes se identifican como de derecha o centroderecha, además, está de acuerdo con despenalizar el aborto; un 42%, a favor de la gratuidad universal de la educación en todos sus niveles, y 41% cree que hay que legalizar el consumo de marihuana.

En lo referido a reformas políticas, otro de los temas tradicionalmente impulsados por la izquierda y que busca recoger Bachelet, un 63% quiere cambiar el binominal -aunque mayoritariamente sin aumentar parlamentarios- y un 61% respalda la idea de una nueva Constitución.

Consultados por "los principios que define mejor lo que es ser de derecha", de una lista de postulados tradicionalmente ligados al sector, 29% de los que se declaran como de derecha se inclina por "la defensa de la economía de libre mercado", 18% señala "la defensa de los valores tradicionales", 14% apunta a la "defensa de la propiedad privada" y otro 14% menciona la "defensa de las libertades individuales".

Consultados sobre el lugar que ocupa cada partido de la Alianza dentro del espectro político, el 60% sitúa a la UDI en la derecha y un 9% en la centroderecha. Un 54% cree que RN es un partido de derecha y un 24%, de centroderecha. En el caso de movimientos nuevos, como Evópoli, un 69% no sabe dónde ubicarlo o no contesta.

El desfase entre las demandas de su electorado y las posturas asumidas por los dirigentes y parlamentarios de la UDI y RN terminó por golpear a ambas colectividades en las últimas elecciones parlamentarias y presidencial.

La advertencia -en todo caso- ya había sido anticipada en octubre de 2013 en la encuesta CEP. El sondeo revelaba que sólo un 12% de los sondeados se identificaba con la derecha y centroderecha, el porcentaje más bajo desde 1989. El resultado electoral sólo meses después fue elocuente: el sector obtuvo cerca de un millón y medio de votos menos que los logrados en los comicios inmediatamente anteriores.

ASPERO DEBATE

La búsqueda de una agenda que reencante a sus otrora votantes, en todo caso, no ha sido una disyuntiva aislada para la derecha en Chile. En Estados Unidos y Europa, los representantes que adscriben a ese sector -y que son referentes de sus pares chilenos-, como Nicolas Sarkozy, en Francia, o Mariano Rajoy en España, también han debido reinventarse. La irrupción del Tea Party en Norteamérica y el reflote de los nacionalismos en Europa son resultado de esos debates.

En Chile, en tanto, no son pocos los que apuestan a que la derrota electoral evidenció un espacio para la instalación de un tercer referente en el sector. Tanto Evópoli -liderada por el diputado electo Felipe Kast y el ex ministro Luciano Cruz-Coke-, como el naciente movimiento Amplitud, creado al alero de las dimisiones de diputados en RN, direccionan sus pasos en ese sentido.

La apuesta es abrirse a una agenda que maximice las libertades individuales, no sólo en los político, sino en lo económico e incluso en el ámbito valórico.

En RN, en tanto, ha reflotado el viejo anhelo de una convergencia de la colectividad hacia el centro, en la búsqueda de un futuro -aunque improbable- encuentro con la DC. Y la UDI se enfrenta a una inédita discusión en la que, figuras como el senador Hernán Larraín, plantean la necesidad de  "abandonar posiciones dogmáticas” en temas económicos y políticos para recuperar los votos perdidos en los sectores más populares.

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