La enorme empresa que los chilenos evitan
La serie de camiones es una de las más atractivas para el público en el Dakar. Sin embargo, ha tenido pocos exponentes chilenos.
El bocinazo de un camión inscrito en el Dakar y su espectacularidad son parte fundamental del clásico del todoterreno. Forman un mundo aparte, de enormes estructuras, asistencia para ellos mismos y, muchas veces, para vehículos más pequeños. Además, sus tiempos de llegada al campamento rozan la medianoche.
Los equipos grandes de la categoría mayor del Dakar lo disfrutan como cualquier otro de autos o motos. Mientras, los pequeños sufren una enormidad. Por eso, los chilenos ya no se interesan en participar de esta serie.
El legendario Vladímir Chagin, ex piloto y hoy jefe de Kamaz Master Team, asegura que los fanáticos siguen las alternativas de este grupo porque suele ser la más reñida de la competencia. "La popularidad depende de los deportistas que participan, del grado de tensión y la intensidad de la lucha entre ellos".
"La categoría de camiones suele aumentar la atención de los espectadores cada año. Si no fuera por las incertidumbres dentro de la misma carrera de camiones, sería difícil aumentar el interés del público de mano de otras técnicas publicitarias. Sólo observen la publicidad que las grandes corporaciones transnacionales han puesto al costado de los vehículos de la categoría mayor".
El ruso, conocido como el Zar en la mítica carrera nacida en África gracias a sus siete triunfos en el Dakar, señala que los costos de participar en la carrera más dura del cross country mundial en esta serie es bastante alto. "El Dakar es una carrera cara. Sólo el pago por elevar la solicitud de ingreso a participar es muy elevado. Incluso, el pago por los vehículos y participantes, los vuelos hacia Sudamérica, el petróleo, los hoteles, etc. Todo, en general, sale entre un millón y un millón y medio de euros para el equipo del tamaño de Kamaz".
Diferente es la historia en los equipos pequeños. Francisco Casale, padre de Ignacio, el corredor de quads, participó en esta serie en las ediciones de 2010 y 2011, aunque con una realidad económica muy diferente. "El primer año del Dakar en Chile y Argentina (2009) lo fuimos a ver a Copiapó, y cuando vimos pasar los camiones quedamos enamorados. Ahí conseguimos un camión en el año, usado, viejito, y lo empezamos a arreglar poco a poco. Caro no salió, porque tuvimos la suerte de que nos llamaran de AutoGasco para que fuéramos su asistencia. Piense que la inscripción de cada persona vale 11 mil euros". Ocho millones, dos mil 370 pesos, al cambio de ayer, para mayor abundamiento.
Según Casale padre, las grandes diferencias que se ven en los tiempos se deben a que, como en ninguna otra serie, la tecnología juega. Y hace demasiadas diferencias.
"No costó cumplir con las especificaciones, pero las carrera sí que eran difíciles. Los que corren (profesionalmente), inflan y desinflan las ruedas desde adentro (técnica utilizada para aumentar la superficie de rodado en la arena). Nosotros teníamos que bajarnos, y nos demorábamos 20 minutos en sacar el aire. Y, después, 40 en volver a la presión adecuada. El segundo año, fuimos con el mismo camión, pero con más caballos de fuerza, porque le cambiamos computador e inyectores: en vez de 380 obtuvimos 530, pero eso igual era muy poco, porque los que pelean tienen 900, pero en realidad llegan hasta cerca de los mil HP. Además, tienen el motor bien atrás. El nuestro era un camión común y corriente con casi todo el peso adelante", señala el chileno.
¿Por qué correr, entonces? En Kamaz, la respuesta es fácil: Chagin señala que "la inspiración, la suerte, el espíritu del equipo… son cosas que no se pueden medir ni evaluar en dinero. Pero, sin duda, el capital también es imprescindible".
Con otra idea terminaron los Casale (Ignacio, el Perro, fue navegante la primera vez), pese a que fue el primer americano que llegó a la meta en camiones, y el único de su equipo en hacerlo, pues todas las camionetas se quedaron en el camino.
"No volvería, aunque recibiera uno de punta. Eso ya pasó. Cada vez que corrí en camión bajé ocho kilos, después, 20 días de pesadillas, me levantaba en la noche. Queda mal uno. Es que llegábamos todos los días a las 4 o 5 de la mañana, amaneciendo. Quedamos muy, muy cansados".
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