La historia del robo de arte que puso en jaque al Museo de San Francisco
En octubre de 2012, el convento ubicado en la Alameda sufrió el robo de un cuadro.
Fue una intensa lluvia la que obligó a los fieles, ese domingo 7 de octubre de 2012, a refugiarse dentro del convento para celebrar con una procesión, la fiesta de San Francisco de Asís. Como nunca, cientos de personas recorrieron esa tarde los pasillos y salones de la antigua casona franciscana ubicada en la Alameda, donde también funciona la iglesia y el Museo de Arte Colonial de San Francisco. Esa multitud inesperada habría sido el escenario perfecto para que se cometiera el robo: al día siguiente, una de las pinturas de la colección del museo había desaparecido.
"Fue un robo que no dejó huellas ni puertas forzadas y menos testigos. El museo no contaba con cámaras de vigilancia y las grabaciones que obtuvimos de cámaras municipales y del Hotel San Francisco, que está al lado, no mostraron nada", cuenta el subcomisario Rodrigo Romano, quien investigó el caso para la Brigada Investigadora de Delitos contra el Medioambiente y Patrimonio Cultural (Bidema).
Sin evidencias, la única solución fue dar marcha al operativo comunicacional. La foto del cuadro, de 32 x 25 centímetros, datado en el siglo XVII y que muestra a San Francisco orando, circuló en la prensa escrita y los noticiarios de televisión, al mismo tiempo que la PDI daba alerta a Interpol para evitar que la obra saliera del país.
El resultado fue rápido. Similar a lo que ocurrió hace dos semanas con las obras del artista británico Damien Hirst, robadas desde el MAC del Parque Forestal y luego recuperadas, gracias a dos ciudadanos comunes; el cuadro religioso apareció ese mismo mes en la llamada galería Los Pájaros, ubicada en Av. Providencia con calle Bucarest. Fue allí donde Cristián Lisboa (35), dueño de una tienda de antigüedades, reconoció la pieza hurtada. "Vino un tipo a ofrecerme esta obra de la época colonial que, según él, había comprado en un persa. Me la vendía a $ 500 mil. Puede parecer un precio bajo, pero la verdad es que acá ya no hay mercado religioso. El tiempo en que la gente tenía capilla en su casa ya pasó. De hecho, mis verdaderos clientes son las parroquias", señala Lisboa.
No se trataba de un anticuario cualquiera. De profesión abogado, desde 2008, Lisboa se especializa en el negocio de la venta de piezas eclesiásticas y años antes fue seminarista de la orden franciscana. "Dejé al tipo en la tienda con el pretexto de analizar la obra y me la llevé a una oficina que tenía en un piso más arriba. Justo estaba un amigo mexicano, también seminarista. Al dar vuelta el cuadro, nos fijamos que tenía una inscripción que decía: 'Convento de San Francisco'. Busqué en internet y efectivamente: ¡era la obra robada!", relata Lisboa.
Falta de recursos
Luego de llamar a Carabineros, el anticuario volvió a la tienda sin el cuadro. "No creo que él haya sido el ladrón. Se habría preocupado de borrar la inscripción y cuando lo encaré diciéndole que se trataba de un cuadro robado y que debía devolverlo, altiro me preguntó si es que obtendría una recompensa. Le dije que esperara a Carabineros que ya venía en camino, entonces el tipo huyó", explica Lisboa.
La Bidema tomó las declaraciones de los testigos y el retrato hablado. "El equipo del Laboratorio de Criminalística decidió no tomar huellas del cuadro, porque los radiactivos podrían afectar la obra", dice el subcomisario Romano. Al igual que en el robo en el MAC, las obras aparecieron, pero los ladrones siguen prófugos.
Para la PDI, el problema radica en la falta de seguridad en los museos. "En ambos casos no existían grabaciones porque no tienen las cámaras adecuadas y eso ya es evidencia menos. También, es preciso tener alarmas y guardias entrenados", señala el subcomisario Romano.
A 10 meses del atraco en el museo franciscano, las condiciones de resguardo siguen igual y la obra recuperada no ha vuelto a exhibirse. "Está celosamente guardada. No hemos podido aumentar la seguridad, porque no tenemos recursos", cuenta el Hermano Francisco García, director del museo y licenciado en Historia del Arte.
Fechada a mediados del 1600, la pieza es única en el acervo del museo: de pequeño formato, hecha en madera, no pertenece a ninguna serie en particular y se exhibía dentro de una cúpula de vidrio de cinco kilos de peso. "No pudo ser uno el ladrón, por lo menos, fueron dos personas. Uno levantó el vidrio y otro sacó la obra", dice el director del museo.
Tanto el edificio como la colección de arte colonial, que consta de cerca de 2 mil piezas entre pinturas, textiles, figuras y muebles, son de propiedad de la congregación franciscana, por lo que no reciben financiamiento estatal. Eso sí, en los últimos años, la Dibam ha hecho aportes, dotándolos en 2013, por ejemplo, de $ 7.365.000. "Es una subvención mínima que sumado al corte de tickets es un financiamiento paupérrimo", dice García. "Creo que el Estado debería dar más recursos a este tipo de instituciones. Los franciscanos llegaron en 1553, es decir, tenemos el patrimonio más antiguo de Chile y eso debería valorarse", agrega.
Un ejemplo son las 54 telas de gran formato que narran la vida de San Francisco, restauradas en 1994 y que son exhibidas en la Sala Grande del museo. "La mayoría de las obras proviene de la escuela limeña o quiteña. La serie que tenemos no está completa en ningún otro país. Es de las más estudiadas y fotografiadas del mundo", señala García.
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