La miseria y la inclinación de las masas, los recuerdos de los turistas que viajan a Corea del Norte
El extremo control mental que ejerce el régimen de Kim Jong Un sobre el pueblo norcoreano, es advertido por los turistas que viajan al país, a pesar de todas las restricciones a las que son sometidos los visitantes.
Manipulación de masas, adoctrinamiento y campos de trabajo para aquellos que no encajan con el régimen de Kim Jong Un. Estos son los elementos que el reportero Staffan Thorsell, del diario británico The Guardian, describió como un pan de cada día en Corea del Norte, país que recientemente la Organización de las Naciones Unidas asemejó a la Alemania Nazi.
Los bailes en masa, la natación sincronizada, la inclinación y los llantos son rituales de rigor en aquellos días del año en donde la primera familia del líder norcoreano es recordada y venerada.
De acuerdo con el diario británico, en este país el acceso a los extranjeros no está denegado, como comúnmente se dice. Cada año, entre 1.500 y 5.000 personas son permitidas en el país en calidad de turistas, aunque los periodistas no son bienvenidos. Todos aquellos extranjeros que entran al territorio son acompañados a todas partes, todo el tiempo, por agentes del gobierno, y las fotografías son permitidas en determinados sectores y bajo claras instrucciones entregadas por una guía.
La veneración los líderes de la nación es constante y vista de varias formas. Entre las anécdotas que se relatan, está la visita a la plaza Kim Il Sung, ubicada en el centro de la capital, Pyonyang. Allí, grupos de unas 100 personas esperan su turno para subir las escaleras que conducen a las estatuas de bronce del primer líder, el presidente eterno, Kim Il Sung, y su sucesor, Kim Jong Il. Cuando los visitantes llegan a los pies de las dos estatuas 20 metros de altura, todos se inclinan al unísono, respetuosamente y a continuación, el siguiente grupo se adelanta y hace lo mismo. Este ritual de veneración duraría dos días.
La libertad de prensa en el país asiático es un tema aparte. En toda la nación sólo es posible ver uno que otro cartel nacionalista, propaganda y los escasos letreros de las tiendas. No hay palabras escritas en ninguna parte. No es posible vislumbrar un solo cartel, ni una huella de la publicidad, ni revistas, libros o folletos. Respecto a la prensa, para los extranjeros es posible conseguir el Pyongyang Times, pero la mayoría de la gente que vive ahí es usual leer el periódico en público, pues las páginas del rotativo se muestran desplegadas en varias vitrinas de la capital.
The Guardian afirma además que las guías turísticas encargadas de las visitas de extranjeros son parte de la maquinaria de propaganda del régimen de Kim Jong Un pues sólo reciben la información de que el líder decide que necesitan. Por ejemplo, ellas se refieren a los campos de trabajo como si no fueran centros de detención para aquellos que no encajan con las políticas de gobierno. Son campos de trabajo, en donde los que han cometido delitos graves se van a vivir y trabajar duro para ser reeducados. De esta manera, los "inadaptados aprenden a pensar de la manera correcta."
Así, rumores frágiles se convierten en la única fuente de información, no sólo para quienes visitan la nación sino que para todos sus habitantes.
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