La religiosa que creía en los enfermos
Irene García falleció en el Maule, donde fundó un hogar que acoge a aquellos con un tiempo limitado de vida.
Irene García de Prado llegó a Talca en 1970, a sus 43 años. Venía procedente de España como una total desconocida. También con una idea fija y tozuda en la mente: ayudar. Desde ese día nunca más abandonó las tierras del Maule. Las mismas donde este viernes, a las 12.00 horas, falleció. Aunque ya muy lejos del anonimato, dejando una herencia reconocida y que supera a la mera cronología: la fundación de la Congregación del Buen Samaritano y el centro de salud que lleva el mismo nombre.
Su proyecto nació en 1978, cuando se trasladó a Molina. Allí, con la ayuda de otras religiosas, comenzó una cruzada por la atención de enfermos terminales de sectores sociales vulnerables.
"La 'madre Irene' puso pequeños puestos de salud o policlínicos donde la gente pobre pudiera acudir a colocarse una inyección o curarse una herida. Logró que se instalaran en las poblaciones marginales tres policlínicos y su propio consultorio en la calle 4 Oriente, donde ella residía", consiga un comunicado de la Conferencia Episcopal de Chile (Cech).
Fue en ese mismo contexto que abrió el centro para enfermos terminales, que actualmente atiende a alrededor de 570 personas. Su labor se convirtió, en diciembre de 1978, en la Congregación de las Hermanas del Buen Samaritano, con el apoyo del entonces obispo de Talca, Carlos González.
"Toda su vocación era atender a las personas de salud terminal. Quería que los enfermos que vivieron como pobres pudieran vivir sus últimos días como reyes. Se instaló en Molina, un pueblo de 40 mil habitantes, a 10 kilómetros de Talca. Y allí se quedó recibiendo a todos, independiente de si compartían o no la fe católica", comenta Bernardo Fontaine, presidente de la Fundación de las Hermanas del Buen Samaritano.
"Algunos enfermos terminales no tienen familias o ellas no pueden cuidarlos, porque es complejo. Eso es lo que hace este centro", agrega Fontaine.
México y España
La congregación fundada por Irene García se expandió a México y España, donde ahora también cuenta con centros de acogida para enfermos terminales. Su lema de trabajo es "no hay alegría más grande que la de servir a los pobres con amor".
"Le ofrecieron irse a Santiago y a Valparaíso, pero nunca quiso. Decía que quería quedarse donde la necesitaban y, con los pocos fondos que tiene la congregación, siempre brindó ayuda personalizada a cada enfermo", comenta otra fuente de esta institución.
Antes de Chile
Irene García nació en León, España, en 1927. Fue parte de una familia numerosa y perdió a su madre muy pequeña. La Conferencia Episcopal señala que a los 18 años hizo los primeros votos y a los 23 se unió a la Congregación de las Siervas de Jesús. Estudió Enfermería en la Universidad Complutense de Madrid y trabajó como "ayudante de cirugía del médico Eusebio García Alonso. Además, le encargaron la dirección de la clínica", consigna la Cech. Allí estuvo 17 años.
"Después de trabajar con aquel galeno, pidió irse con Teresa de Calculta. Su superiora de la congregación le dijo que si realmente quería ayudar a los pobres se fuera a Chile. Entonces, llegó al convento de las Siervas de Jesús, en Talca", recuerda Fontaine.
Su inquietud por los enfermos pobres la hizo salirse de esa orden y, con el apoyo del obispado, fundó las Hermanas del Buen Samaritano.
La religiosa se retiró a mediados de 2016, debido a problemas de salud. Y el viernes reciente falleció en el mismo centro que fundó, el que hace sólo unas semanas comenzó la construcción de su cuarto pabellón.
El funeral se efectuará hoy, a las 16.00 horas, en la Parroquia Nuestra Señora del Tránsito, de Molina.
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