La Roja en la era Trump: Así se vivió el triunfo de Chile en Nueva York

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Desde el 2015 y sin faltar, un grupo de unos 200 chilenos se toman un bar de Nueva York para seguir los partidos de la selección. Así es como se celebran los goles de Alexis en la tierra regida ahora por el hombre del muro.




A pocas cuadras del mítico Madison Square Garden en la ciudad de Nueva York se encuentra el Smithfield Hall, un típico bar de deportes gringo, con las típicas cervezas, hamburguesas y papas fritas con las que el estadounidense típico disfruta de sus temporadas de la NBA, NFL, MLB, o sea cual sea la sigla deportiva que esté en el momento de la temporada.

Un local para nada distinto a los miles que existen por todo el país, salvo cuando a más de 8 mil kilómetros y durante 90 minutos, la selección chilena pone sus pies sobre el sagrado césped, ya sea buscando la clasificación al mundial, peleando la Copa América o jugando algún amistoso clave.

Es en esos días cuando el Smithfield Hall es inundado por una marea de color rojo, personificada en cientos de hinchas vestidos con la camiseta de su selección, olvidándose de los modales y gritando a la TV como ningún otro fanático sabe hacerlo.

La costumbre es algo nueva: desde el año 2015, cuando se realizaba la Copa América en nuestro país, un grupo de residentes de la ciudad que nunca duerme, decidió crear un grupo en redes sociales llamado La Marea Roja NYC. ¿Su propósito? Juntar en un solo lugar a la mayor cantidad de hinchas de La Roja, ya sea pasajeros, o bien, los que han optado por seguir su vida en la tierra de las oportunidades.

Este martes me tocó a mi ser un pasajero por la ciudad, y siguiendo las indicaciones del grupo de Facebook y un corto recorrido en metro logré llegar a esta embajada de la selección en Nueva York. Subestimando el poder de convocatoria, llegamos justo al pitazo inicial, momento en el que el local ya no daba abasto. El acuerdo con los dueños es el de tomar prestado la mitad del local, lo que incluye una barra de tragos completa, algunas mesas, y toda la gente de pie que quepa. En total, 10 de las 12 pantallas del sector daban el partido, las otras dos, se quedaron con Ecuador y Colombia y luego, México con Trinidad y Tobago. Nadie las tomaba en cuenta.

Al ojo, calculo que unas 200 personas se encontraban hinchando por la Roja, todos cerveza en mano, todos con su camiseta, todo muy chileno. Un hincha bromeando con el mesero pidió una "piscolita" y minutos después llegó a su barra. El local incluso ha tenido que adaptar su menu y aprender nuevas mezclas para satisfacer a esta hinchada.

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Muchas imágenes se repiten mientras transcurre el partido. El clásico CE-ACHE-I es siempre acompañado con una cámara que inmortaliza ese momento, como para decir "mira lo que estamos haciendo en Nueva York", como si nadie creyera lo que la globalización ha hecho por las hinchadas. Muchas selfies, muchos gritos, muchos garabatos y, cuando nos va bien como con Venezuela, muchos abrazos y festejos. Cuando se cae un vaso, el grito de "hueón hueón" explota por todo el bar, lo que te hace dar cuenta que entre Nueva York y Bellavista la única diferencia es el precio y la calidad de las cervezas.

Mientras todo esto pasa, los meseros no entienden nada, pero es mejor para ellos, así pueden concentrarse en la tarea de no dejar ninguna boca sin alimentar ni ningún vaso vacío. Es el acuerdo perfecto.

Un acuerdo del cual Alberto Kohn y Pablo Gutiérrez pudieron disfrutar. Ambos trabajan para una compañía norteamericana y el trabajo los obligó a estar en la ciudad para la fecha del partido. Revisaron el Facebook y el Foursquare y se dieron cuenta de que este era el lugar para estar. Así es como dentro de la maleta tuvieron que incluir sus camisetas de la Selección y disfrutar.

"Nos comimos una pizza en la esquina y llegamos acá. No hay nada como la experiencia de estar con un amigo y ver el partido a kilómetros de distancia", cuenta Kohn durante el entretiempo del partido. Pero nadie va al Smithfield sin las ganas de conocer más gente. Así es como se encontraron con Roberto Poo Muñoz, un ingeniero de 26 años que hace dos años y medio trabaja para Google.

Comenzó en Mountain View, al medio de Silicon Valley, donde dice que se juntaba con sus colegas y amigos en una casa, siempre más familiar. Pero desde que fue transferido a la filial neoyorquina de la compañía en Noviembre del año pasado, el bar ha sido su principal lugar de conexión con la selección chilena.

"Para todos los partidos de Chile, siempre se llena, todos con la camiseta, cuando juega la selección esto de de ser un bar gringo y es de Chile", cuenta Roberto, mientras todos se preparan para gritar y sufrir hasta que concluye el encuentro y las banderas pasan de a poco a ser una decoración más para una noche de baloncesto y alas de pollo.

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